Histomagia

Un toque sí, dos toques no…

Compartir

Una de las situaciones que siempre pasa cuando alguien te cuenta su experiencia paranormal, es la insistencia de que en verdad eso les ha sucedido. Es claro que vivimos en un mundo en donde el pensamiento lógico y racional priva en casi todos los aspectos de nuestras vidas, pero pienso que el pensamiento mágico y las vivencias de cada uno de los que en este espacio me han contado sus historias, son parte de nuestra vida cotidiana y más en Guanajuato que como pueblo minero y colonial, tiene una veta de leyendas de misterio basadas en las costumbres y tradiciones del pueblo. Y para ejemplo vaya una de las historias que me han relatado recientemente.

DSCN3081Me cuenta Edgar, un amigo mío que se dedica a instalar el cableado en gran parte de los eventos del Festival Cervantino, que él y su cuadrilla de trabajo han sentido, escuchado y vivido cosas en muchos de los sitios históricos en los que tienen que acondicionar el sonido para los artistas y periodistas que vienen de todas partes del mundo. Narra que en la casa del Conde Rul, en plena Plaza de la Paz, es normal escuchar y ver cosas que salen de lo común y que parecieran imposibles: voces que musitan en tus oídos, olores a flores que salen de los rincones más recónditos de la casa, personas “sombra” que pasan de un lado a otro sin importar si es de día o de noche, sonidos que salen de las paredes como si rascaran por dentro de los grandes muros de piedra.

Entre todas, una de las más terroríficas experiencias que ha vivido, es sin duda la vez que se encontraba en la Alhóndiga de Granaditas, edificación histórica en la que han sucedido muchos hechos sangrientos por lo que es casi seguro que muchas almas estén vagando aún, esperando encontrar su lugar. Este espacio ya de por sí es tenebroso por las muchas historias de fantasmas que se cuentan. Bueno, Edgar me cuenta que muchas de las veces entre los trabajadores se comunican por medio de los sonidos de los tubos (un golpe es sí y dos golpes no), dadas las distancias y alturas que deben de cubrir con el material para llegar al micrófono y demás aparatos de audio.

Una noche ya muy de madrugada -pues urgía terminar el trabajo-, en esas estaba, en compañía de su compañero instalando el cableado para los conciertos que se dan ahí, uno en plena explanada y él atrás, por Mendizábal, un pequeño callejón al lado de la Alhóndiga donde sale el cableado a gran parte del escenario, cuando de repente ve con el rabillo del ojo que una sombra pasa cerca del enrejado que conduce directo a la explanada, azorado pensó que sería su compañero por lo que no le dio importancia y siguió con su trabajo. De repente, siente cómo es que agarran el manojo de cables bastante gruesos y los sacuden como acomodándolos en el piso, él piensa que debió ser su amigo que desde lejos los movió. Siguió sin darle la importancia que tenía el asunto. Entonces escucha cómo en el tubo general que contiene los cables para evitar que se separen, se oye un toque como diciendo “Sí”, él de inmediato piensa que su amigo le mandó el mensaje en clave, va a contestarle cuando ve llegar a su compañero al lugar en donde estaba reclamándole por qué había movido los cables de su sitio. Sin dar crédito a lo que ve, le cuestiona de inmediato si él dio la clave de sí desde el otro lado, él le contesta que no, que acaba de llegar dándole toda la vuelta a la Alhóndiga. Edgar le dice que hace un momento le han dicho sí, que le han dicho sí con el toquido que sólo ellos saben. Su amigo desconcertado y en el colmo del espanto le cuenta de inmediato que no hay nadie en el lugar que por la hora ya todos se fueron a sus casas. Edgar insiste incrédulo: alguien le tocó un sí desde el otro lado hace un minuto. En ese momento, ambos se miran como diciendo: “Vámonos”, y de inmediato, con mucha prisa salen del callejón, cierran la reja y deciden volver otro día temprano por la mañana para seguir con el cableado. Pero, cuando se dan la vuelta ya para irse, escuchan que detrás de ellos los pesados pasos de alguien que se va acercando poco a poco –con un caminar lento pero decidido–hacia ellos, ninguno de los dos voltea, pues el escuchar el cómo esa cosa arrastra los pies y la pesadez con que se desplaza los hace que el miedo se apodere de ellos, ya sólo desean alejarse de ese lugar como sea. Y lo hacen, pero simulando una tranquilidad inexistente, pero que ambos saben en esos momentos sale sobrando, sabían que lo que les estaba ocurriendo no era posible. Sólo escucharon cómo esa cosa sacudía con furia el enrejado como queriendo salir de su espacio y estar con ellos, tan cerca, una vez más.

Al día siguiente terminaron su trabajo, eso sí, temprano y por la mañana, no vaya a ser que ese “algo” que escucharon la noche anterior quiera seguir ayudando con el cableado. Y sí, los conciertos en la Alhóndiga siguen cada Cervantino y si pones atención puedes escuchar sonidos en el entorno como diciendo “sí”, pero un sí ya con voz, ya presentándose para ti. ¿Quieres escucharlos? Ven, lee y anda Guanajuato.