Ecos de Mi Onda

El Lado Absurdo de la Luna

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Todo el mundo es una luna, y tiene un

 lado oscuro que nunca muestra a nadie.

Mark Twain

(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

La luna, ese rutilante satélite que nos puede evocar noches románticas, o quizá algunas noches de terror provocadas por embrujos o por el mito del licántropo, tiene una cara, es decir, un hemisferio, que por razones gravitatorias no es observable desde nuestro planeta. Sólo mediante la tecnología desarrollada en el siglo XX, fue posible ubicar una sonda soviética en la parte posterior de la esfera lunar y fotografiar la parte oculta. Así, a finales de la década de los cincuenta el ser humano pudo observarla por primera vez a través de fotografías, tratándose, al igual que la visible, de una zona rugosa y accidentada también iluminada por el sol, trasfondo que sin embargo, nunca ha dejado de representar un velo oscuro de misterio.

Aludir al lado oculto de la luna, también llamado lado oscuro, incluye hacer mención del extraordinario álbum de la banda británica Pink Floyd, titulado justamente The Dark Side of the Moon, editado en 1973 y el cual ha significado para la historia de la música contemporánea, uno de sus momentos culminantes. Para una obra de arte no cabe hacer una valoración en función de parámetros de orden comercial, pero el que conforme a los registros mundiales sea considerado uno de los discos más vendidos de la historia, avala que además de su enorme calidad, Pink Floyd logró crear un trabajo muy significativo que resultó asimilable para el gran público.

Sin embargo, es el valor artístico el que destaca notablemente, partiendo del mismo diseño de la portada que merece siempre comentarse, con un haz delgado de luz que incide en un prisma, para descomponerse en el espectro de colores de la luz visible, y que en la contraportada se extiende para volver a incidir en un prisma y regenerar el haz de luz, todo sobre un fondo negro. Al abrirse la funda, presenta una fotografía en blanco y negro de los integrantes de la banda, con Roger Waters, Nick Mason, David Gilmour y Richard Wright, de izquierda a derecha.

En Guanajuato muchos tardamos en apreciar el valor de la música progresiva de Pink Floyd, por una razón muy sencilla, no era transmitida por las estaciones radiodifusoras. No obstante, para 1973, el grupo había ya producido siete álbumes de estudio y había sufrido una serie de vicisitudes encarnadas en el cantante, guitarrista, compositor y fundador del grupo Syd Barrett, quien lo lideró desde 1965 hasta su salida en 1968, debido al serio deterioro físico y mental producido por el abuso en el consumo de drogas, pero dejando una huella profunda al punto que los Floyd lo evocaban con frecuencia en sus creaciones, destacando Brain Damage, Wish You Were Here y Shine on You Crazy Diamond. Barret murió en julio del 2006.

Los comenzamos a escuchar en el radio con el sencillo Money, que abre con el campanilleo de una caja registradora y el sonido de monedas que caen al fondo, acorde al sentido sarcástico de Waters respecto a la prioridad del dinero, el egoísmo y el consumismo sobre la condición humana. Luego de escuchar Us and Them, que presenta al ser humano vulnerable frente a la incertidumbre, el interés por conocer más ampliamente al grupo fue inmediato, Curiosamente conseguí primero el álbum Meddle, grabado en 1971, y escuchando Fearless y sobre todo Echoes, composición que ocupa el lado B, con más de veinticuatro minutos de música excepcional, tuve la sensación de que Pink Floyd tenía que constituir necesariamente un punto de referencia del máximo nivel artístico. Al escuchar el álbum completo The Dark Side of the Moon, la sensación se convirtió en claro convencimiento.

En la parte musical, los créditos en la composición de las piezas musicales fue equilibrada entre los integrantes del grupo, pero se descargó la responsabilidad de las letras en el genio creativo de Roger Waters, quien más allá de una serie de canciones aisladas, engarzó una narrativa conceptual, presentando un análisis reflexivo, crítico e inteligente, sobre el contexto histórico de principios de la década de los setenta, precedida de los episodios controversiales de la década de los sesenta, con el movimiento pacifista de los hippies, simultáneo al de la guerra injusta de Vietnam y la convulsión provocada por el despertar de la conciencia de millones de jóvenes en el mundo, hartos de las mentiras y manipulaciones de los regímenes políticos. Descontento en occidente por el avasallamiento capitalista alienando voluntades en aras de los intereses mercantiles; decepciones tras la cortina de hierro por la falta de libertad y respeto por los derechos humanos; Inconformidades en el Tercer Mundo por el sometimiento injusto a las condiciones impositivas neocolonialistas. Descontento recorriendo todo el mundo.

Así, la narrativa toca temas trascendentales sobre la naturaleza humana, el aislamiento, la soledad, la angustia, el paso del tiempo, el vacío de la desesperanza, la indolencia, la codicia, el egoísmo, la locura y la muerte, pero flotando en la magia de sonidos vibrantes, luminosos como los colores del arco iris que surgen a través del prisma, como si sobre el fondo oscuro de las circunstancias de la vida moderna, surgiera siempre un haz de luz de esperanza [Home, home again. I like to be here when I can. When I come home cold and tired, it’s good to warm my bones beside the fire. Far away across the field, The tolling of the iron bell calls the faithful to their knees to hear the softly spoken magic spells. De la pieza Breathe (reprise), 7:06 min]. En tanto, nunca concluye el cuestionamiento ¿Qué pasa con el ser humano? ¿Hacia dónde camina?

La luna nos ofrece cada noche el semblante luminoso que tantas veces nos hace soñar y levantar la cara al cielo nocturno para observar sus fases y sus ritmos. La luna presente en las mareas de las enormes masas acuosas de los océanos, nos hace sentir su fuerza de atracción gravitatoria en los fluidos. La luna reflejada en tu mirada tierna, la luna iluminando los cuerpos desnudos filtrándose indiscreta a través de las ventanas. La luna de queso, la luna conejo, la luna de la piedra silícea, la ingravidez humana a la deriva. En realidad el lado visible es el lado oscuro, el lado absurdo, el lado que la Tierra es capaz de ensombrecer, mostrando lo contradictorio del comportamiento humano.

Tras cuarenta y tres años de la aparición de The Dark Side of the Moon, los artistas en su contexto actual, siguen teniendo frente a sí un abanico de temas similares, pero con manifestaciones diferentes, marcando tendencias preocupantes. Lo lamentable es que las voces que reflexionan y se atreven a denunciar a través del arte son acalladas por un sistema que limita las oportunidades de expresión creativa de calidad y les cierra el paso hacia los diferentes medios de difusión masiva.

El arte, como la ciencia, es un vehículo mediante el cual se canaliza de manera estética la creatividad, tiene que ser libre, no debe expresarse en función de compromisos que lo limiten a fines de tipo propagandístico, meramente utilitario, para ciertos intereses políticos o empresariales. El arte por sí mismo no tiene la capacidad, ni es de su competencia, de resolver los conflictos que se desatan entre los seres humanos, no puede detener la violencia, ni las injusticias, para ello se requiere de la voluntad de los individuos involucrados. Pero a través del contenido de un mensaje artístico, es posible introducir la llave que abra la puerta de la sensibilidad que irradie en el entorno, que logre producir paz interior, lapsos de reflexión profunda y crear las condiciones propicias para pisar fondo y entonces tratar de plantear soluciones a los problemas inquietantes.

Si la llave no embona en la cerradura, se podrán componer miles de cantos sublimes a la naturaleza o crear mensajes poéticos antibélicos, elaborar dramas realistas sobre la pobreza o pintar cuadros surrealistas sobre los abusos del poder, pero aparte del valor estético y de los breves lapsos de emotividad destilada, no suscitará decisiones arraigadas en las voluntades.

Pero se tiene que avanzar contra la corriente, pues en la actualidad la muchedumbre mira el camino a través de las pantallas del smart-phone, se mira sí mismo, se fotografía a sí mismo, aprecia el paisaje como fondo de sí mismo, asiste al teatro y se ubica entre los personajes. Se importa a sí mismo, el narcisista. No mira directamente lo que acontece, lo observa a través de la cámara y guarda los eventos en archivos electrónicos que tal vez curioseará en algún momento, algún día, si es que su memoria, la suya propia, logra despertar a su conciencia dormida. Desde su aislamiento se preocupa retwitteando mensajes de protesta contra los transgénicos, las corridas de toros, el maltrato a los animales. Se afilia a movimientos en favor de las minorías, la comida orgánica, el cuidado al medio ambiente. Las masas encajan muy bien en las nuevas fraternidades virtuales.

Pero como nunca antes, el otro se concibe como alguien cuya importancia se mide en función del cumplimiento de mis necesidades.

En el fondo oscuro necesitamos los colores del arco iris.

*

There is no dark side of the moon really.

Matter of fact it’s all dark.

(En realidad no hay ningún lado oscuro de la luna…,

de hecho, toda es oscura)

Gerry O’Driscoll, portero de los estudios Abbey Road