Las cosas como son

Efectos de la negación del padre

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En una sociedad donde el culto a la autonomía de las personas se ha vuelto valor muy preciado, hay una moneda bastante corriente que trae consigo efectos perniciosos, especialmente para los hijos. Para decirlo sin ambages: es la negación hoy habitual de los padres con quienes algunas mujeres procrearon algún hijo, una hija, o varios descendientes. A tal punto se llega en esa, digamoslo así “aceptación”, y parece más bien complicidad, que quienes estamos alrededor solemos afirmar esa exclusión, y de este modo se dice de algunos niños o niñas “no tiene papá”. Se escucha con facilidad en las escuelas, en las calles donde se convive, e incluso los propios niños llegan a expresarlo ya casi sin emoción, como un hecho normal.

Se resuelven por esta vía, es obvio, una buena cantidad de situaciones que no siempre viene al caso comentar. Por ejemplo: la derrota del amor en una relación de pareja que debió de distanciarse, la decisión unilateral de procrear un hijo y de no quedarse a vivir la experiencia de la vida en común, el cumplimiento de las posibilidades procreativas mientras se permanece con los padres durante su vejez y se tiene al mismo tiempo la alegría de un pequeño en casa, la imposibilidad de confiar en los hombres otorgándoles únicamente el papel de ser útiles para la procreación, la culminación de un ciclo de encuentros y desencuentros amorosos para por fin sentar cabeza y tener alguien por quien vivir, la repetición de patrones familiares asumidos como inexorables con respecto a los roles del hombre y de la mujer en la familia, y muchos otros más.

Claro que bastante de lo descrito tiene lugar así, al paso de los días, la mayor parte de las veces sin consciencia clara, sin la amplitud de miras incluyente, con una inocencia que mira “normales” los hechos o que desde esa misma inocencia encuentra un sitio a partir del cual enjuicia o echa fuera al otro sin el menor atisbo de culpa. Consecuentemente, una buena cantidad de esos hombres no tiene la menor oportunidad de encontrar un lugar al lado de su hijo o de su hija, así sea en la distancia.

¿Cómo mira una mujer a un hombre en estas condiciones? ¿Cómo mira ese hombre a la mujer? Y el hijo, ¿cómo mira al padre, al que no tiene, sabiendo que las leyes de la naturaleza son claras en ese sentido? Y el padre, ¿cómo mira a ese hijo o hija? ¿Cómo mira a los otros hijos o hijas, si es que los procreó, en el seno de otra familia? ¿Cómo dice a su primogénito que es en realidad el segundogénito? ¿Cómo mira a su siguiente pareja , con ese hueco en el pecho? ¿Cómo se llevan los días del vivir cotidiano manteniendo el esfuerzo de negar a alguien?

Y es que tan sólo basta mirarse a uno mismo para dar con la respuesta incontestable: una persona, cualquiera que sea su edad, está compuesta del 100% de un papá y del 100% de una mamá, más una pizca de novedad que la vida otorga a esa persona como especialmente suyo. ¿Qué se hace cuando el mensaje indica que se es solamente de una madre? ¿Cómo se eliminan los rastros del ausente en la fisonomía, en los talentos y facultades, en las posturas del cuerpo, en las tendencias a hacer las cosas de cierto modo? ¿En realidad una persona puede “no tener papá”?

Y hay algo que es más intenso aún: ¿de dónde puede venir para esa persona la consideración y la experiencia de lo masculino, si es hombre para llevarlo como su fortaleza, y si es mujer para experimentarlo como lo diferente y a la vez necesario? Cuando una mujer asiente a ser madre soltera, cuando asiente a afirmar que su hijo o hija no tiene papá, y no permite su inclusión en la vida del descendiente, así sea en la distancia, pero amorosa, en realidad niega su propia condición, en realidad no diferencia que la pareja puede terminar pero que la paternidad es para siempre, en realidad se niega a agradecer cuánto ha venido para ella de parte de un hombre: con ese hombre cumplió su destino, con ese hombre llegó a la condición de mujer en tanto pareja, con ese hombre cambió para siempre lo que era y se convirtió en madre, con ese hombre modificó su lugar en el cosmos.

¿Será esta una aportación tan pequeña que un mínimo agradecimiento de la madre al padre y del padre a la madre no amerite ser parte del día a día de un hijo o de una hija? ¿Será esta una contribución tan poco valiosa que impida decir que se es madre separada del padre, lo cual es muy diferente de la soltería? ¿Habrá aquí tan poco agradecimiento que sea el hijo quien tenga que resolver a su manera aquello de que “no tiene papá”?

La consulta muestra en este sentido que la autonomía, la inocencia o el no darse cuenta en este sentido de los hechos tal como son, suele traer consigo dificultades en los hijos, en la relación de la madre con su descendencia, en el establecimiento posterior de relaciones amorosas, entre muchos otros efectos. Lo importante sería, tan solo, otorgar el lugar que corresponde a las personas en nuestra vida tal como fueron llegando por obra del amor, y asentir a los hechos tal como fueron y son, bajo el paraguas de una consideración también amorosa, hasta que lo vivido deje de ser esto o aquello y se convierta solamente en “una experiencia”, una valiosa experiencia que nos ha traído a lo siguiente en nuestra vida.