
No soy fan de Carmen Aristegui.
La escucho muy de vez en cuando. A veces, la escucho y opto por usar la magia del control remoto y cambiar de estación.
No comparto ni me gustan algunas características de su estilo.
#EndefensadeAristegui es una opción. Como tener el control remoto en la mano. Una elección.
Mi elección fue inconformarme, expresar mi descontento. Unirme a otras voces y dar a conocer mi descontento por la forma y las formas empleadas por la empresa radiofónica MVS para, de golpe y plumazo, decidir que el rating y la credibilidad que el noticiero que hacía el equipo de Carmen Aristegui con ella a la cabeza, se podían ir en tres días por el caño.
Es como si desaparecieran un botón del control remoto, arbitraria e impunemente, y me dejaran con una opción menos a la mano.
En esto del periodismo y los medios de comunicación, siempre se habla de la política de las empresas, de que quienes trabajamos en alguna de ellas portamos una camiseta institucional que aceptamos, entendemos o asumimos, con todo y los propósitos (públicos u ocultos) que estas empresas tienen en su posición en el mercado. En este caso, el mercado de las comunicaciones.
Que somos empleadas u empleados y, como tales, debemos sujetarnos primero que nada a los lineamientos contractuales y empresariales. Y los hay que exigen esto, antes que atenernos a la propia ética periodística.
Hay que decirlo: se nos pide una lealtad que, de verse amenazada en lo mínimo, nos cuesta cara y se nos cobra con el empleo.
Una lealtad que se exige casi firmada con sangre… pero que generalmente no es correspondida, salvo en muy honrosas excepciones.
Hoy más que nunca, ante la vulnerable condición del periodismo en este país de fosas, muertos y desaparecidos, el periodista se ve casi siempre solo y sin el respaldo del medio al que pertenece cuando se encuentra amenazado, en peligro… o cuando incomoda al poder.
Es en este panorama en el que el alegato de una empresa como MVS, argumentando la rebeldía inconveniente de Carmen Aristegui y su equipo al incorporarse al proyecto Mexicoleaks, nos resulta insuficiente para dar pie a la decisión, primero, de despedir a dos periodistas que, coincidencia o no, habían hecho un trabajo de investigación de primer nivel, recurriendo en mayor medida a los mecanismos del Acceso a la información pública, y que evidenciaron conflictos de intereses de la pareja de Los Pinos, relacionados indebidamente con contratistas que fueron favorecidos desde el gobierno del Estado de México y posteriormente desde la Presidencia, con contratos multimillonarios.
Lo que algunos llaman desacuerdo entre particulares, lo fue quizás por unos minutos para alguna de las partes. Es ciego quien no quiere ver los propósitos, la mano que mece la cuna, y la doblegación incondicional al poder.
Es por lo que representa este manotazo de poder, por la trascendencia que tiene para el Derecho a la información y para todas y todos los periodistas en México, que elijo expresar mi inconformidad, mi desacuerdo.
Escucho entre mis colegas voces que, de manera inevitable, se preguntan: “¿Si esto hacen con Aristegui, qué nos esperamos?”.
Es el noticiero con la mayor audiencia, el principal rating de MVS, al menos en materia informativa. Un grupo de periodistas que le dieron a la empresa otro nivel de aceptación y credibilidad ante la opinión pública.
Lo hicieron con su trabajo. No es poco y no es gratuito.
Si de lealtades hablamos, se traiciona a la audiencia, al radioescucha, al televidente, en menoscabo de la posibilidad de informarse, de saber, y de elegir dónde y con quién obtener esa información.
Un botón menos en el control remoto.
Una demostración de fuerzas ulteriores que lanzan advertencias ominosas en contra de las libertades. Que coartan los derechos, uno tras otro.
Intentos por dejar menos espacios, menos opciones, menos voces, menos derechos.
Menos país.