A falta de opositores con la mínima capacidad de disputar el poder político, al régimen de la 4T le ha dado por inflar y sobredimensionar cualquier campaña digital que pase frente a sus ojos, convirtiéndose —faltaba más— en su propio promotor estrella y motor del debate público. Así, las redes sociodigitales dejaron de ser foro abierto al debate y pasaron a ser el teatro de la estridencia irracional: ahí donde la ofensa gana más que la razón, donde la percepción impuesta manda sobre la realidad y ahí quien más estridencia siembre mejor marca la agenda pública como si repartiera estampitas.
Y claro, se empiezan a creer que hay una supuesta desestabilización social, cuando lo que hay son nuevos actores los empujados a la calle, impulsados por narrativas virtuales que suelen ir tres pasos adelante de los hechos, como si fueran adivinos, inventando las portadas de algunos medios opositores y llenando la pantalla de Televisión Azteca de amarillismo, odio y poco periodismo.
En el pasado inmediato, Andrés Manuel López Obrador retó a sus detractores a “ponerse de acuerdo” y armar un solo partido, porque según él PRI, PAN y PRD eran la misma cosa con distinto logo. Insistía en meter a todos en el mismo costal, incluyendo a los entusiastas extremistas del FRENAA (Frente Nacional ANTIAMLO), y los desafiaba a llenar tres veces el Zócalo, jurando que, si lo lograban él, muy quijotesco, tomaría sus maletas y se iría derechito “a la Chingada”.
Ahora, como pocas veces, una convocatoria anónima —y no tanto— a una marcha de la Generación Zeta (GenZ) para pedir paz y justicia, frenar la violencia y montarse oportunistamente sobre el cadáver del alcalde de Uruapan con su “movimiento nacional del sombrero”, habría pasado desapercibida si no fuera porque desde el púlpito de las mañaneras y el enjambre de cuentas del aparato propagandístico oficial en redes sociodigitales se dedicaron tanto en desacreditarla que de pronto eran sus más entusiastas promotores.
Como suele ocurrir con sus operadores, la racionalidad no se les da y se enfrascaron en posteos de odio, no dejaron títere con cabeza: quisieron triturar la convocatoria y lograron lo contrario, mancharon la reputación de Carlos Mazo y hasta evidenciaron lo obvio: las manos sucias de siempre, del Tío Richie, el misterioso señor X y las derechas detrás de todo.
Peor aún: para rematar el numerito, comenzaron a estigmatizar a los participantes como marionetas de intereses extranjeros, en un discurso tan añejo que por un momento evocó a Díaz Ordaz, Echeverría o López Portillo. El aparato de propaganda desempolvó el Manual del Móndrigo Perfecto, olvidando que el echeverrismo ya repetía lo mismo hace medio siglo: “¡Escuchen, jóvenes del coro fácil, jóvenes manipulados por la CIA! ¡así gritaban los jóvenes de Hitler y Mussolini, muchachos!, ¡así! ¡Mucho cuidado con el fascismo!”. Pura nostalgia setentera.
En resumen, desde los medios oficialistas y cuentas afines a la 4T —incluidas las de los propios dirigentes de Morena— se cometieron todos los errores de la comunicación política reactiva: cero estrategia, mucho berrinche y absoluta pérdida del control narrativo. En vez de sostener la línea del mensaje desacreditador (“la derecha, los empresarios reaccionarios, los traidores a la patria, los amantes de la intervención extranjera”), se perdió la serenidad, se cayó en provocaciones de redes, de opositores y de los inevitables violentos que hoy por hoy están en campaña de victimización. El resultado: un marco narrativo tambaleante.
Del otro lado, se pasan de absurdos. A pesar de lo artificioso de la convocatoria y de que el contingente real de jóvenes de la GenZ fue sustituido por clasemedieros del conservadurismo y por los mismos viejos políticos de siempre y sus voceros profesionales del escándalo, desde el mismo domingo piden “diálogo” y que si no lo abren entonces vendrá otra marcha para el 20 de noviembre (lo cual evidenció su poca experiencia en la agitación social).
¿Y quiénes serían, exactamente, las cabezas de esta supuesta expresión juvenil que dialogaría con la Presidencia de la República? ¿Cuáles serían los temas de una mesa de diálogo? ¿Freno a la violencia de qué otra forma? ¿Más GN o mayor militarización? ¿Renuncias de gobernadores, alcaldes, legisladores? ¿Maxiprocesos contra narcopolíticos? ¿Qué demanda que no se esté haciendo?
Lo que líderes de la vieja clase política deben saber es que el gobierno no puede dialogar con quienes ya están representados en el Congreso y gobiernos locales. ¿Con quién se supone que debe hacerlo? ¿Con Anaya, Alito, Acosta Naranjo, Fox o Ricardo Salinas, que hoy se envuelven en la bandera de salvadores de la patria, sin siquiera tener la humildad de cualquier ciudadano de pie?
La respuesta no es simple, porque si de la GenZ sugieran verdaderos liderazgos jóvenes, éstos no pasarían de quedar opacados por figuras tradicionales y operadores que aprovechan toda coyuntura para colarse en la foto. En este escenario, la pregunta obligada es si realmente existen potenciales interlocutores o si el “diálogo” es otra fachada para mantener el monopolio de la narrativa pública con que quieren doblegar a la Presidenta, porque si es esto último, lamento decirles que ya perdieron su oportunidad.
Más allá de las lecturas encontradas sobre la marcha, no puede ignorarse la razón legítima que subyace: la violencia es persistente, esa que sigue trastocando a la clase política, pese a los avances, los numeritos alegres y los ajustes en la percepción colectiva. Todos coincidimos en el diagnóstico, pero el entendimiento social del fenómeno es harina de otro costal.
Las marchas bajo el membrete de la GenZ —aunque estén más manoseadas que una gordita de chicharrón, léanse los Fox, Naranjos, Calderones, Alitos y demás fauna en extinción— no deben tomarse a la ligera. Ya pasaron de la Marea Blanca a la Marea Rosa, ahora se envuelven bajo una bandera robada al ciberactivismo cuyos emblemas eran el anarquismo y el comunismo. En política no hay enemigos pequeños y que 22 estados del país hayan sido las que concentraron el mayor número de marchistas, menos si ondean discursos golpistas, extremistas o derechosamente amenazantes. Y queramos o no estas marchas, se suman a las otras protestas recientes: de campesinos, transportistas, el magisterio y los normalistas, y desde hace rato no dejan de agitarle el avispero a la UNAM. ¿Y luego? ¿Qué sigue en la lista? Hasta qué punto, porque si es el escenario 2027 éste parece seguir pintado de guinda, pese a los malos gobiernos morenistas.
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