¿Tendrá el grueso de la población una idea de lo que ocurre, si en su acometida eléctrica la empresa de clase mundial le entrega un voltaje de 139 en lugar de 120? ¿Cómo afecta a toda su instalación los “picos” que a veces son menores a 110? Seguramente ha notado que de pronto su servicio de internet no jala, o sus focos ahorradores costosos y de supuesta larga vida se funden. Su refrigerador, microondas, pantalla, tostador, computadora, tal vez no exploten al instante, pero tales aparatos, al igual que el cableado interno de su casa o negocio, va sufriendo por estos golpes de corriente que sumados pueden llegar al extremo de un incendio como el ocurrido en La Merced. Los responsables de proporcionar energía —que constitucionalmente en México es el Estado— deben colocar “transformadores” cuya función primordial es mitigar estas variables, compensando las altas y las bajas de voltaje que además de los daños físicos en sus equipos e instalación en general, alteran su recibo de pago, pues cada vez que viene una compensación, durante 30 segundos y hasta un minuto, su medidor puede dar lecturas cinco veces mayores a la cotidiana. Sume esto, por 60 días y encuentre una de las causas por las que le cobran tanto aun cuando la oferta demagógica para justificar la desaparición de la única competidora de la CFE en el país —con el consecuente despido de más de 40 mil jefes de familia— fue que los ciudadanos tendríamos ventajas en la facturación.
¿Por qué se dan estos picos? Las causas son múltiples, pero una de ellas es que, así como hay poderes que no pueden, tenemos transformadores que no trasforman y si bien el inmaduro argumento es echarle la culpa a los que se fueron porque “dejaron equipos viejos”, lo cierto es que con todo y los ingenieros importados desde Sonora, Coahuila y otros estados de la república, en los últimos tres años el mantenimiento deja mucho que desear y es muy poco lo que se puede conocer de la forma en que la parte técnica de CFE, aprueba la colocación de una subestación —como en el ejemplo de EDUCAL S.A. de C.V. — necesaria para mantener focos prendidos todas las noches en su pomposamente denominada librería de barrio. ¿Será esta otra causa del sufrimiento por más de dos días para merecer la atención para servicio de los “poco comedidos” operadores del “071”?[1]
Pero el tema va más allá de las quejas de unos cuantos vecinos.
Si se suman todos los incendios que hemos sufrido en los últimos meses por fallas eléctricas; la tolerancia a cambio de “mordidas” de ambulantes que se cuelgan en los cables que llegan a nuestras casas, las protestas en Oaxaca por el poco transparente manejo de la energía eólica; las luminarias prendidas de día y de noche que luego de un corto tiempo dejan las calles en tinieblas; las vergüenzas de ser descubiertos por los extranjeros en los delitos de miembros de esta empresa de clase mundial —que pretende cobrar a lo chino a sus forzados clientes lo que no es justificable solo para mantener sus ganancias— lo que tenemos es incompetencia agregada a la voracidad de hombres de presa con clase mundial que solo ven el “profit”, pero jamás el servicio.
Distraer al público de estos temas, que afectan lo cotidiano, el bolsillo de una población empobrecida con planes para mover a México o cruzadas para aminorar los efectos de lo que esta política neoliberal ha provocado, es un verdadero delito de lesa humanidad. Muy pocos tendrán la opción de colocar paneles solares —son carísimos— para salirse de la esclavitud económica a la cual nos somete la CFE. Los acostumbrados a la marginalidad seguirán colocando diablitos. Unos más, de zonas marginadas o rurales, volverán a las velas y los mecheros y quizá para satisfacción de aquellos que buscan la disminución de la población con bajos niveles de consumo, se les haga el milagro de un incendio mundial, o la muerte masiva por calor o frío debido a la imposibilidad de pagar la energía eléctrica; y así no sentirán mucha culpa por la alternativa de usar factores biológicos en las vacunas o químicos en la producción de alimentos.
Hoy la comunicación transnacional nos quita el sueño por “la belicosidad de Corea del Norte”. De pronto —justo después de que empezó a trascender el posible uso de agentes químicos por parte de los rebeldes de Siria—, el bombardeo televisivo acerca de los estragos de un presidente al que es “conveniente” sustituir, dejó las ocho columnas y se fue al país colindante con China. Los tambores de guerra se escuchan y la ONU pretende pasar un acuerdo que impida a nadie, que no sean las corporaciones afines al Imperio, comprar armas. ¡Claro! poco se dice de los más de siete mil drones —máquinas de guerra que no requieren de tripulantes— que el imperio tiene y está dispuesto utilizar contra cualquiera que les resulte peligroso y agresivo para las empresas que los sostienen. La era del terminator dejó de ser fantasía, entre la «inutilidad» de contratar migrantes para levantar su cosecha, porque eso lo hacen sus máquinas, los drones bélicos y los planes de exterminio para quienes carecen de altos niveles de consumo, lo único que tienen que asegurar es la energía. Por ello están tan atentos a lo que dispongan nuestros legisladores.
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[1] Lo único que les movió fue el aviso de esta publicación. De nada han servido, las cartas a presidencia, quejas al consumidor y litigios varios en los que se explica el porqué de la negativa de pagos injustificables, por distintos usuarios del barrio de la Conchita en Coyoacán.
Queden ahí para análisis del departamento de recurso humano de CFE o del out sourcing que contrata a los operadores, los nombres de: Roberto Trejo, Daniel Moreno, Moisés Castañeda, entre muchos otros, que sin el menor deseo —¿o será instrucción?— de atender a la ciudadanía, de mal modo justificaban su negativa a siquiera escuchar porque “Usted me está gritando”, “¿cuál es su dirección?”, “¿De qué color es la fachada de su casa?”, “Aun cuando tenga juicio no le puedo atender porque no ha pagado tres recibos”, etc.