Candil de la Calle

País desinformado

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La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente.

George Bernard Shaw

Enrique Peña Nieto, Primer Informe de Gobierno (Foto: Especial)

Una economía en picada.

Condiciones de violencia y criminalidad que no cesan —aunque se callan— en varias regiones del país.

Un conflicto con el magisterio sin visos inmediatos de que alguien sepa solucionarlo.

Una reforma educativa que no aterriza ni atiende condiciones elementales de la impartición de la educación en el país: escuelas viejas, carencia de aulas, poblaciones rurales sin maestros, baja calidad, incapacidad para atender la demanda en educación media superior y superior.

La complicidad de los monopolios televisivos y radiofónicos para vender —como productos de marca— supuestos logros y avances, casi con tanto empeño como actualmente se hace para cultivar la percepción de que la protesta magisterial es insubsistente, ilegal, invasiva de instituciones —como el honorable Senado o la honorable Cámara de Diputados— y perjudicial para el resto de la humanidad.

Son todos estos escenarios del primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto, todos ausentes de un informe en el que no se ha dicho nada nuevo, y sí se muestra un desgastado empeño por montar una parafernalia estilo viejo PRI, en la que las alabanzas y los aplausos a un discurso anodino y repetitivo buscan ahogar protestas, reclamos y cuestionamientos.

A estos escenarios añadiré uno que destaca la agencia CIMAC (Comunicación e información de la Mujer): la ausencia de los temas relacionados con los derechos de las mujeres, los programas de transversalidad, las políticas públicas encaminadas a cumplir o atender las recomendaciones de la CEDAW, la ONU y otras instancias que ven con preocupación una especie de freno o retroceso en los avances en materia de derechos femeninos, no sólo en el estado de Guanajuato —hay que puntualizarlo cada que sea posible— sino en casi todo el país.

Apenas por estos días, se registró un intenso intercambio de tuits entre la periodista Lydia Cacho y el gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge, en el cual Cacho le reclama el cierre del Instituto de la mujer de ese estado, por “falta de presupuesto” porque el que tenía asignado lo usaron en las elecciones.

Baste señalar que en el arranque del gobierno se planteó un crecimiento superior al 3 por ciento en la economía en el presente año, que poco a poco, en el transcurrir de los meses siguientes, se fue desinflando y ahora se prevé que no llegará al 1 por ciento.

“El primer año de gobierno es difícil”, opinó ayer el gobernador Miguel Márquez, a propósito del “informe” presidencial.

Márquez tiene la experiencia propia al respecto, sin duda.

Se cree que el primer año es propicio para dar el beneficio de la duda a los nuevos gobernantes, que apenas echan a andar programas, a armar proyectos, a desencadenar procesos y cambios y a asomar el cumplimiento de los compromisos asumidos en las campañas.

Pero en el fondo, me pregunto si a todos aquéllos que votaron por el PRI —el de la experiencia de décadas en el poder, el nuevo o el de siempre— o por Enrique Peña Nieto no les está calando la pregunta:

¿Pues no que ellos saben cómo hacerlo?