REFLEXIONAN SOBRE EL RIESGO DE DESAPARICIÓN DE LAS MUJERES CANTORAS YOREME

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El músico y danzante Bernardo Esquer López abordó esta práctica musical tradicional de las culturas mayo y yaqui de Sonora y Sinaloa

  • El músico y danzante Bernardo Esquer López abordó esta práctica musical tradicional de las culturas mayo y yaqui de Sonora y Sinaloa
  • Su participación se enmarcó en el II Coloquio Música, Danza y Bailes Tradicionales de Baja California y Regiones Circunvecinas

CDMX.- La tradición musical de las naciones yoreme (mayo) y yoeme (yaqui), asentadas en los estados de Sinaloa y Sonora, es reconocida por sus sones y danzas de pascola y venado, matachines y fariseos, así como por el uso de instrumentos autóctonos, como el tambor de agua y los raspadores, o de influencia europea, como arpas y violines. Pero hay una expresión melódica poco conocida y en riesgo de desaparición, clave en la vida ritual de estos pueblos: las mujeres cantoras.

El músico y danzante Bernardo Esquer López abordó esta práctica musical tradicional de las culturas mayo y yaqui de Sonora y Sinaloa.

De acuerdo al comunicado de prensa, así lo manifestó el danzante y músico tradicional yoreme Bernardo Esquer López, en el II Coloquio Música, Danzas y Bailes Tradicionales de Baja California y Regiones Circunvecinas, organizado por la Coordinación Nacional de Difusión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de su fonoteca, el Centro INAH Baja California y el Centro Cultural Tijuana, realizado del 29 al 31 de octubre.

En su ponencia, Jumee Yorém cantóoresim aabe Lúteme (Las mujeres cantoras en peligro de extinción), el promotor cultural dijo que la historia de estas cantoras tiene origen en la época prehispánica, con plañideras que lloraban a los muertos durante siete días, no en modo de alarido, sino en un tono que imitaba a los animales del monte, que en el pensamiento yoreme son considerados humanos.

“A través del llanto emulaban a los animales y se les llamaba para que vinieran y recogieran el alma del difunto. Para las naciones yoeme y yoreme se transformó en un llanto entonado y aún se guardan los siete días”, explicó.

Con la llegada de los españoles al noroeste de México, en la segunda mitad del siglo XVI, los frailes observaron la interpretación de esas mujeres y las incorporaron para vocalizar a dueto con hombres que fueron instruidos en el canto gregoriano, dando lugar a una nueva práctica musical.

Desde entonces, esos cantos se ejecutaron en fallecimientos, festividades de santos, Semana Santa y, en general, en todo el calendario religioso traído por los europeos. Para los jesuitas, la orden religiosa que evangelizó el noroeste del país, no era mal visto que las mujeres participaran y reprodujeran los sonidos de los animales.

“Cuando los frailes se fueron, en 1767, la actividad en las iglesias disminuyó, ya no había quién buscara a las mujeres cantoras y no continuó la enseñanza. Entonces la responsabilidad cayó en manos de los maestros rezanderos, quienes continuaron con las liturgias que los frailes prestaban en ese tiempo”, expuso.

Esquer López detalló que, en el caso de los yoeme, con quienes los yoreme comparten costumbres musicales, ocurrió un fenómeno diferente, pues cuando el entonces presidente Lázaro Cárdenas ordenó que regresaran a su territorio, en 1938, tras ser deportados a Yucatán durante el porfiriato, vivieron un periodo de recuperación de su cultura musical, en particular de las mujeres cantoras.

“Sus padres las llevaban a las iglesias en calidad de promeseras y juraban que cantarían durante 10, 20 años o toda la vida. Algunas tomaron la actividad de manera vitalicia, con las consecuencias que acarrea ser cantora nocturna, pero en otros pueblos solo quedaron varones para hacer la segunda voz, similar a la canción cardenche, en sustitución de la voz femenina”.

Si bien, añadió, en las comunidades del río Yaqui hay muchas mujeres solteras que cantan, tiempo atrás la mayoría de las cantoras eran esposas de músicos, danzantes y rezanderos, quienes ocupaban un lugar importante en la enramada, el principal espacio ceremonial de los pueblos yoreme y yoeme, donde se rinde culto al monte.

Reiteró que hay preocupación debido a que en muchas localidades del río Mayo ya se perdió la figura de la mujer cantora, por tratarse de una actividad demandante, que implica velaciones por cuatro o cinco noches, con intervalos de descanso cortos.

Por último, Esquer López enfatizó la importancia de formar jóvenes en este ámbito, pues se trata de una actividad clave en la percepción yoreme del mundo. “Algunos hemos optado por hacer grupos para la enseñanza, pero no escolarizada, sino con un método basado en el análisis, la vocalización en casa y la práctica”.