Histomagia

Hablan los callejones

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(Foto: De Paul Morin)
(Foto de Paul Morin)

Ser parte de una ciudad cosmopolita como lo es Guanajuato, es sin duda ver el regreso de los hijos pródigos, hijos teóricos, aclaro, que no pueden ni quieren cortar su hilo rojo que los tiene y mantiene conectados con su terruño. Esta semana Amaury, un exalumno y ahora amigo mío, me habló que para él, que estudia Arqueología en Zacatecas, le atrae, más que todo, la Arqueología Colonial y habló de manera precisa y entusiasta, de la posible búsqueda que a mediano plazo desea realizar de esa ciudad antigua que está debajo del actual Guanajuato y que, sustentado por la historia del objeto, dará frutos para entender el hecho histórico en sí, porque ama su ciudad y él está determinado a regresar y ser profeta en su tierra. Obvio que esta puesta de escenario, me hizo rememorar todo lo mágico que nos rodea aquí.

No sé por qué las noches que más provocan a los espíritus son esas ventosas que hacen hablar a los callejones porque el viento al pasar chifla de tan fuerte que va, además si vas solo, los sentidos se agudizan para poder escuchar y oír bien a bien a los que van cerca de ti y que a veces no los puedes ver, pero los escuchas, sabes que te acompañan y sientes si son buenos y te cuidan o son malos y te molestan… eso sí, siempre que uno anda en esas circunstancias, no hay mejor remedio que encomendarte a las Ánimas Benditas o a los santos de tu preferencia para que puedan llevarte con bien a casa.

Me han contado tantas cosas, como el hecho de que las viviendas hablan también ruidos en las casas, golpes en las paredes, apariciones, ritos, capillas, y muchas de las veces se les atribuye sí a los espíritus, pero las más de las veces es por intervención de humanos en vida: uso de tabla ouija, lápices, lectura de cartas, limpias, curaciones energéticas de diversa índole, pero que están arraigadas en el imaginario sociocultural de esta ciudad, y que sustenta el hecho de que la vida de los guanajuatenses es mágica y misteriosa.

Recuerdo los relatos tan vívidamente que en verdad a veces me da miedo. No, si el miedo no anda en burro. Ya me han pasado cosas como eso de querer bajar a desayunar a la cocina y bajar rápido porque ya los ruidos de manufactura de la comida, el olor del café, del pan y unos huevitos recién hechos te atraen inmisericordes, pero bajas y ¡oh sorpresa!: nadie está en la cocina y todos los utensilios en su lugar. Ese día no salí corriendo porque me quise explicar por qué pasan estas cosas en el Tecolote, la histórica y antigua entrada a la ciudad.

No sé si la búsqueda de información sobre temas mágicos y el manejo de energías, sea parte de una curiosidad ancestral heredada o sea parte de lo que aquí en Guanajuato se vive, lo que sí sé es que, en aras de explicarse este mundo trascendente y verlo y vivirlo a manera de realismo mágico, puedes venir, caminar por sus calles y callejones, visitar y recibir de sopetazo el olor de las casas antiguas que cuentan su edad y sus decires de otros tiempos. No tengas miedo, total, quien quite y te regresas a tu lugar de origen o como muchos, te quedas a vivir en este lugar donde lo sobrenatural es pan de cada día, tarde y noche. Ven, lee y anda Guanajuato.