El Laberinto

Libre como el viento

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(Foto: Archivo)
(Foto: Archivo)

Mientras mis ventanas rebotan por la ventisca y escucho a los trabajadores cortar en pedazos un tronco arrancado desde la raíz, que hasta este mediodía era un saludable árbol en el camellón de enfrente, me vino a la cabeza la expresión “libre como el viento”. ¿Qué mejor momento para desglosarla que este día donde nos basta prender la televisión para ver de lo que el viento es capaz?

Podemos comenzar puntualizando que se trata de un proceso de diferenciación, expansión y choque; la atmósfera no es calentada directamente por el sol, sino que eleva su temperatura al entrar en contacto con el suelo, aumenta su volumen y al tocarse con la atmosfera más fría se desencadena el fenómeno al que conocemos como viento, si ocupamos definición como metáfora para las relaciones sociales podemos pensar que dentro de la uniformidad rara vez hay movimiento y que es muy difícil notar si en realidad somos libres cuando lo que decidimos esta a conformidad con el resto de las personas. El viento en origen es similar a la libertad.

Una vez desencadenado ya no se puede frenar o contener, lo más que podemos hacer es cerrar el espacio para que no llegue ante nosotros, lo cual no encierra al viento o a libre sino a nosotros y es que es difícil no temerles cuando ambos plantean la encrucijada de ser flexibles, para que nos sacudan o rígidos para que pasen de largo o nos tiren de una sola pieza, sin olvidar el peligro latente de que, muy a pesar nuestro, el entorno puede colapsar y dañarnos independientemente de lo que hayamos decidido.

Lo mal construido, cual edificio endeble; lo mal ubicado, por más sólido que parezca; lo quebrado o viejo no resisten ni al viento ni a la libertad e incluso, como el árbol que cayó en mi acera, lo que es natural y tarda años en crecer puede caer si es tomado por una corriente furiosa que nació en un principio del suelo mismo que lo alimentaba, igual que una libertad beligerante puede llevarse por delante lo que sea, incluidas cosas que creíamos inamovibles como la situación de las mujeres en una sociedad, un dictador trasnochado o a una familia unida, lo que cae es porque estaba desgastado, desubicado o porque no pudo resistir el cambio a pesar de su aparente entereza y aunque lo vuelvan a levantar habrá demostrado su vulnerabilidad y nunca volverá a ser confiable.

A pesar de sus contras, el viento y la libertad pueden traernos cosas positivas, como el cielo despejado para ver claramente mucho más allá de lo que las nubes nos permitían, como motor para cruzar océanos y conocer lo que nunca imaginamos, para generar energía capaz de crear objetos en las fábricas o nuevas relaciones humanas más justas, para desajustar peinados e insertar nuevas ideas en nuestras cabezas. El secreto se encuentra en canalizar el poder que encierran y en proteger las raíces, las nuestras y las de los arboles.