El dinero ha sido desde los tiempos más antiguos un factor del comercio, pero también medio para sustentar o destruir valores —individuales, éticos, morales, nacionales, ideológicos etc.— de toda índole. Si analizamos el Corán, podemos ver que por falta de recursos los veinte años de lucha del profeta receptor de mensaje de Alá por conducto del ángel Gabriel, estuvieron en el riesgo de quedar como simple capítulo intrascendente de la historia, por insuficiencia de recursos. No es sino hasta finales del siglo VII con la dirección del califa Abd al Malik que con la religión como eje empieza a florecer el expansionismo árabe y, para ello, tal cual se hizo en el imperio romano, son las monedas[1] e inscripciones relacionadas con el credo islámico, las que sustentan su poder. ¿Cuánto costó a la dinastía abasí —que sustituyó a la omeya— imprimir y difundir el Corán 125 años después de la muerte de Mahoma?
En el primero de los libros del Pentateuco atribuido a Moisés cuyo tema se refiere básicamente a los orígenes de la tierra y la humanidad, desde muy pronto aparece el dinero como parte de las relaciones humanas. La heredad que Abraham pretendió comprar a Efrón —hijo de Het— básicamente para poder sepultar a su esposa Sara, muerta a los 127 años, tenía un precio de 400 ciclos de plata. Esta suma aparentemente insignificante para el dueño no es lo que movió a su propietario a donarlo a quien en el antiguo testamento y por ende en la Tora, se considera el receptor de la promesa de Jehová, para multiplicar su descendencia, en el nivel de las estrellas del cielo y las arenas del mar. ¿Qué es eso entre tú y yo?, dijo el dueño refiriéndose al precio, al tiempo de darle su tierra y la cueva en la cual se sepultó a Sara, a quien hoy se considera el fundador del pueblo judío.
Pero también por ambición de dinero, los medios hermanos de José, lo vendieron a unos comerciantes nómadas. ¿Fue solo el hambre lo que movió a estos mismos antiguos traficantes de humanos para buscar comprar alimento en Egipto? Cuando apenas empezaban los primeros dos años de las 7 vacas flacas, los hermanos se reencuentran. El que ahora era rico y poderoso no es reconocido por quienes no lo amaban y en cambio le temían debido a su rango El tema de la devolución del dinero dentro de los sacos de trigo ¿Fue generosidad o primer paso para una “dulce venganza”? Cobrársela a quien te la hizo casi es imposible a quien carece de dinero. ¿Cómo podría un ciudadano lograr que se exhiba al gobernante que se adueñó de mala manera —por una expropiación injusta o una extinción de dominio truculenta— de su propiedad? ¿Cuánto vale en términos financieros varios años de cárcel injustificada? ¿Qué mueve a los que abusan del poder, devolver sus bienes “asegurados” a quien ya demostró su inocencia?[2] ¿Por qué el primer paso en el orden del proceso jurídico —sobre todo el sajón que se ha infiltrado como salitre en el nuestro— es el aseguramiento de bienes?
En el tema de los descendientes de Jacob, cuyos últimos dos hijos —José y Benjamín— lo fueron de su vejez, no puedo evitar referirme al vergonzoso caso de un ex ministro de la SCJ que quizá en su fuero interno extraña a sus hijos pero; que es incapaz de poner su dinero para demostrarles ese amor. Finalmente Benjamín, los medios hermanos y el padre no muy prudente y de un origen tramposo se ve beneficiado por el hijo que logró poder y dinero, fuera de su influencia familiar y en calidad de emigrante en un país extranjero.
Como siempre ocurre con el cambio de cabezas cuando la propaganda insiste en una recaudación que debiera ser más amplia, los burócratas eternos, sacan de los archivos, datos de empresas que ya has sido dadas de baja —algunas hace mas de 20 años— y personas físicas fallecidas o sin más ingreso que su exigua pensión y, envían notificaciones amenazantes a los nuevos propietarios de los espacios donde dichos muertos estuvieron asentados. ¿Cuánto dinero se necesita para evitar la molestia de un inspector hacendario enjundioso que poco entiende de la presunción de inocencia y está presto para “ganar dinero” mediante la extorsión y el miedo? ¿Porqué el pueblo se entusiasma con el anuncio ilegal de que habrán de embargarse bienes a un ex gobernador presuntamente culpable y se enfurece con la juez que niega dicho embargo por considerarlo jurídicamente improcedente?
Quizá la respuesta esté en esos 38 senadores calladitos al recibir más de cuatrocientos mil pesos para apoyo de su trabajo de campo —lo electoral también es campo— que ante la publicidad de ese uso de nuestro dinero, simplemente siguieron calladitos o justificaron con sin razones de risa la no devolución del mismo. Y es que como estableció aquel del “haiga sido como haiga sido” parece que cuando menos en este planeta como decimos por acá “lo cáido, cáido” Ojala que dentro de seis años, no escuchemos el lloro y el crujir de huesos, pues como sentenció un apóstol en el inicio del cristianismo: “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores”[3].
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[1] Las más antiguas son copias de los Dirhams de plata del rey sasánida Yezdigird III, acuñadas en el califato de ‘Uzmán , radhiallahu ‘anhu. A diferencia de las originales tienen una inscripción en árabe en los márgenes del anverso «En el nombre de Allah». La mayoría de estas monedas y las que posteriormente se acuñaron tienen fechas del calendario de la Hégira. Las más antiguas monedas musulmanas de cobre son anónimas y burdas copias de las piezas bizantinas de a 12 nummi, de Heraclio de Alejandría.
[2] El reciente caso del general Tomás Ángeles Dauahare es quizá el más ilustrativo de este anómalo uso del dinero.
[3] La de Timoteo 6:10.