Entre caminantes te veas

Premonición

Compartir

amanecer desde yerbabuena PMNo pensó en el peligro, ya que no conocía a ese hombre salido del callejón del Calvario, ni en que ayudar podía poner en riesgo a su pequeño hijo, que como siempre, se aferraba a su mano. Sin embargo, cuando él la abordó para pedirle rescatar a alguien en peligro accedió y comenzaron el ascenso al lado de aquel desconocido. Se detuvieron a la mitad del callejón, frente a una casa vieja cuyas puertas de madera estaban abiertas de par en par, adentro, en el patio central, había varias mesas sobre las que se exhibían artesanías de colores vistosos.

El hombre le dijo que la víctima estaba cautiva en el cuarto al fondo del patio, que debía distraer a la mujer para poder entrar en la habitación. Así lo hizo. Recorrió el lugar observando el escenario, alrededor de él había varios cuartos, en uno de ellos asomaban las piernas velludas de un hombre que miraba la televisión y en contra esquina del cuarto en el que estaba la víctima se encontraba la cocina. De ahí salió la mujer al advertir su presencia.

No le fue difícil ganarse su confianza. Así que cuando le ofreció un vaso con agua para su niño, ella accedió gustosa, a sabiendas de que no habría otra oportunidad mejor que aquella.

En cuanto desapareció de su vista, tomó a su hijo en brazos y caminó rápidamente hacia la puerta. Sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo alcanzó la perilla, la giró, la puerta cedió y entró cerrando rápidamente tras de sí cuando escuchó los gritos de la mujer pidiéndole al hombre que la detuviera.

El lugar estaba completamente oscuro, sintió que algo parecido a un carrito de minero le cortaba el paso, sin pensarlo dos veces entró y se sentó, éste se puso en marcha automáticamente descendiendo vertiginosamente, como si estuviera en medio de una montaña rusa. Se inclinó sobre su hijo para protegerlo. Sentía arañazos en todo el cuerpo, golpes, había algo chocando contra ella, muchos algos, salían de las negras paredes. Pudo atrapar una de esas cosas solo para descubrir con horror que eran ratas. El cuarto estaba repleto de ratas.

Abrazó con más fuerza a su hijo cuidando que ni un milímetro de ese cuerpecito quedara a merced de los roedores repitiendo frenéticamente: “Todo está bien, nada nos sucederá, sólo cierra los ojos y espera”.

Cuando el carrito alcanzó la calle, el hombre barbado los ayudó a bajar. En él, también estaba un perro cuya presencia nunca percibió, el pobre animal sangraba, le faltaban pedazos de carne, pero movía la cola agradecido.

—Él estará bien —le dijo— y  tú también… saliste del Callejón del Calvario porque tuviste fe.

Cuando Él alargó su brazo para acariciar el cabello del niño, ella cayó en la cuenta de que estaba frente a Jesús.

Cinco años después, recordó ese sueño, justamente el día en el que, destrozada, llegó a Guanajuato intentando rehacer su vida junto a su hijo y se encontró de pronto en la Calle de Sopeña, frente al Callejón del Calvario…