
Hace unos días mientras buscaba una dirección, me percaté de que había muy pocos letreros en las calles de la colonia donde estaba y desde mi precario asiento del microbús, me sentía perdida, pues no sabía en qué momento pulsar el timbre para bajar y suponía que si lo hacía a destiempo ningún transeúnte podría orientarme.
Cuando los comunistas rusos ocuparon Praga arrancaron los nombres de las calles, para posteriormente rebautizarlas con los nombres de sus propios héroes lo cual tuvo dos efectos: causó caos entre ellos mismos pues no podían encontrar los sitios estratégicos a tomar porque las direcciones correspondían a la antigua nomenclatura y además fue una forma simbólica de despojo y de pérdida de identidad instantánea similar a los tanques que desfilaban por la ciudad.
Ambas anécdotas, la primera personal y la otra narrada por Milan Kundera en La insoportable levedad del ser nos remiten a la importancia de poder distinguir los pasillos que hemos trazado entre las construcciones, con el fin materialista de no perdernos y con otro más trascendental que consiste en reencontrarnos con todo aquello que nos identifica como pertenecientes a ese espacio donde vivimos.
Existen varios métodos de nomenclatura urbana y de todos, salvo los puntos cardinales y la numeración como poniente 23, se puede aprender mucho si dejamos de verlos como simples referencias espaciales y nos interesamos por el portador original de dicho nombre, hay calles bautizadas en honor a personajes importantes a escala nacional o internacional ; que conmemoran sucesos relevantes, por ejemplo, la Noche triste o la Independencia; las que nos remiten a la historia del espacio mismo como Niño perdido o Barranca del muerto e incluso aquellas que portan nombres de otros objetos o lugares ya sean ríos, ciudades, oficios, flores o animales ofrecen una oportunidad de información para el curioso pues al estar organizadas en ejes temáticos hacen que sepamos que si un fresno y un pirul son árboles, seguramente también lo será un oyamel, aunque en la vida hayamos visto uno.
Si les quedaba la duda ese día no me perdí porque me habían dado por referencia un popular negocio taquero, que a diferencia de la mayoría de los espacios de la colonia tenía su nombre rotulado en la pared, de tanto pensar en el frasco me olvidé del contenido, las calles no solo tienen nombres, contienen edificios y esos, como una realidad tangible, son mucho más difíciles de olvidar.