El Laberinto

Liberar o explotar

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Analogía de la olla de presión y su mecanismo con el estrés que vive día a día el ser humano en socialización.

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La olla de presión (Express para los cuates), además de ofrecernos la posibilidad de preparar nuestros alimentos de manera veloz y relativamente sencilla, nos da una sabia lección a través de funcionamiento.

El fuego calienta su base, esta hace que el agua que contiene empiece a evaporarse y a ganar volumen y son el calor y la presión los que, conservados en su hermético mecanismo, permiten la cocción pero como todo proceso tiene sus riesgos y estos son las explosiones y la sobre cocción.

No sé si han tenido la cuestionable fortuna de ser sobrevivientes de una explosión de olla de este tipo, sólo les relataré que en el Chernobyl  que yo presencié los frijoles quedaron desparramados por el suelo, la estufa, las paredes e incluso en el techo de la cocina junto al boquete que hizo la tapa al estrellarse contra él para luego caer abollada (y derrotada si es que el acero inoxidable tuviese sentimientos) a un metro de distancia.

Y es que este desperfecto donde nadie ganó, porque ni perro tenía para gozar de los frijoles voladores, se pudo evitar de tres maneras: bajando el fuego, manteniendo la contención hermética durante el momento de mayor presión o descargando de manera controlada el vapor una vez que estuviera lejos del fuego.

En el caso de la sobre cocción es menos aparatosa pero igualmente triste pues implica ver nuestras preciosas provisiones hechas un puré amorfo por no apagarle a tiempo o porque simplemente no necesitaban de la artillería pesada y con una cacerola convencional y un poco de paciencia habría bastado, he visto hermosas coliflores desvanecerse al suave roce de un tenedor como una promesa fallida y eso, queridos lectores, no es justo para nadie.

Los seres humanos funcionamos de manera similar a esas ollas y bajo presión podemos realizar hazañas increíbles en tiempos muy cortos o con recursos limitados, nuestras variables son que podemos calentarnos con los estímulos equivocados o que no controlamos como la velocidad del tránsito vehicular o el estado del tiempo, que tenemos la capacidad de movernos del fuego si sentimos que es demasiado fuerte para nosotros (no como la pobre olla que se tiene que aguantar, si es que el acero inoxidable tuviese alma de mártir) y que no tenemos un orificio destinado a liberar la presión por lo que tenemos que buscarle una salida.

La buena noticia ante la posibilidad de explotar en cualquier momento lastimándonos y arriesgando a los demás es que salidas a la presión de todos los días  hay tantas como nuestra imaginación lo permita, sólo se trata de buscar aquello que nos identifica que puede ser desde planchar ropa hasta gritar mantras de palabras altisonantes con la cabeza contra la almohada, y provocar la salida controlada, catarsis podemos llamarla si nos ponemos exquisitos y lo definiremos como la fabulosa habilidad de liberar nuestra presión para no lanzar nuestro contenido por los aires ni permitir que nada lo haga un espantoso y amorfo puré.