Histomagia

Seres antiguos

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Las almas que han existido desde siempre aquí, se quedan, no se van, sólo conviven en otras formas, en otros cuerpos…

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Guanajuato tiene muchos rincones en donde pueden suceder hechos de lo más escalofriantes. Aquí se habla de pertenecer a algún barrio, y en verdad es motivo de orgullo ser de tal o cual lugar, independientemente del poder adquisitivo que se tenga.

Andy Baga, una amiga que vive por el barrio de San Javier, una zona residencial donde muchos intelectuales de la ciudad habitan, me dice que lo que le sucedió a su mamá en su tienda que se encuentra a un lado de un kinder, es realmente perturbador.

Resulta que una de estas tarde en que los niños salen a tropel de sus clases, llegó a la tienda un niño muy entusiasta, seguido de su mamá, una señora que realmente lucía exhausta y con muy poca paciencia, que le reprendía y descalificaba cada vez que tenía oportunidad. La mamá de mi amiga, alarmada por el cuadro que estaba viendo, sólo atinó a atender de manera expedita a la señora que en verdad se veía al borde del colapso y que le hablaba a su hijo de una manera extraña, como si el chiquillo fuera un adulto y pudiera entenderle a cabalidad lo que le decía en infrecuentes razonamientos. La escena era en verdad poco común. El niño ante los argumentos endebles de su madre, con una paciencia infinita le explicaba que quería tal o cual juguete para poder dejarla trabajar a gusto como a ella le gustaba, que no se desesperara y que tuviera paciencia “señorita hermosa”, le llamaba. La madre, advertida del desconcierto de la mamá de Andy Baga, resignada a que no había otra salida, se dispuso a contarle su historia.

Resulta que el niño desde muy pequeño había dado trazas de ser muy inteligente, tanto que en su casa se acostumbraron a tratarlo como un adulto. Eso no es lo sorprendente, lo que realmente lo fue es el cómo la llamaba a ella: señorita hermosa, en un tono conocido por todos, pues era tal cual lo hacía un tío que ya había fallecido hace tiempo y que siempre la llamaba así por ser ella su sobrina favorita. Pensar que la reencarnación pueda existir es realmente una idea escalofriante, porque el saber que puedas renacer en otra persona y la representación física de ese ser no eres tú y verte, debe realmente armarte de valor. Y al parecer, el niño así lo hizo. A veces le respondía con un: “ya sabes que así fue el día que fuimos al campo” o: “no te preocupes, siempre estaré para ti”. La señora le dijo que no podía mentirle, las primeras veces le costó tanto trabajo pues la experiencia fue horrorosa. Una noche, cuando se disponía a dormirlo, el niño de repente la miró, calladito, con unos ojos como de plato, como queriendo llorar, como queriendo decirle más cosas, desesperado por contarle el viaje de regreso a un cuerpo pequeño para poder estar con ella como se lo había prometido, siempre para ella, “siempre para ti”. Esa vez ella, salió corriendo de la recámara del niño y se refugió en su cuarto, tratando de hilar la experiencia donde su propio hijo la conocía tan bien y hablaba tan familiarmente de todo, pues el chico narraba cosas como que sabía en dónde estaban las fotografías antiguas de la abuela, en dónde se conocieron sus ahora padres, qué vestido llevaba esa vez… Ella cada vez que le sucedían cosas que relacionaba con su difunto tío. Las primeras veces no lo aceptaba, no podía ser que su tío seguía con ella, lo amaba, pero ahí fue cuando recordó cómo es que una madrugada, ante el dolor de la pérdida de su ser querido, pidió al universo que lo quería vivo, que lo trajeran de regreso, pues lo echaba mucho de menos, y, muy a su pesar, ahí lo tenía, vivo en el cuerpo de su hijito de escasos cinco años, que ahora, en la tienda, la seguía mirando con ansiedad de obtener el juguete para dejarla trabajar.

Cuando la señora terminó su relato, él le dijo: “señorita hermosa, es suficiente, va a espantar a la señora, vámonos a la casa” y salió corriendo. Al instante la señora enmudeció y, obediente, pagó y, antes de salir, le dijo, con voz entrecortada, a la mamá de Baga: “no se preocupe, ya me acostumbré a vivir con esto, con él, eso fue lo que pedí ¿no?”. Y se fue tras su tío, o su hijito de cinco años.

Es inusual que se presenten casos como este en cualquier lugar del mundo, pero a veces saber que vives en una ciudad tan antigua, da pie a creer que las almas que han existido desde siempre aquí, se quedan, no se van, sólo conviven en otras formas, en otros cuerpos, pero siempre están ahí escondidas en los recovecos de la ciudad, en cada plaza, en cada callejón, en los árboles, en las iglesias y a la primera oportunidad salen en la manera que sea. ¿Quieres vivir los seres antiguos? Ven, lee y anda Guanajuato.