¿De verdad alguien se sorprendió con la victoria del ultraderechista y emblema del regreso al pinochetismo en Chile, José Antonio Kast? ¡Claro que no, era más predecible que el final de cualquier culebrón televisivo! Sin embargo, no faltan los reproches de quienes creen que la sociedad debe ser estática, leal y consciente de su presente, su pasado y su futuro, cuando más si el partido hegemónico del momento es progresista o “de izquierda”. No dejan de criticar, cuestionar y hasta insultar al pueblo chileno por atreverse a confiar en el representante de uno de los capítulos más oscuros de su historia.

Lo curioso, por no decir irónico, es que todo esto de la comentocracia políticamente correcta y hasta de izquierda, dicen ellos, ocurre en México justo cuando llueven escándalos de compra forzada de libros políticos de sus mentores, más denuncias de corrupción en funcionarios federales y estatales, frivolidades y desviaciones de agenda de gobernadores y gobernadoras con aspiraciones a señores y señoras feudales, exhibiciones ostentosas del nuevo charrismo sindical en sociedad con el crimen organizado que parece tener pase VIP a la 4T. Y no hablemos de las clases magistrales de civilidad en el Congreso de la CDMX, donde las discusiones entre legisladoras se resuelven, elegantemente, entre jalones de greñas, insultos y uno que otro cachetadón. ¡Pura democracia progresista ejemplar!
Y claro, mientras nos quieren espantar con el cuento del Tío Richie y Verásteguis que lo acompañan, desde el meritito centro de la llamada 4T sigue creciendo la aceptación y popularidad del nieto del General de División, ex secretario de la Defensa Nacional, e hijo de un ex secretario de Gobernación y ex dirigente del PRI, pero no de cualquier época, sino de la era más autoritaria del viejo régimen. Los genes y estilos no se heredan, pero ponemos le dato nomás para situarnos en esta madeja de incongruencias y falsas imposturas ideológicas.
Sí, lo hemos dicho, nos preocupa mucho que el ejercicio de la democracia liberal reabra las puertas lo mismo a regímenes autoritarios que a emisarios del pasado. Y no es para menos, la volatilidad del votante moderno es resultado de una compleja interacción entre factores emocionales, racionales y sociales. ¿Qué pesará más en la decisión del elector: ¿el bolsillo vacío, la esperanza o la consciencia de compartición de la riqueza de una nación?
Daniel Eskivel, experto en psicología política en su ensayo “Maquiavelo y Freud”, explicaba que “diversos estudios en neurociencia sugieren que las personas con tendencia hacia la derecha suelen mostrar mayor sensibilidad al miedo y la amenaza, mientras que los votantes de izquierda tienden a ser más abiertos a cambios y diversidad. Sin embargo, la decisión electoral rara vez se reduce a una sola dimensión: el bolsillo, la memoria histórica y las emociones juegan papeles fundamentales en el comportamiento político”.
Y ahonda que “la estructura social también influye; grupos vulnerables y sectores marginados pueden inclinarse hacia propuestas que prometen protección o estabilidad, mientras que quienes se sienten seguros pueden apostar por cambios o por mantener el status quo. Así, el voto no siempre es racional ni predecible, sino una mezcla de convicciones personales, intereses materiales y respuestas a la coyuntura política”.
En el caso chileno, la combinación de descontento social por la inestabilidad económica y los titubeos que ha tenido Gabriel Boric en el Constituyente de su país, lo cual generó incertidumbre y miedo al futuro, facilitando que una agenda conservadora influenciara en el electorado.
José Antonio Kast planteó un «gobierno de emergencia» con acciones drásticas, incluyendo: expulsión de una buena parte de los 300 mil inmigrantes, a quienes se les acusa de gran parte de la crisis de inseguridad del “país de los poetas”; y por tanto, acciones de fuerza del Estado contra la delincuencia y el crimen organizado al más puro estilo Bukele, además de restaurar políticas económicas para revertir el rezago del crecimiento económico tal cual lo hace Milei.
¿Y quién dijo que el vaivén ideológico es exclusivo de Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay y un par de países más que ya están haciendo fila para probar la misma receta? ¡Por favor! Esta moda de pasar de la izquierda a la derecha es tan internacional que hasta en Europa ya la usan como accesorio de temporada, tanto que la revista más neoliberal y flemática del mundo, The Economist, empezó a sudar frío. En su último número, nos regalan una perla: “Las advertencias apocalípticas sobre los peligros de la derecha populista europea están destinadas al fracaso”. ¡Pobrecitos, los populistas de derecha ya hasta les quitan el sueño a los gurús del libre mercado!
El ascenso meteórico —y para nada inesperado— de los populistas derechosos en tres países grandotes de Europa pone a temblar a los expertos, que corren a analizar por qué ganaron esos “partidos insurgentes” de la nueva libertad y la nueva democracia, tipo Reform UK en Reino Unido, la Agrupación Nacional RN en Francia y Alternativa por Alemania, AfD… ¡como si fueran criaturas exóticas que aparecieron de la nada! Y los españoles, joder, ahí tienen sus Vox y Ciudadanos robando votantes al Partido Popular y aprovechando toda la miseria de corrupción que arrojan los escándalos del Partido Socialista Obrero Español.
Es más, parece que están esperando que aparezca un manual de instrucciones para entender cómo funcionan los votantes y sus caprichos, porque, claro, eso de perder el control da mucho miedo en los pasillos de la élite europea.
Nuestra presidenta Claudia Sheinbaum afirmó que NO prevé un triunfo de la derecha en las próximas elecciones presidenciales de México, asegurando que el movimiento de la 4T tiene “el apoyo del pueblo; ya que ha dado resultados y no ha traicionado sus promesas”; que “se ha logrado una disminución de la pobreza y las desigualdades”; que “a diferencia de otros casos donde la falta de unidad puede mermar el apoyo, en México se busca la cohesión interna”; y “que sus valores son la honestidad y resultados, sirviendo al pueblo”.
Todo bien, excepto que el ciudadano comienza a observar muchas inconsistencias en sus correligionarios: a) el apoyo popular sin duda es pasajero; 2) nadie cuestiona la disminución de la pobreza y que la nueva política salarial también beneficia, pero todos coinciden que esto será pasajero; 3) pero eso de la unidad y la cohesión social, cuando lo que vemos es una narcoinsurgencia alborotada y una clase política resolviendo sus diferencias con desgreñaderos en las gradas de los congresos y nuevos ricos de la 4T placeándose como si nada en medio de un país de muchos pobres. No ganarán en 2030 las derechas, pero cuidado con menospreciar la ingenuidad del votante que cuando castiga, castiga en serio aunque sea por su propio mal.
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