Candil de la Calle

Ella tuvo la culpa

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Tania Reza, conductora de un programa llamado “A toda máquina” en una de las filiales de Televisa, tuvo la osadía de reaccionar incómoda ante el acoso sexual y los toqueteos que, ante la pantalla, le hacía su compañero el también conductor Enrique Tovar mientras supuestamente intercambiaban saludos y comentarios dirigidos al público: le puso un alto, dijo No, dejó el micrófono y se alejó de su compañero el acosador.

Esta fue la escena que vi en un video que el lunes circuló profusamente en las redes sociales, en portales informativos, de espectáculos. Tras esta primera escena, que rápidamente fue replicada desde algunos espacios informativos como la nota de una conductora que es acosada por su compañero en pleno programa, vinieron una segunda y una tercera parte.

La televisora hizo público un segundo video en el que Tania Reza y Enrique Tovar aparecían sonrientes, declarando ante la cámara que todo había sido un montaje en el que ambos habían participado de manera consensual “para elevar el rating” —más o menos así— y que se había salido de control, puesto que no imaginaron la reacción en cadena que ocasionarían.

La misma empresa difundió un comunicado en el que anunció el despido de los dos conductores, alegando que se les había pasado la mano, que fue incorrecto lo que hicieron, que no solapa este tipo de acoso… y, en un remate que enriqueció todas las especulaciones generadas en las horas siguientes, sugirió a la conductora que, si en verdad había sido víctima del hostigamiento de Tovar, y no participó en un montaje “como fue la versión que dio”, se le brindaría el apoyo para que procediera ante las instancias correspondientes.

Ni una sola línea después sirvió a Televisa para dejar en claro que la conductora no perdería su trabajo si efectivamente había sido víctima, y o actriz, del acoso en su espacio de trabajo.

A todo ello se sumó la decisión de la Conapred de iniciar un expediente para investigar lo ocurrido durante esa grabación, en la que el conductor aparentemente bromea con su compañera mientras le jala el vestido, le toca repetidamente el collar y luego, el busto, mientras el gesto de Tania va transformándose, de la sonrisa mientras intenta seguir con sus diálogos y saludos a la evidente incomodidad, intentos por frenarlo sin ser muy evidente, hasta que definitivamente dice no estar más dispuesta a aguantarlo, se quita el micrófono y abandona el estudio.

Las disculpas de Enrique Tovar no fueron, en un solo momento, por su conducta, por su actitud machista, por las bromas misóginas y los toqueteos públicos al cuerpo de su compañera. El conductor pide al público que disculpe a Tania, atribuyendo además la explicación más estúpidamente sobada de todos los tiempos: “anda hormonal” y rematando con una frase digna de su estatura como ser humano: “se le subieron las ubres”.

Como en un espectáculo de lucha libre, mientras se analiza lo que ocurre en el cuadrilátero, es preciso también echar una mirada a la reacción del público.

En las redes sociales, yo comentaba que si esto se trataba efectivamente de un montaje, era deplorable por todos los ángulos vistos, porque en nada abona en favor de esta sociedad incluyente, tolerante, igualitaria a la que muchas y muchos le apostamos.

En todo caso, lo que vimos abona a lo opuesto: muchas miradas como la de Enrique, tacharon también a Tania de “estirada”, “sangrona”, “hormonal”, “para qué trabaja ahí”, “por qué se viste de esa manera”, “no se aguanta”, “no es para tanto”.

Estas expresiones son exactamente las mismas que en lo cotidiano se usan para señalar a una alumna violentada por un maestro “porque se enamoró de él y ella lo buscaba”.

A una joven “porque sale por las noches y siempre se viste de esa manera” para justificar una violación.

A una mujer “porque hizo enojar a su esposo” y fue golpeada o insultada.

A una víctima feminicida “que ya andaba con otro y por eso la mató”.

Mucho falta aún para aprender, para entender, que el que abusa es el maestro y comete un delito; que el que viola es el delincuente y es quien debe recibir un castigo; que quien golpea o comete otro tipo de maltrato al interior de la familia infringe la ley y debe enfrentar las consecuencias, y que quien asesina a una mujer por su condición de mujer, es un criminal y como tal debe ser tratado por las autoridades, por las leyes y por la sociedad.

El acoso sexual en el espacio de trabajo, por cierto, también es un delito.