¿Recuerdan cuando nos dijeron, con el dramatismo de una telenovela y la seriedad de la comentocracia, que México estaba a punto de caer en una dictadura digna de manual, con el poder absoluto en manos de la presidencia, peor incluso que los años de gloria del presidencialismo priista? Era, según los expertos de café gourmet y columnistas que todo lo visualizan en blanco y negro, el apocalipsis democrático y el nacimiento de un monstruo totalitario.
Pero, ¡oh sorpresa!, llega noviembre de 2025 y resulta que la presidencia de Claudia Sheinbaum no es la encarnación del poder que todo lo controla, sino más bien el blanco de una tormenta perfecta: primero Trump y todas sus amenazas arancelaria y exigencia de resultados en seguridad y combate a los cárteles, luego movilizaciones y protestas, genuinas y de las otras, filtraciones frenéticas en LatinUs y Reforma desnudando a los nuevos ricos de la 4T como si fuéramos potencia mundial en espionaje, el famoso huachicolgate, el acosador que alertó sobre la seguridad presidencial, el crimen político en Uruapan y la expectativa casi sobrenatural del regreso de Andrés Manuel López Obrador.
Así que, paradójicamente, el archihiperpoderpresidencialista totalitario paso a desinflarse en menos de un mes, porque dicen ellos, la presidenta muestra debilidad y descontrol. ¿Quién los entiende? Quizás ni ellos mismos, porque los opositores apuestan cada mes a una narrativa distinta para mostrarnos una realidad alterna.
Lo cierto es que, en cualquier encuesta con mínimo rigor metodológico, Claudia Sheinbaum goza del respaldo popular más alto en las últimas décadas e incluso, reconocimiento fuera del país por la forma en que ha ido domando la relación con Donald Trump. Y como tal, no se amaina y ha convocado a una segunda concentración masiva en el Zócalo para el próximo 6 de diciembre, esta vez no para protestar contra la imposición de aranceles sino para celebrar el séptimo aniversario de la llegada de la autollamada Cuarta Transformación al poder. Será una demostración de músculo para apaciguar a sus adversarios antes de fin de año.
Hay muchas cosas criticables al gobierno de Sheinbaum, demasiadas debilidades, hay cabos sueltos en muchos de los conflictos, hay preocupación por la falta de capacidad de su gabinete y más por los pésimos gobiernos estatales morenista, pero la ofensiva opositora no atina al blanco más débil.
Claudia tiene el poder formal como cabeza de las instituciones del país, a las que ha ido ajustando a su medida, y el poder político, ese que muchos esperan ver con golpes en la mesa, pero que no se ve así, pero se siente: así está sorteando los amarres de su antecesor con ciertos empresarios (como Salinas Pliego, por cierto), dio un giro a la política de seguridad, ha trabajado con operadores políticos para tener a raya a quienes quieren dar madruguetes políticos y para tener el control del legislativo y el judicial, acotando a los feudos de gobiernos estatales y mandando líneas editoriales para que adversarios internos y externos sepan quién manda. Cada sexenio hay un estilo, y extraña que pocos hayan detectado cuál es el de Claudia, pues siguen esperando a una Margaret Thatcher o una Angela Merkel.
Pian panito, Claudia tiene a su servicio a los trabajos de sus ex contendientes corcholatas: Monreal disciplinado y regañado una y otra vez hasta llegar al anuncio del retiro; Adán hundido y rescatado, cual muerto viviente; Ebrard haciendo lo suyo en Economía, pero sin el protagonismo que quería; y Noroña, anda como alma en pena llorando por la presidencia del Senado que tantos viajes VIP le había dado. La salida del fiscal incómodo, Alejandro Gertz Manero más allá de las especulaciones que motivaron su salida era un tiro cantado desde antes de iniciar el sexenio y la forma en que se operó muestran el estilo de Claudia de ejercer su poder político.
Fue un noviembre tormentoso, sin duda, en que los demonios estuvieron sueltos, aunque no tanto como para cimbrar al régimen. Y a ese ambiente se sumó el propio López Obrador, para prevenir y advertir a Sheinbaum. Sin embargo, con su olfato y cálculo político, aprovechó para retomar la voz de mando entre el morenismo, imponerse en la conversación nacional e influir en el debate público desde su supuesta jubilación, ganando las primeras planas y decirnos a todos que también estará en campaña del 2027 y 2030. Desde los libros y los videos, sin el contacto con las masas, por ahora, buscaría la extensión de su antigua tribuna.
Sheinbaum, sin engancharse en la estrategia, con cierta elegancia respondió queriendo cerrar la especulación sobre el posible retorno de Andrés Manuel, asegurando tajantemente que «no estamos en ninguna de las tres circunstancias» (golpe de Estado, amenaza a la democracia, o riesgo a la soberanía nacional) que justificarían su intervención, reactivación y mando al frente de la 4T. O sea, es mejor que siga concentrado en La Chingada y produciendo más libros.
“Las piedras arrastradas por la tormenta al final solitas se van acomodando”, repetía un ilustrado y visionario Almirante, y así se aplicó la máxima del noviembre tormentoso de Claudia. Dejó pasar las aguas, evitó las trampas internas y externas que alarmaban de “la peor crisis de su sexenio” para que solitos los actores políticos tomaran su lugar, los problemas en la política exterior y los desafíos del crimen organizado, esos habrá aún de esperar a que los descifre y se ajusten, porque en este momento Juan Ramón de la Fuente está fuera de circulación y su hombre fuerte, Omar García Harfuch, sigue empoderándose para bien y para mal del actual periodo de la 4T.
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