El Laberinto

Mala mujer

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Usted algún día habrá pensado que alguna mujer es mala, estoy segura de ello, cuando ve a su vecina pintándole los cuernos al marido, a Florence Cassez en la tele, o se entera de que tiene un pariente que hace el quehacer y cuida a los hijos mientras su mujer trabaja o peor aun… mientras su mujer descansa. La historia de cada una le tocará a un psicólogo o a un afectado o a su diario personal y es tan larga y tan diversa como malas mujeres hay en el mundo. ¿Por qué  no cambiamos la dirección del cuestionamiento y pensamos? ¿Qué hace a una comunidad pensar que una mujer es mala?

La perdición femenina ha sido un tema recurrente en la literatura y son las novelas las que nos dan mucha información sobre cómo varía a través de las diversas épocas y lugares lo que se espera de la sociedad en su conjunto, de cada sexo en particular y de la relación de estos. Los malos hombres son públicos y aparecen en los libros de historia, en los registros de la cárcel o en la sección de política del periódico, pero la maldad femenina se circunscribe (aunque cada vez menos) al ámbito privado lo que nos da un retrato de los valores vigentes y que le daba a los autores la libertad de hacer descarnadas criticas sociales con la excusa de una historia aleccionadora y ficticia.

Y como para muestra basta un botón, tenemos aquí tres de mis novelas favoritas del tema, elegidas porque en cada una la protagonista se da en un tiempo y espacio diferente y pertenece a un estrato social específico. Comencemos con la clase aristocrática rusa y la bella Ana Karenina de León Tolstoi a finales del siglo XIX, una mujer que engaña a su marido como muchas casadas por conveniencia pero que da la nota al hacerlo público y el escándalo  al huir con él, incluso tener una hija juntos. Para ver el papel real de las mujeres basta con ver al resto de las que aparecen en la obra, infieles veladas o dependientes de su marido, y a la contraparte de Ana, Kitty, una mujer espiritual, abnegada y buena esposa. Mientras Ana sufre rechazo social vemos a su amante pasearse por los salones y siendo bien recibido en todos lados, por ser hombre y estar soltero, a pesar de haber seducido a la protagonista y de vivir con ella.

Nuestro segundo caso es Isidora La desheredada de Benito Pérez Galdós, otra historia decimonónica, donde ella siendo pobre no acepta su contexto y vive aferrada a una mentira sobre su noble cuna, lo que la lleva a ser la amante de varios hombres adinerados que a cambio la ayudan a pagar su eterno pleito legal y a sostener un estilo de vida por encima de sus posibilidades. Aquí cabe recalcar que había pocas formas para que una mujer hiciera dinero, estaban muy ceñidas a un conjunto limitado de trabajos de poca ganancia, ella queda apestada de su grupo por ser la querida, por despilfarrar todo lo que llega a sus manos, por renegar de sus conocidos pero lo más curioso es que pudo haber sido perdonada de todo esto y hasta conseguir un marido si hubiese ganado el pleito. Lo cual nos dice que aunque el matrimonio, el ahorro, y la familia eran importantes, lo era más tal vez el título y el dinero. De nuevo vemos a su alrededor personajes femeninos que nos remiten a lo normal y el trato desigual hacia sus amantes y hacia ella por parte de su grupo social.

Por último tenemos a nuestra contemporánea y paisana Violetta en Diablo guardián de Xavier Velasco, ella pertenece a la clase media y por lo tanto está acostumbrada a vivir de las apariencias y intentar imitar la idea que tienen de los ricos, sin tirar mucho del bolsillo, pero ella decide romper con todo, robarle a sus padres lo que ellos a su vez habían robado pero que no se habían atrevido a gastar e irse al centro mismo del sistema económico que engendró toda esta adoración por el consumo: Nueva York. Esta novela tiene la peculiaridad de no tener personajes de contraste para mostrarnos lo que es normal, lo que nos sugiere que tal vez en un mundo como el nuestro el dinero normaliza casi todo, en el caso de Violetta por ejemplo, la traición a sus padres, la prostitución, las mentiras, las drogas e incluso la ilegalidad. Mas que una asimetría sexual que aunque existe no es tan grande, en esta novela podemos encontrar un abismo social.

Y entonces, respondiendo a la cuestión inicial, las malas mujeres adquieren este nombre y nos hacen sentir incomodidad porque son un reflejo de la sociedad de donde vienen y son la extrapolación de alguna de sus partes hasta un punto donde nadie se imaginó que podían llegar, pero también son una lección de valor y de ruptura hacia un sistema injusto que suele oprimir a alguna de sus partes en favor de las otras, podemos pensar que mientras el daño no sea directo al prójimo que con eso se llega a ser un malo universal sin importar el sexo, el lugar o la época (lo siento Cassez), no estaría nada mal dejar de lado el susto y la  apariencia y ser un poquito “malos”.