
Me parce muy injusto lo que han hecho con José María Morelos y Pavón en los billetes de cincuenta pesos, donde sus rasgos se han afinado gradualmente hasta acabar por negar toda la herencia negra que ostentaba su rostro y al parecer no es la única operación estética a la que lo ha sometido la historia.
Recientemente vi, en una exposición sobre indumentaria, una casaca que perteneció al insurgente y además de su excelente estado de conservación me sorprendió mucho un detalle en el que nunca había pensado siquiera: Morelos además era gordo.
Dirán ustedes que es un dato superfluo y que no tiene importancia la talla de ropa que hayan usado los héroes nacionales, pero la verdad es que da mucho en que pensar sobre ellos; primero, aunque pudiese sonar obvio, tenía una buena alimentación, esto quiere decir que tal vez no estaba en una posición tan poco privilegiada como para levantarse en armas y arriesgarse en dicha acción, segundo es que era un hombre sedentario que ya pasaba de los cuarenta años y el esfuerzo físico de pelear la batallas debió ser mucho mayor de lo que todos suponemos.
Como podemos ver, el sobrepeso de Morelos le aumenta valor a su heroísmo y nos lo muestra como un hombre empático y perseverante; pero entonces, ¿por qué siempre nos lo representan en una complexión media? Aunque no puedo dar una respuesta exacta me aventurare a dar una explicación, aunque este laberinto naufrague en la especulación.
Resulta que en el imaginario colectivo los héroes nacionales tienden a volverse irreales y perfectos, no tienen pasiones, rencores, contradicciones ni defectos, son meros monigotes decorativos, estatuas sin expresión a las que honramos a la vez que las alejamos de su propia naturaleza, en nuestro catalogo de héroes no caben los borrachos, ni los egoístas, ni los que dudaron y por lo visto tampoco los obesos, estos defectos se los dejamos bien colgaditos y exagerados a los villanos de la historia, como si estar del lado de los derrotados no fuese ya suficiente afrenta.
Esta idealización de las personas que hicieron algo por el país tiene una nefasta consecuencia en el presente, pues nos niega automáticamente el derecho a pertenecer a su grupo partiendo de nuestra propia imperfección. Resulta que con los personajes heroicos del presente ocurre lo contrario que con el rostro de Morelos en los billetes, le vamos sumando defectos hasta dejarlos irreconocibles de feos y por lo tanto indignos de admiración.