Literaria

Desmitificación de la inocencia infantil

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El elogio de la madrastra de Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa (Foto: Especial)

Hace ya varios siglos, las relaciones entre dos personas de edades muy dispares eran algo por lo regular cotidiano; mujeres viudas bastante mayores podían ser pretendidas o arreglar sus matrimonios con hombres muy jóvenes, tanto como preadolescentes y hombres de muy avanzada edad acostumbraban a casarse con niñas tan pequeñas que apenas habían dejado la infancia.

De hecho, el término infancia como lo conocemos hoy en día, está dotado de nuevas acepciones que se le atribuyeron precisamente para evitar este tipo de costumbres en las que regularmente por intereses económicos y sociales los niños eran obligados a casarse y cumplir sus roles establecidos dentro de la sociedad conyugal.

Es a partir del siglo XX cuando las relaciones entre quienes son menores de edad y quienes no lo son empiezan a ser señaladas como un delito y con mucha mayor razón si la diferencia de edades entre el mayor y el menor de edad es considerable.

Sin embargo, este tipo de cuestiones prácticamente nulifica la posibilidad de que un menor de edad, un llamado preadolescente, tenga la capacidad psicológica para ser él quien inicie un juego de seducción y pueda ser el responsable de una situación de ese tipo.

El reconocido escritor peruano-español Mario Vargas Llosa aprovecha esta temática tan polémica y controversial para publicar en 1988 una famosa novela titulada El elogio de la madrastra, una novela de corte erótico que deja en claro una situación muy difícil de aceptar, que un niño al parecer carente de toda malicia, es capaz de seducir a la esposa de su padre una y otra vez.

La novela refleja múltiples veces el sentido de culpabilidad de Lucrecia, la madrastra del niño Alfonso, quien en un principio aparece como un ser que actúa sin mucha idea de lo que está haciendo pero pronto el lector se dará cuenta de que este personaje es el villano de la historia.

El escritor juega con una idea estigmatizada, inconcebible, y propone a un niño como un ser que con astucia y elocuencia, hace uso de su imagen inocente para realizar lo que quiere con la esposa de su padre, disfrutar de ella como mujer, ilusionarla al llenarla de cariño y hacerla sentir importante, para luego traicionarla y realizar una acción intrigante que la sacará de la vida de su padre para siempre, poniéndose él como la figura de la víctima inconsciente de lo que ha experimentado.

La novela al tratar un tema tan controversial, evidentemente no fue del todo aceptada en la sociedad latinoamericana del siglo XX, pues niega rotundamente el concepto de infancia ligado al de inocencia que tanto psicólogos como especialistas en el ámbito legal proponen y defienden hasta la fecha, pintando a un niño con mucha más astucia y malicia que las que podría desarrollar cualquier adulto.

La estética y cuidado con los que está escrito este libro, lo hacen un verdadero deleite a los ojos de un lector con mente abierta, capaz de distinguir que lo que está leyendo es una pieza de ficción que en ningún momento pretende eludir la realidad.

La reflexión que Vargas Llosa nos propone es la comprensión y la suposición de otra cara de la infancia, una cara oculta capaz de comprender y realizar acciones de las que un adulto debería responsabilizarse pero sin esta obligación. Muestra a un niño consciente de lo que, con la imagen que tiene ante los ojos de sus mayores, puede hacer sin temor a represalias.

Es una novela que en definitiva vale la pena leer y que concluyentemente representa ya un clásico de la literatura latinoamericana por su osada originalidad.