Historias de terror hay muchas, pero leyendas, donde lo mágico y las tradiciones mundanas se juntan, existen, y no sólo en las que la gente dice que vivió y que muchos -como no tienen el don de ver y sentir energías de otros mundos- consideran que sólo son imaginaciones, ensoñaciones que para lo único que sirven es para asustar a otros, si no en aquéllas que rayan realmente en lo hilarante y onírico.
Guanajuato es por rigor, un lugar de leyendas, pues cada casa y callejón tiene una historia propia, que pareciera viven, sienten, lo que existe en las entrañas de la peña sobre la que se construyó la ciudad, por ello es que las casas se protegen con pequeñas capillas dedicadas en honor al santo de la devoción de la familia en cuestión, porque sí, aquí más que barrios, se agrupan en familias, y más que eso: hay familias enteras que constituyen un barrio y que amalgaman una fe.
Me cuenta un amigo mío que vive por el callejón del Espinazo, ahí cerquita del Jardín Embajadoras, que en su casa tenían una Santa Muerte o Niña Blanca, de hecho, todo un cuarto era en honor a ella: diversos cuadros, figuras, incluso algunas eran de tamaño natural. En verdad ingresar y ver que en esa capillita todo era onírico te hacía entrar en una especie de fascinación. La obscuridad, que sólo se rompía con el vaivén de las velas encendidas profusamente ubicadas para darle luz a la muerte, y el incienso te sumergían en el lugar en una atmósfera mística, fantasmal… realmente era como entrar a una iglesia, eso sí, siempre guardándole el respeto que se merece la Santa, porque dicen los que saben, que ella, si le pides un favor te lo cobra con creces y que si has osado hacerlo, cada noche llega a tu casa y amablemente te toca tres veces la puerta para que recuerdes que existe y que tienes un pendiente con ella de retribuir con amor y con veneración lo solicitado y ya dado. Hecho está.
Una de esas veces en que la desesperación te hace presa, una amiga suya le suplicó que si le dejaba pedir en esa capilla el favor de que a ella ya le llegara la abundancia monetaria que necesitaba en ese momento, mi amigo, de inmediato, le dijo que sí, que no había problema, sólo le advirtió que con la Niña Blanca no se juega y que si le promete algo hay que cumplirlo a cabalidad. Ella asintió y convencida de que era su única oportunidad, fue esa noche, ya casi en la madrugada, a pedirle a la Santa que le ayudara. Llegó, se hincó y comenzó a platicar con ella como si fuera su amiga. Le entregó alguna comida que le llevaba y se dedicó a contarle sus penas. Estaba tan absorta en su petición y lloraba tanto, que no notó cómo es que la figura de bulto de tamaño natural comenzó a moverse de manera casi imperceptible: la Santa Muerte bajó su cráneo para ponerse en una postura como si la viera con esas cuencas de oquedad eterna. Su amiga no lo notó, pero mi amigo que desde el principio estaba en una esquina sentado en el piso, no daba crédito a lo que veía; por un instante le dio terror y un dejo de envidia el pensar en que la figura de la muerte tomara vida para poder darle consuelo a esa joven, no era posible que a ella, que a ella que no era seguidora fiel, le hiciera cariños y a él nunca. Entonces, entre sus reclamos internos, la Santa comenzó a estirar su huesudo brazo para poder tocar la cabeza de su ahora seguidora y darle el consuelo, no el de la muerte eterna, sino el de una deidad que ama a su gente, como si quisiera en verdad abrazarla con su esquelético cuerpo y darle un energético bálsamo pues, en ese preciso momento, la figura resplandeció como si fuera un sol nocturnal. Mi amigo, al no poder guardar ni un instante un grito de éxtasis, más que de terror, gritó como si en ello se le fuera el alma e hizo que la Santa tornara su cabeza para verlo y encontró en la mirada de mi amigo un amor infinito, la Niña Blanca lo agradeció con una inclinación breve de su cráneo y de inmediato volvió a su postura normal. Su amiga dejó de llorar al ver su cara de asombro y lo que sí sintió fue un calorcito que emanaba de la estatua ahora inerte con sus atavíos, y una infinita paz en esa madrugada de junio, donde la ciudad permanece tan callada y tan solitaria como es la muerte. Ambos quedaron sorprendidos y felices de que la infinita misericordia existe para los mortales, ellos fueron testigos.
Todos los cultos son necesarios para el desarrollo de la comprensión de la naturaleza humana, y en verdad, el culto a la Niña Blanca o Santa Muerte es uno de los más destacados en México. La muerte también tiene sorpresas y, hasta el día de hoy, quién sabe si le haga realidad su petición a esa amiga entrañable; por lo pronto, ella no olvidará esa noche mística en que fue consolada por la Santa Muerte en su capilla. Te invito a conocerla: ven, lee y anda Guanajuato.