Histomagia

ALMITAS

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“Si hay tumbas, hay almas”.

 Arnulfo Reyes, actor mexicano.

Guanajuato es un lugar de paso; de hecho, cuando el auge minero en la región y siendo una parte del Camino Real Tierra Adentro, a muchos trabajadores los traían y llevaban directo a Zacatecas o a Durango e incluso hasta Santa Fe, Estados Unidos, para proseguir con la explotación de las minas que toda esta ruta abría en cada estado. Esto, claro, en el mejor de los casos, porque en muchas veces se quedaban ya sea a vivir o a morir aquí en Guanajuato y si esto sucedía al que muriera lo enterraba donde fuera incluso en los patios de sus casas, sobre todo a los trabajadores, porque a los ricos sí tenían sus propios lugares donde ser sepultados. Es por eso que, desde que fue fundada esta ciudad, las almas la recorren cada día, tarde o noche ya sea en receptáculos vivos o de plano en espíritus, fantasmas o espectros, cuando ya han muerto y están condenados a vagar por este mundo para pagar sus culpas o para seguir añorando lo que es la vida, y se niegan a concretar su viaje y subir al cielo.

Me cuenta mi amiga Gaby que ahí por donde ella vive, en el Cerro de los Leones, por las madrugadas se escucha el viento bajando de la sierra y pasa por los huecos hechos por la empresa Peñoles, los silbidos que el aire hace al rozar por las cuevas y las piedras es muy peculiar, pero para los que no saben de esto, siempre se espantan pensando que son almas en pena que ululan al vagar por los caminos de Guanajuato. Sin embargo, lo que sí es realmente inquietante son las almitas de los niños que se aparecen donde menos lo esperas, pero aún más perturbador es, me cuenta Gaby, cuando en busca de consuelo se meten a tu casa y sacarlos de ahí se vuelve un infierno.

Me narra mi amiga que en estos días en que Guanajuato se ve envuelto por los vientos serranos, esas almitas aprovechan y se transportan en él para poder seguir en su búsqueda irreal. Pues bien, Gaby dice que esto que le pasó sucede cada año en su casa, sobre todo en estas fechas próximas a la navidad y que en su vivienda ellos ya están acostumbrados por lo que les ponen un pequeño altar donde ponen las veladoras con la esperanza de que sigan la luz y suban al cielo de los niños de una vez por todas.

Ella me narra que cuando le sucedió la primera vez, estuvo realmente asustada porque ella aún no es madre y en verdad lo que escuchaba le daba terror, ya que, en la madrugada, cerca de su enorme ventanal algunas vocecitas que le decían: “Mamá, mamá…ayúdame”. Aquella vez se despertó al oírlos con una voz que ya realmente sonaba a súplica, y sólo por un instante sintió un poco de pena al imaginar la soledad que viven esos niños entre las sombras de la muerte, pero sólo fue un momento, porque decidida a ayudarlos, Gaby se levantó de su cama y se acercó al ventanal y entre una extraña bruma los vio detrás de los cristales. Me dice que cuando llegó ahí se fue acercando poco a poco esperando no asustarlos, porque ella creía que eran niños vivos, se le presentaron como niñitos normales con angelicales rostros, pero al acercarse cada vez más y al punto de cuando iba a abrir la ventana, se dio cuenta de que no fue ahí donde esos niños convertían sus rostros en algo horrible y le hacían muecas espantosas repitiendo ahora sí con muchas voces ya no de niños: “Mamá, mamá” y a la vez alzando sus manitas que ya para este momento eran una garritas tratando de alcanzarla. Aterrada por lo que estaba viendo, dio un enorme salto hacia atrás y vio cómo esos seres espectrales se transformaban otra vez en los hermosos niños que vio primero.

Esa noche no durmió, porque esos niños se quedaron ahí afuera en el ventanal viéndola con una mirada fija, sin pestañear, ella cubría su cabeza con las cobijas con la esperanza de que al retirarla ya no estuvieran ahí, como lo había hecho con algunos otros fantasmas, pero no era así, ellos seguían ahí, ella pedía a Dios que se fueran, pero fue hasta que aparecieron las primeras lucen del sol que, al tocarlos, se convertían en humo y desaparecían.

Gaby dice que le comentó a su mamá lo vivido esa noche, y ella le dijo que entonces habría que salvar esas almitas y ayudarles a salir de donde estaban, porque sacarlos de las casas es realmente difícil. Desde ese momento, en cuanto mi amiga se da cuenta que ellos llegan y la miran dormir desde ese ventanal, ya sabe que hay que ponerles su altar y sus veladoras, y sí, ya hay menos almitas que la visitan, lo que para ellas significa que ya han salvado a muchas más, pero las que siguen ahí acechando, creen que no son almas de niños sino demonios que se hacen pasar por ellos. Aún así, su familia y ella siguen luchando por salvar esas almitas verdaderas de esos pequeños que se quedaron vagando por aquí en busca de su madre que de seguro murió antes que ellos y no pudo llevárselos con ella, o tal vez sean las almas de los que fueron abortados y despreciados por sus madres, caso aún más triste.

Dicen los que saben que es muy raro que existan almas de niños transitando por aquí, porque ellos en cuanto mueren regresan a estar en gracias de Dios, así que cuando se aparecen niños, generalmente son seres de bajo astral que los representan para engañar a los vivos y en cuanto se acerquen a ellos, atrapar sus almas para seguir alimentándose de esa energía pura que todos y cada uno tenemos y hace mover estos cuerpos que sin ellas estarían vacíos y muertos.

¿Quieres conocer a Gaby? Ella es Ingeniero Minero, puede contarte muchas más histomagias de lo que sucede en las entrañas de la tierra y en los cerros y montañas de por aquí.

Ven, lee y anda Guanajuato.