Histomagia

Fantasmas de la sierra

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La fascinación que se siente por la naturaleza de la sierra de Guanajuato lleva a unos jóvenes a una extraña experiencia paranormal.

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Uno de los lugares más bellos de Guanajuato es sin duda la Sierra. Ese espacio arbolado, pulmón del mundo, atractivo de turistas y cuevanenses, inmortalizado por el gran compositor y cantante José Alfredo Jiménez, es tan vasto que alberga animales silvestres, comunidades, y muchos dicen que espíritus y fantasmas de las personas que han muerto en el lugar o en la sinuosa carretera que conecta a la Guanajuato con la ciudad de Dolores Hidalgo. Aun así, el lugar es visitado muy comúnmente por jóvenes que quieren respirar aire puro, convivir lejos de la escuela o sus casas, en la soledad de la sierra.

Me cuenta mi sobrina Itzamná que su amigo Carlos, junto con un par de amigos, una tarde subieron al disfrutar del encanto serrano y tomar unas cervezas. Dice que llegaron a un lugar cerca de Las Palomas, muy adentro. Pasaron por un camino largo entre árboles verdes y frondosos, hasta llegar a un llano en donde, para su sorpresa, encontraron a otro grupo de jóvenes –hombres y mujeres– conviviendo sanamente, viendo la vista espectacular que la tarde noche de ese día con el sol metiéndose en el horizonte para dar paso a la noche estrellada que la lejanía de Guanajuato da. Todo estaba bien, Carlos y sus amigos miraban absortos el ocaso, comentando la belleza del lugar y sus aventuras en otros tiempos y lo sucedido en el día, que sólo se dieron cuenta de que algo andaba mal cuando escucharon el grito desgarrador de una mujer, un grito entre el horror y el terror. Asustados voltearon con gran sorpresa a ver a sus vecinos quienes, en la desesperación de querer salir corriendo del sitio a como diera lugar, ya estaban subiéndose en tropel a la caja de la camioneta que llevaban, y les gritaban que se fueran de ahí, que no se quedara. Confundidos Carlos y sus amigos se miraron entre sí con desconcierto y vieron que entre gritos de alerta los otros jóvenes se retiraban a toda velocidad de ahí; ellos se preguntaban in mente qué había sido lo que los había asustado de esa manera. Y entonces lo supieron. Con las botellas de cerveza aún en las manos, vieron cómo tres figuras fantasmales, levitando, salían de entre los árboles dirigiéndose hacia ellos. Carlos no atinaba a qué pensar y sus compañeros igual. Las figuras eran de forma humana, transparentes como de un humo blanco, que se les acercaban poco a poco. Todo era silencio. Los ruidos hechos por los animales, el viento, todo, quedó callado. Con fascinación veían que esos seres fantasmales se les acercaban lentamente, ninguno atinó hacer nada hasta que los espectros extendieron lo que vendría a ser sus brazos, unos brazos enormes que amenazaban con agarrarlos, tomarlos y llevárselos a la espesura del bosque. Y ahí sí fue cuando Carlos reaccionó rompiendo del hechizo que esos seres habían hecho: les gritó a sus compañeros que subieran al auto, que no los miraran. Sus amigos voltearon a verlo con ojos desorbitados, y entendieron que Carlos tenía razón, había que salir de ahí de inmediato. Como pudieron se subieron al carro y, a toda velocidad, salieron del llano, no sin antes escuchar el grito desgarrador de una mujer, que ahora reflejaba la desesperación de no poder haber obtenido una de las almas de todos esos jóvenes que fueron a importunar su descanso en ese hermoso y mágico lugar.

Hasta el día de hoy, Carlos va a la sierra, pero sólo pasa por la carretera en su auto cuando es requerido por su trabajo, eso sí, se prometió jamás meterse a la espesura del lugar, de esa sierra encantada que espera vengas a visitarla. No te resistas. Ven, lee y anda Guanajuato.