Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

¿Disciplina?

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(Foto: Especial)

Ser líder supone ciertas características personales y encierra riesgos que se debe estar dispuesto a correr. La crítica de los muchos es algo inherente a la condición de líder. El cuento del joven, el viejo y el burro, nos muestra cuan difícil resulta a los tomadores de decisiones lograr una aceptación, ya no digamos total, sino cuando menos mayoritaria. Liderar gente con estadios de pensamiento mágico —primitivo o pre-lógico— pudiera parecer más sencillo; sin embargo cuando un tuerto conduce a ciegos o un presidente lo hace con gobernados condicionados  a  responder más con imágenes fantásticas que discurriendo la esencia de las cosas, el resultado es con frecuencia frustrante y en casos extremos predisponente al fracaso. ¿Cuántas historias hemos escuchado acerca del acoso incesante a todas las jovencitas por parte de presidentes municipales, la violencia en contra de “primeras damas”, la homosexualidad y la prostitución como eje central en la vida de personajes con poder o los excesos numéricos de posesiones o controles sobre otras personas?

Sin negar que estos casos de individuos con inteligencia muy limítrofe sean reales, también lo es la existencia de líderes —públicos y privados— cuya fortuna es producto del trabajo, el ahorro y la disposición de regir su actuar sobre bases de respeto con responsabilidad social. En México el mandato constitucional para que el ejecutivo se conduzca por un Plan Nacional de Desarrollo, se convirtió en años pasados en mero trámite desarticulado y por lo mismo sometido a acciones de ocurrencia. Para el caso de PND 2013-2018, se abrió una consulta —que los optimistas deseamos creer fue tomada en cuenta— y se incluyeron mecanismos encaminados a la certeza, la honestidad en el manejo de programas y recursos y hasta “indicadores” que faciliten la evaluación de lo que a los gobernados conviene. Las voces que antes se quejaban de la falta de acuerdos, hoy se rasgan las vestiduras calificando estos y otros muchos esfuerzos unificadores como complicidades. Al PND le llaman insuficiente, equivocado —en cuanto al modelo económico en que se basa—, carente de cambios sustanciales para: un desarrollo igualitario, equilibrado en la distribución de la riqueza, incluyente e imparcial. ¿Por qué quienes ahora lo critican no fueron partícipes del ejercicio que daba lugar a la opinión ciudadana? ¿Qué fue lo que esos grupos presentaron como propuesta que no haya sido tomado en cuenta? Si este es el caso, ¿Qué motiva a vociferar con discursos vacuos, en vez de exigir la inclusión de sus ideas —si acaso çestas fueran procedentes— conforme a derecho? Destruir es, en términos de propaganda, a veces más rentable que construir ¿Cuántos de los que hoy acusan a los corruptos lo hicieron cuando la corrupción estaba en curso? Hacerlo así implica: primero valor, luego conocimiento de los caminos legales y, durante todo el proceso, paciencia, prudencia y sensibilidad para saber lo cual se señala, cómo y cuándo ocurrió todo ello, o dicho en términos psico-sociales, con pensamiento lógico.

Más allá de la teoría esto no es tan sencillo. Armar un equipo de trabajo cuando las plazas están bloqueadas por personas con fobias y sin disciplina —a la norma rectora y el bien común, no al partido o grupo que ahí los colocó— tampoco es tarea fácil si acaso el líder es responsable y con la consideración de que los dineros no son propios y sí provienen del esfuerzo colectivo. La conducción se hace aun más complicada, cuando se requiere de otros líderes, que no disminuyan su creatividad, honestidad y eficacia en aras de servidumbres hipócritas, interesadas y por lo tanto perjudiciales al proyecto general. “Aquí yo lo hago de esa manera porque así lo ordenó el jefe”, “Oye, no te pases, a mçi me pusieron de director general” dice un líder del grupo a un subordinado que se maneja por la libre y que es capaz de contéstale en público, “sçi, pero yo soy compadre de quien te puso”.

El presidente de una empresa o el ejecutivo de cualquier gobierno, debe estar informado acerca del desempeño de sus alfiles, caballos, torres y hasta peones. Una mala jugada del más ínfimo peón, puede poner en jaque al rey. Si un buen número de correligionarios, se alejan del juego por la dudosa calidad de quien dirige una parte de este, debería considerarse que a lo mejor es porque están percibiendo un futuro lamentable del cual no quieren ser parte. A los gobernantes de hoy ¿les merece algún respeto los ciudadanos capaces y honestos que decidieron no participar en política por 12 años? ¿Cuántos de ellos han sido afines a los partidos que con su alejamiento no aprobaron la designación de líderes hoy señalados? ¿Se arrepienten los priístas honestos de Tabasco de haber estado “fuera de la jugada”? Los que hoy aplican la ley, ¿lo hacen por convicción o por venganza?

Vociferar sin más elementos que el “sospechosismo”, “lo usará para comprar votos” —como lo ha hecho el león que cree que todo son de su condición—, con motivaciones como la envidia —por el éxito que tienen otros—, el resentimiento –“me abofeteó en la escuela”- y hasta la inseguridad de quien es incapaz de rodearse de gente más inteligente, resulta al final del día en perjuicio de aquellos a los cuales se quiere beneficiar. La “veda electoral” dejará en el limbo trámites de programas sociales urgentes, que los amarillos, azules y todo el arco iris de mediocres son incapaces de analizar y medir en sus consecuencias. El pueblo espera que los verdaderos líderes se sacudan de disciplinas abyectas y cobardes, para continuar avanzando en la ruta del servicio y la responsabilidad. Dignidad y congruencia, matan disciplina irracional y sometida a intereses perversos. A los alfiles incómodos hay que soltarles la cuerda, ellos solos habrán de enredarse.