Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Lo que queda

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Sin caer en la versión de mis abuelos respecto a que los tiempos pasados fueron mejores, definitivamente los días patrios de ahora poco tienen que ver con los que conocimos quienes ya rebasamos el medio siglo. Todavía recuerdo a mis maestras de literatura, historia y civismo de la secundaria, que cuando menos la mitad del mes de septiembre la dedicaban a recordarnos, la importancia de las gestas de Dolores, la osadía de  Josefa Ortiz la corregidora, Allende y Aldama, el heroísmo del “cura” Hidalgo, la ubicación de Acatita de Baján, la operación de la Alhóndiga de Granaditas –primero como almacén de Granos y durante el conflicto como refugio de familias peninsulares y tropas realistas.

fb_img_1470334098448Con verdadero patriotismo acudíamos a las papelerías comprar las “biografías” aprendíamos retórica –en prosa o verso- que pronunciábamos frente al salón de clases y en casos de mayor importancia frente a toda la escuela durante alguna celebración. ¡Que decir del orgullo de ser parte de la escolta! Y si las calificaciones te favorecían hasta abanderado. Septiembre era un mes esperado, para sentir con emoción que México es mi patria, que soy mexicano y que me siento honrado por los héroes que iniciaron el camino de lo que hemos llegado a ser.

Si deseábamos alcanzar al clímax de la conmemoración, nos organizábamos para acudir al zócalo. En épocas tempranas con la familia -madres, padres, tíos, primos y hasta abuelos- planeábamos el paseo. Unos hacían las tortas, otros llevaban refrescos, los adolescentes, llenaban huevos con confeti y si ya se trataba de preparatorianos el plan era verse con los cuates, que además de lo aprendido respecto de los héroes, pasaban el chisme de quien se había hecho novia del chico famoso de la escuela pública a la cual la mayoría asistíamos.

No había ambulantes, queríamos ver la cara de nuestro presidente, por supuesto eso de las vallas y el manoseo policíaco era algo impensable, como era inconcebible que nos impidieran pasar nuestra comida –hoy es una forma de proteger el comercio informal- pues la mayoría acudíamos para explayarnos, convivir, sentirnos felices y plenos.

Alguna muy notable minoría era invitada a la ceremonia dentro de palacio, nos tocó ver el cambio entre el protocolo cuasi-porfiriano con Díaz Ordaz, y los equipales y el agua de jamaica y chía con Echeverría. Todavía años después, a los estudiantes de buenas calificaciones y los funcionarios jóvenes a los cuales se les reconocía su esfuerzo, se les daba paso franco a tales conmemoraciones donde por igual convivían embajadores de países del primer mundo y en desarrollo, con gobernadores de grandes y chicos estados de la federación y por supuesto el gabinete que siempre extendía su mano franca y regalaba una sonrisa amable.

Atenderá SSg comercios que manejan alimentos Foto EspecialAlgunos empezamos a declinar las invitaciones por “las dificultades de llegar” si no eras de tal grado de alcurnia que pudieras tener un chofer y cierto número de “ayudantes” que te abrieran paso, era mejor no arriesgarse. La distancia entre los ricos y los pobres empezó a ser notaria en el Zócalo de la ciudad y de las distintas delegaciones. La disminución en la cultura histórica y cívica comenzó a ser evidente entre quienes daban el grito, no sólo el titular del ejecutivo federal, sino los gobernadores y aun los embajadores en los distintos países donde esta fiesta se sigue realizando.

Y es que desde la mitad de los noventa “el grito” inicio su transformación a sólo “una fiesta”, rodeada de mucho consumo incluido el turismo. Al igual que ha ocurrido con el 20 de noviembre, el 21 de marzo, el 5 de febrero y en general con la mayoría de las conmemoraciones nacionales, se “corre” el festejo a fin de propiciar un fin de semana largo. Los “puentes” favorecen el turismo y esta actividad es una de las fuentes importantes de ingresos. Si no puede ir a una casa en el  campo, si su 15 de septiembre no le toca en New York o Londres, quizá pueda estar cerca de la emoción popular en algunos de los hoteles del centro histórico o en el mirador de la torre latinoamericana, sin mucho riesgo de rozarse con “la chusma” y si de plano usted se considera auténticamente pueblo, debe elegir si toma el albur de acudir o mejor se queda en casa a ver todo el circo por la televisión y un día después en las redes o el youtube, puede enterarse de las protestas, los desmanes de ciertas gentes y los abusos de la autoridad.

Sea como sea, es posible que para el próximo jueves compre una bandera –de confección china por cierto- saque de la bodega el sombrero aparatoso y desde la ventana de su domicilio invite a los vecinos a gritar después de Usted: ¡Vivan los héroes que nos dieron patria! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! Y si que viva este país maravilloso al cual un buen número envidian, que ha sido cuerno de la abundancia para muchos –no sólo políticos y empresario ricos- donde hemos procreado a nuestro hijos, donde nuestra vida ha discurrido sin bombazos terroristas, sin desplome de torres de oficinas, sin jóvenes que portan armas para asesinar a sus compañeros y maestros, sin demasiados misóginos que ven en las mujer sólo un objeto, sin una mayoría de acomplejados que ante su propio fracaso sólo desarrollan la capacidad de envidiar y criticar al otro. Si mis queridos y respetados lectores que ¡Viva México! alimentado con la sangre de nuestro entusiasmo, por sus valores e historia así como nuestra lealtad a la patria.