Guanajuato es una ciudad estudiantil, alumnos pertenecientes a la Universidad de Guanajuato conviven durante los semestres de estudio en las calles, casas y en los distintos edificios que albergan sus escuelas. Imágenes como el Padre Mangas en el Edificio Central de la Universidad, son de esas que no se te borran ni se borrarán nunca, pues siempre anda vagando por todo el inmueble para dar cuenta que sigue ahí en un eterno deambular.
Pero no sólo los universitarios son los únicos estudiantes que viven estas experiencias extranormales. Existen en esta ciudad alumnos de todas las edades que se ven cada día por las calles, plazas y callejones, yendo a sus escuelas a aprender para ser mejores personas, sin pensar que en esos edificios, ya raídos por el tiempo, se albergan seres que esperan el más mínimo espacio para manifestarse, pues siempre ha existido en el imaginario estudiantil que en esos lugares son sitios en que por excelencia fantasmas y espectros se manifiestan, por lo que los relatos de terror abundan ahí. Los escépticos lo atribuyen a la imaginación desbordada de los niños y jóvenes que, a su edad, tratan de explicarse el mundo sin salir todavía del pensamiento mágico imaginario; sin embargo, no todas las narraciones de terror son provenientes de la imaginación de los niños, a veces, viene de la realidad vivida por algunos adultos que son sorprendidos por espectros o fantasmas que los acompañan sin saberlo o, peor aún, los vigilan.
Mi amigo Toño es profesor en una de las escuelas secundarias de aquí. Él es uno de los maestros que desde hace tiempo se ha enfocado a mejorar la calidad de la educación, por lo que, independientemente de que si la dirección de la escuela le da en resguardo tecnología para sus clases, él decide llevar su computadora y su cañón, para mejorar el aprendizaje en sus alumnos. Como docente responsable, en ese tiempo, cuando apenas se poblaba esa parte de la ciudad y la escuela Técnica estaba en las orillas, él era encargado de su salón en donde había implementado unas cortinas que permitían que las clases con proyecciones fueran más ilustrativas, por lo que sólo él tenía la llave para evitar sorpresas, no vaya a ser que alguien fuera a robar su compu y su cañón, así como los demás útiles escolares.
Y es así que una de esas veces en que el trabajo te absorbe y te quedas muy tarde, tan tarde donde el sol se va de a poco, cansado ya de sus labores, decidió que era el momento de retirarse; así que, se puso de pie, guardó sus cosas, salió pensando en lo que mañana aplicaría de estrategia didáctica y se dispuso a cerrar el aula. Metió la llave en la cerradura, la giró y el cerró el lugar, simultáneamente, en cuanto giraba la llave, ve cómo es que una silueta se asoma desde dentro del salón recorriendo la cortina. Él piensa que de seguro es uno de los alumnos bromistas que se quedó escondido adentro. Dispuesto a regañarlo con todo rigor, que aplica en estos casos, abre la puerta, se abalanza en buscar y revisar toda el aula y cuál es su sorpresa que no había nadie. Extrañado, sale otra vez y cierra cuidadosamente. Baja la infinidad de escaleras de la escuela, se despide del intendente que a esas horas, era el único que se quedaría a terminar su jornada. Toño va a su coche, sube y toma la única calle que en ese entonces era acceso a la secundaria: la calle que va al Instituto de Ecología. Pensando en qué era lo que había visto, Toño siente la necesidad de voltear a la escuela y ver su salón, de hecho él me cuenta que cuando iba pasando por ahí siente que algo o alguien lo está viendo, entonces le da por voltear a ver desde lejos su aula y ve que una mujer vestida de negro abría las cortinas ampliamente despidiéndose con la mano, diciéndole adiós, con un rostro blanco, imperturbable, con una mirada lejana y triste. El maestro no puede creerlo, en las prisas y sin acabar de entender lo que sucede, piensa ahora que sí que alguien se había metido a robar. Instintivamente da la vuelta en U y regresa rápidamente a la escuela, sube las escaleras a toda velocidad, abre el salón pensando que va a atrapar a la señora que estaba ahí, abre e irrumpe en el lugar y…nadie, ahí no había nadie, sólo estaba él solo con su computadora, su cañón y su alma asustada. Toño no puede creerlo, no estaba soñando, él sabe lo que vio y seguro estaba de haber visto a una mujer de negro, con mirada lacónica y triste diciéndole adiós. Sale del aula, la cierra y baja estrepitosamente las escaleras a preguntarle al joven del aseo que quién era la mujer que estaba en su salón. Extrañado el intendente le dice que no hay nadie, que nadie ha entrado a la escuela, ni mucho menos a su salón, que el único que ha entrado y salido a esas horas era él. Toño se retira lentamente, sube al carro y en el camino ya no voltea a su mirada, seguro está de que ella seguiría ahí, viéndolo partir como tantas veces, como siempre, con sus ojos tristes, como extrañando su presencia, esperándolo como lo ha hecho día tras día desde que esa escuela se construyó.
Mi amigo me relata que esa noche, llegó a casa cavilando y tratando de entender quién era esa señora y porqué lo miraba con melancolía. No lo sabe aún, y me dice que eso le tocó vivir a él, quien siempre era tan objetivo, y desde ese día sabe que no estamos solos, que siempre hay alguien fantasmal observando lo que hacemos, ¿crees que es posible? Ven, lee y anda Guanajuato.