
Nos pasamos diciembre sentados en la mesa. No importa como quieran llamarlas con quien las hagamos es temporada de comidas. Parece que los buenos deseos se transmiten a través de la opulenta repartición de elaborados y costosos manjares, como si tuviéramos que acabarnos todos los víveres del año en los últimos días del último mes. Comer en diciembre es una obligación social indispensable para mantener vivas nuestras relaciones.
Lejos de las festividades, el resto del tiempo la hora de la comida te dice mucho sobre las personas. Si quieres conocer a Inés come con ella una vez, debería dictar algún refrán. Yo por lo menos siento que no conozco a la gente hasta que come conmigo y es por una sencilla razón: comer todos los días del año es una obligación individual, algo que tenemos que hacer para mantener nuestros cuerpos vivos y sanos pero como cumplirlo es completamente opcional.
Me provocan profunda desconfianza las personas que comen con prisa, sin ganas, que no le agregan especias ni nada que haga especial su comida y que ni siquiera la miran, esos que te da la impresión de que lo hacen para cumplir el trámite y pasar a otra cosa. Seguro son los mismos que se desesperan en el transporte, que se enojan en el trabajo, que no saben disfrutar los libros y solo los intriga el final, en fin personas que solo persiguen metas y no gozan los procesos.
¿Y eso que tiene que ver con la navidad? Aparte de que tendrán la oportunidad de ver a mucha gente comer, que ya es ventaja para saber con quiénes están tratando, debemos de disfrutar de este proceso de cierre de ciclos, de este trámite de acabar el año y empezar el otro, gozar de las fiestas, de las comidas y de toda las compañías y pensar en ir poniéndole especias y dedicarle el tiempo que se merece a todos los compromisos que hagamos con nosotros mismos para el próximo año. Solo me queda decir que se sienten a la mesa y que tengan buen provecho .