Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

¿Quien fue primero? 

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Cuando los disensos llegan al extremo de una herida supurada, el único antídoto —tan bueno como la penicilina— es detenerse, iniciar el auto-examen y dejar de “tallar” la costra. A más de 5 décadas en Colombia, las FARC finalmente asumen que la violencia no les lleva al triunfo que vislumbraron y para fortuna de las víctimas pasadas, presentes y las que pudieran existir en el futuro, también las instancias de gobierno estuvieron dispuestas a seguir una ruta sin más daños para las partes.

Los medios engallados con la nota que cimbra los ánimos, nos recetan diariamente una dosis importante de informaciones bélicas; sin embargo, a pesar de lo percibido, estamos muy lejanos de llegar a los más de 100 millones de muertos del siglo XX[1] en el plantea.

La Universidad de Uppsala —Suecia— reporta buenas noticias como resultado de sus investigaciones acerca de conflictos en general, pues los enfrentamientos armados de gran intensidad que en 1990 eran 32, se han reducido a 17 en la década pasada y si bien estamos muy lejos del ideal de ausencia total de guerras —externas o internas— la gran mayoría de las existentes, pueden resolverse como en México decimos “tomando el toro por los cuernos” ¿A quién le interesa seguir publicitando el número de muertes y desaparecidos en el gobierno de Felipe Calderón? ¿Cómo es que las campañas mediáticas han borrado de nuestra conciencia la exigencia del imperio de luchar contra los narcotraficantes, como requisito para considerarnos un país digno del crédito financiero, político y social?

La dinámica de este tipo de guerra interna —ya no civil en el significado original sino de criminales contra las instancias del orden— no se asocia con la victoria cuando una de las partes es derrotada, sino que mide el impacto en función del número de víctimas en un determinado tiempo —p.e. más de 1 000 fallecidos, lesionados o desplazados anualmente—, el impacto en el territorio país —destrucción de bosques, envenenamiento de agua, destrucción de viviendas etc. — y describe como conflicto armado a todo enfrentamiento protagonizado por grupos regulares o irregulares con la consecuente inseguridad alimentaria, impacto en la salud de la población: herida, violentada, incluso sexualmente y por tanto con fuertes afectaciones de los servicios básicos con el consecuente impacto en el tejido social. ¿Le parece que esto es el guión de lo que nos está presentando la CNTE? ¿Cómo es que se agudizó justo en Oaxaca la contienda en contra del gobierno después del triunfo del joven Murat? Están conscientes las instancias de gobierno ¿que este tipo de “guerras” tiene en su núcleo una lucha por el poder público? ¿Quién está detrás de este tipo de “guerrilla” y cuál es el fundamento político, económico o ideológico que quienes se empeñan ya no solo en descalificar sino en enfrentar a los sistemas constituidos? ¿Con qué se piensa sustituir el sistema político mexicano una vez que el grado de erosión ya no permita su reestructuración?

Sin haberse declarado guerra alguna, grupos de civiles, empiezan por exigir espacios de participación política —casi siempre enmascarando un interés do dominio y control en buena medida para actividades ilícitas[2] — y de este anhelo surgen conflictos que muchas veces duran varias décadas[3]. ¿Ha servido el nuevo orden internacional para evitar la conflictividad global? ¿En qué va a terminar la irritación de los líderes europeos, por la decisión de los británicos de no seguirles dando dinero para una seguridad muy dubitable? ¿Sacará beneficios la “pérfida Albión” de sus éxitos históricos? Lo deseable sería evitar una escalda que termine en conflictos armados internacionales y para eso la voluntad soberana del pueblo debe ser capitalizada por un buen gobierno, que evite la represión otorgando solución a las demandas planteadas en ese referéndum, es decir, más empleo, más seguridad, más autosuficiencia como resultado del fortalecimiento del mercado interno.

Tratar de minimizar los efectos de una decisión legítima con fantasías como si el culpable fue “el señor Putin por su enfermiza mente” o el imperio tratando de seguir siendo dueño de la vida de cada uno de los ciudadanos del siglo XXI, es entrar en esa etapa de confusión donde finalmente resulta difícil dilucidar qué fue primero —más allá de la gallina o el huevo—: el mal gobierno o el exigente pueblo. Mientras no entremos con madurez inteligencia, tolerancia, los escenarios de tensión en el mundo pueden no solo aumentar sino profundizarse, y en el estado actual de tecnología y uso de armas, el resultado sería la total extinción no solo de la raza humana sino del planeta mismo. Empecemos pues a negociar, no en el sentido de ver cuánto le toca a cada uno de los ladrones de un botín nacional o internacional, sino en el camino de transitar hacia la verdad y de lleno arribar a una etapa de paz y prosperidad.

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[1] 16 millones en la primera guerra y 36 en la segunda, a los que hay que agregar el período de guerra fría que implicó exportar la muerte a los países del sur, a la periferia, y a otros continentes donde las grandes potencias dirimían sus luchas de intereses a través de terceros países (Angola, Mozambique, Afganistán, Irak, Armenia, Etiopía, etc.).

[2] Tráfico ilegal de materias primas, productos minerales o animales; extorsión para uso de espacios para el comercio —ambulantes—, construcción de inmuebles —la mas de las veces violando el uso de suelo— y en el extremo de la aberración traficando personas

[3] Resulta una locura el asumir que ahora que se ha instrumentado la paz global, los conflictos contemporáneos no se rigen por normas o convención alguna, de ahí que parecen validarse las mutilaciones de civiles, violaciones masivas de mujeres, ejecución de prisioneros, saqueo de aldeas, utilización de minas antipersonales, es decir un auténtico terror deshumanizado.