
En las plazas de toros (no se angustien animalistas, no es un laberinto taurino) existe una peculiar norma pues las personas que se sientan en el sol tienen el derecho y casi la obligación de soltar toda clase de improperios, mientras que las que están a la sombra deben permanecer calladas, aquí si se tiene que estar en la posición adecuada para poder hablar.
Desde donde provienen las críticas y los comentarios es casi tan importante como el contenido de los mismos, como diría el refrán cada quien habla según como le toca en la feria. Para alguien que debe tender su ropa lavada, un día de sol le viene como anillo al dedo, pero para quien debe caminar bajo el mismo, la situación no es nada favorable.
Esto que parece tan obvio, el saber de parte de quién viene lo dicho, es muy sencillo de perder de vista y puede llegar a ser un verdadero problema, a nivel personal puede ser devastador si se reciben comentarios negativos y se toman a pecho y llega ser limitante o intimidatorio al tratar de experimentar en cabeza ajena y dejar que se pierdan experiencias y oportunidades por malas reseñas, también corremos el riesgo de juzgar mal personas o situaciones cuando borramos nuestra propia posición respecto a estos, como cuando estamos a favor de medidas que perjudican a terceros o cuando perdemos la capacidad de ponernos en los zapatos de los demás.
Pero las peores consecuencias de olvidar quién está hablando y desde dónde lo hace son a nivel colectivo, resulta que no existe la neutralidad en las comunicaciones, en los textos científicos o en la política y adoptamos y aceptamos lo que se nos dice sin saber a ciencia cierta la veracidad de los datos o sin tomar en cuenta que podemos caer en la trampa de defender intereses ajenos y hasta contrarios a nuestra situación al dar por hecho que quienes se dicen portadores de la verdad tienen también su propia posición y defienden sus intereses, ni hablar de los que se ocultan en el anonimato para regar mentiras por las redes, porque aquí nos enfrentamos con fantasmas.
No hay que olvidar que además de estar en la posición adecuada para opinar y normalmente no es desde el confort o desde la barrera como en la plaza, tenemos que estar a la luz, donde todos miren quién habla y desde dónde lo hace y fijarnos que el resto lo esté.