Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

La gente decente

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(Foto: Especial)

Para comprender qué tipo de independencia tenemos, es menester conocer la historia del pensamiento de México, la cual no es simple acumulación de datos, sino un ejercicio que, basado en supuestos indiscutibles para reconstruir lo ocurrido en 1810, parta de relatos y documentos a fin de evaluar la verdad y hacer una análisis comparativo con la realidad actual que nos permita contextualizar, por ejemplo, la celebración que hoy tenemos.

La noche del 15 de septiembre millones de personas gritarán “¡Viva México!” ¿Esto significa que se encuentra enfermo, agonizante o muerto? ¿A qué diagnóstico nos llevan los noticieros y programas de “análisis” acerca de la salud de México?

El contexto filosófico de los siglos XVII y XVIII hizo de la participación de los católicos  un elemento por demás importante en el establecimiento de un país sustentado en los principios liberales, a fin de dar salida a los problemas surgidos de las incongruencias entre el modelo teórico republicano y la incapacidad del gobierno para resolver controversias de centralistas y federalistas. ¿Le hace sentido lo escuetamente informado acerca de las diferencias —acciones de inconstitucionalidad— entre la federación y los estados de Oaxaca, Guerrero o Michoacán? ¿Quién tiene la razón en el desencuentro con el gobernador de Sonora?

En el concepto de Independencia, la educación juega un papel muy importante, pues desde hace 200 años y dejando de lado el tema de la “moralidad” —religiosa o no— impuso la visión positivista de los seguidores de Comte. ¿El sustento de la educación 2004 años después de la independencia sigue siendo el de Gabino Barrera, quien cambió el liberalismo por el positivismo francés? ¿Cuántos de los hoy reformadores de la educación comparten el punto de vista de Justo Sierra?[1] ¿La corrupción es un asunto de moralidad pública o privada? ¿Se resolvería solo con educar?

Hoy día la gente “decente” está segura de que el primer objetivo del gobierno es la paz y una vez lograda la erradicación de los criminales —secuestradores y traficantes de todo— debe haber “Poca política y mucha administración”. A partir de esto, el progreso es inminente y la inversión extranjera[2] le apoyará para que crezca como nunca lo hemos visto.

La pirámide social del liberalismo en países extranjeros es “muy alta y de base angosta” en cambio en México, su “base” —detractores, caciques, clero, campesinos bandidos, salteadores de caminos— es amplia, su altura corta y entre cada una de las tres capas existe una gruesa, losa… como de concreto”, que impide a la lluvia del éxito escurrir en vez de estancarse en las porciones superiores[3]. ¿Es esta visión similar a la del neoliberalismo que de nueva cuenta se abre al mundo europeo? Para Porfirio Díaz abrir México en estas condiciones implicaba una centralización absoluta del poder, a fin de evitar que mucha gente interviniera en la toma de decisiones, lo cual suponía pérdida de tiempo y autoridad. Así las cosas los gobernadores eran meros receptores de la voluntad central y si alguno se inconformaba solo había dos sopas: conciliación o represión. Las matanzas de campesinos y bandoleros que se quejaban o levantaban en armas estaban a la orden del día siempre aplaudidas por “la gente decente”, como también festejaron el otorgamiento de tierras, propiedades arrebatadas a otros y dinero a los caciques que garantizan orden y paz.

En un ambiente de aparente respeto a los procesos electorales, consentir la formación del partido “Unión liberal” es solo un acto más de la comedia democrática, encabezada por el secretario de Hacienda[4], quien apoyado por diversos parlamentarios, confiaba en la posibilidad de cambiar el rumbo de gobierno aunque siempre fieles al presidente, que con el paso del tiempo ya evidenciaba su recelo y casi paranoia a todos los científicos, no así a la “gente decente”

Este grupo de privilegiados son entes de dinero resultado de jugosos negocios que se les conceden, usufructuarios de empresas formadas con dinero extranjero —textil, ferrocarriles, petróleo, minería—, herederos de grandes fortunas logradas no solo por los originales inversionistas sino por empleados que luego se convirtieron en competidores de quienes les trajeron de Europa como ejecutivos. Tal población blanca de ojos claros y cabellos rubios, jamás se mezclaría con los corrientes y vulgares aun cuando fueran ilustrados y es capaz de emitir juicio descalificatorios de personas que ni conocen, solo porque alguno de sus pares les convenció de la calidad de “inmoral, desagradecido, revolucionario o vulgar” de aquel que pudiera superarlos. Personas asiduas a tertulias “culturales” donde la fotografía oportuna les permitirá presumir su nuevo traje, su costosa joya y el roce con sus pares. “Damas y caballeros” con tantas limitaciones emocionales que a veces son incapaces de distinguir entre la auténtica alcurnia y los adictos a la mentira y el chisme, impulsados por su afán mimético y pretensión de emular a la “gente decente”.

Esta gente decente que eventualmente se reúne con “la chusma” siempre que esta se encuentre ubicada en las altas esferas del poder, nunca ha dejado de existir. Su dominación maquiavélica permitió dictaduras, ha derrocado poderes y continúa hoy dominando con su capitalismo transnacional, riendo, divirtiéndose y vistiendo de gala para celebraciones trascendentes como la que tiene lugar al interior del Palacio Nacional, les recibirá para aplaudir las mejores condiciones que siempre se les ha dado por sobre los inversionistas nacionales, motivo por el cual van a gritar ¡Viva México!

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[1] Para él, la dictadura de Díaz era una etapa necesaria en la evolución mexicana hacia la modernización y la democracia.

[2] Cuando Porfirio Díaz celebró el Centenario de la Independencia, en la columna del Ángel a la cual acude hoy el pueblo a festejar todo; el capital forastero controlaba el 90 por ciento de lo invertido en minería, electricidad, petróleo y bancos. El dinero ajeno acarreó fortuna, aunque no independencia.

[3] Daniel Cossío Villegas.

[4] Justo Sierra estaba entre los que conformaron este grupo, junto con Rosendo Pineda, Pablo Macedo y José Yves Limantour, con los que más tarde formaría el Partido Científico. En su programa de gobierno, introdujeron cambios aunque eligieron como candidato a la presidencia a don Porfirio Díaz quien aceptó la postulación aunque al final hizo a un lado dicho programa empezando a desconfiar de ellos.