
Debido a mi reciente afición al cine mexicano, en particular de la época de oro, me he encontrado con el socorrido recurso de la serenata, que consiste en interpretar por sorpresa piezas musicales, que por lo regular son románticas y vernáculas, ante el domicilio de la bella dama, que se debate entre salir o no en camisón a recibir el tributo.
Las serenatas en los filmes ayudan a la trama a desarrollarse y de paso facilitan el lucimiento de músicos y cantantes, pero en la vida real sus propósitos son mucho más amplios y van de lo obvio a lo oculto, sin importar que se lleve un trío, un mariachi, una guitarra solitaria o como en el caso del pretendiente de una vecina, el estéreo de un automóvil.
Entre los propósitos evidentes podemos encontrar el llevarlas para demostrar un amor correspondido haciéndolo público para la familia y los vecinos o para reiterar el interés en una relación establecida, en estos casos lo peor que puede pasar es que alguien no esté de acuerdo con la relación o con el escándalo nocturno o que surja algún resfriado entre los implicados.
El panorama es más obscuro cuando se llevan para obtener una respuesta de la prenda amada, como solicitar el inicio de unos amores que no existían o el perdón para una falta sucedida en algún punto de la relación, ya que pueden acabar con un SI, ya sea sincero o presionado por el público, con una cubeta de agua (o una cubeta de “algo”), una ventana cerrada e incluso con una patrulla llevándose al romántico con todo y mariachi.
Por debajo de estas intenciones se esconden ciertas reivindicaciones sociales para uno o ambos miembros de la pareja como mostrar capacidad económica, es decir que el sujeto puede pagarle a los músicos o en el caso del galán de la vecina gastar gasolina y comprar un estéreo potente; marcar territorio haciendo patente y publico el interés por quien recibe la serenata, cerrando el camino a posibles pretendientes de ambas partes; demostrar valor e incluso seriedad en las intenciones al dar la cara ante la familia; desafiar a una desaprobación manifiesta y si se es lo suficientemente audaz hasta exhibir el talento, o en su defecto la ausencia del mismo.
Lo que unifica a todos estos propósitos es el deseo de comunicar un mensaje no solo a la pareja sino a todo el entorno, pues su escandalosa naturaleza se presta para eso, y por supuesto hacernos presentes en el mismo, el equivalente moderno y económico podría ser dedicar una canción por radio o publicar un video musical en las redes sociales, pero no incluye todos estos sentidos y mucho menos a la dama en camisón, como siempre nada se puede equiparar a hacerlo en persona.