Histomagia

Niños, niños…

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Los niños siempre han sido la alegría de las familias, el alma de las casas. Esta aseveración en Guanajuato adquiere otras dimensiones, dimensiones mágicas y hasta trágicas muchas de las veces. Hoy me he enterado de una historia de aparecidos y psicofonías que se suceden en una casa antigua del centro, ahí frente del Ágora del Baratillo, que actualmente es una oficina de Gobierno.

Niños (Foto: IGETEO)
Niños (Foto: Archivo)

Me cuenta mi amiga Paula, que en tiempos anteriores esa casa era una casa de estudiantes y ahí se hospedaban dos de sus amigas entrañables a quienes visitaba de manera casi diaria. Por ello se enteró de este relato que en verdad colinda con el terror más inesperado que un ser humano pueda sentir, ver y padecer. A ella se lo contaron cuando ya vivían en otro lado, para cuidar que no le sucediera algo en esa casa misteriosa.

Después de un día arduo en la Universidad sus amigas se encontraban en uno de los cuartos intentando dormir una siesta, pero como había mucha luz, para poder conciliar el sueño, ellas decidieron utilizar, una vez más, el antiguo toldo en el techo para cubrir el brillante tragaluz y así quedarse en penumbras, poder dormir más rápidamente y por fin descansar de todas sus actividades académicas. Así lo hicieron. Se dispusieron a dormir y, ya en la duerme vela, de repente, una de ellas comenzó a escuchar risitas de niños cerca de sus camas y a sentir pequeñas manitas que le tocaban los pies como jugueteando con los dedos e intentando hacerla reír, en un afán de invitarla a jugar. Disgustada, se dispuso a mover el toldo para ver qué estaba pasando, pero, imposible, no podía moverse y sólo veía en la penumbra pequeñas sombras que se movían para aquí y para allá en la recámara sin hacerle ningún caso…hasta que una sombra, la más grande de ellos, se tornó hacia ella y se le abalanzó en el cuello dejándola sin aliento, ella intentaba quitárselo luchando desesperadamente por su vida. Su otra amiga, somnolienta, no se dio cuenta de nada, ni mucho menos se inmutó cuando ella dejó escapar un grito aterrador pidiéndole que encendiera las luces, pues estaba segura que de esa manera el hechizo se rompería y podría seguir viva. Su amiga, extrañada y molesta porque no la dejaba dormir, de inmediato encendió las luces sólo para ver que todo estaba tranquilo, sólo su compañera estaba con las manos en su garganta tratando afanosamente de jalar aire, de respirar, pues ese ser, ese niño maldito, se había esfumado ante sus ojos.

Al anochecer, todo parecía seguir su ritmo normal con el entrar y salir de estudiantes. Esa noche cada una se fue a su respectiva recámara, pero cuál fue su sorpresa que durante la madrugada se escuchaban risas, carreras, canciones de juego, pelotas y un trajín interminable en los patios de esa casa. Ellas, ahora ya solas, cada una en su cuarto, intentaban mantener la calma que desaparecía en cuanto sentían que los espíritus de esos niños se acercaban a sus puertas, las tocaban y se iban corriendo, riéndose de una forma tan macabra que aún hoy les es imposible describir. Al otro día tan sólo comentaron el haber escuchado los juegos y risas. Estremecidas por la experiencia extrasensorial, esa misma tarde abandonaron la casa, que sí está muy céntrica, pero que tiene, como todas las casas antiguas de esta ciudad, sus propios secretos mágicos, ¿no me crees? Ven, lee y anda Guanajuato.