El Laberinto

El indiferente, el responsable y el mesías

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Un balón que se pierde durante el tsunami japonés y es encontrado un año después por un matrimonio estadounidense en las costas de Anchorage en Estados Unidos, un señor se cae por las escaleras eléctricas del metro y hace carambola, un niño en Iztapalapa muere en el cine por una bala perdida. ¿Qué tienen en común todas estas situaciones? Siempre alguien pensó en algún momento que estaba lo suficientemente lejos de ellas y no les dio importancia hasta que éstas se presentaron en su cara.

Los que vivimos en una ciudad lo suficientemente grande como para no conocernos entre todos, tenemos contacto con cientos de personas diariamente, al comprar, al transportarnos, al divertirnos, esto nos mantiene en un estado de alerta e indiferencia que preserva nuestra salud mental (imaginémonos hablando con todos los pasajeros del camión e involucrándonos en sus vidas y sus problemas para darnos una idea), pero que también nos deja solos ante cualquier cosa en la que dependamos de los demás y nos da un hermoso catálogo de primeras impresiones prejuiciadas y estereotipadas del resto de las personas. Aquí nos encontramos con el indiferente.

Una persona sola no puede pretender ser el paladín de la humanidad, llorar por las noches por el hambre en África, barrer su colonia entera, alimentar a todos los perros de la calle y educar a todos los niños para que sean mejores personas  ni perseguir a todos los malos políticos, pero sí puede ayudar al vagabundo de su cuadra, barrer su calle, cuidar a su perro  educar a  sus hijos y vigilar a sus gobernantes. Señoras y señores: les presento al responsable.

Y ustedes se preguntarán a estas alturas del artículo: “¿y el mesías?”. No lo esperen que no existe como individuo, asuman sus responsabilidades y sus culpas en lo que les atañe y verán cómo el salvador somos todos.