Histomagia

Guanajuato fantasma

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Está claro que sucesos como éstos muestran vestigios de la historia de otros tiempos pasados, pero muy presentes aún para algunos de los habitantes de esta ciudad.

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Vivir en Guanajuato es una experiencia distinta, no en cualquier lugar se sabe de los fantasmas que habitan tal o cual casa, ni si a la vecina se le subió el muerto, al vecino algún ser o seres que no son de este mundo le escondieron las llaves, o el afortunado que encontró en alguna casa un cajón u ollas llenas de oro de sus antepasados, o aquel otro desventurado que es seguido por siempre por el espíritu que se encontró en un callejón y se le pegó…en fin, historias hay muchas, pero en verdad ninguna como la que cuenta la señora Boni de lo que ha visto y sabido del antiguo Guanajuato.

Me dice que cuando ella era joven, por curiosidad iba con su hermana a pasear por, en aquel entonces la reciente inaugurada Calle Nueva, actualmente La Subterránea, y era fascinante pasear por ese adoquín de piedra caliza que cubría entonces el recién embovedado río, que en verdad para ellas planteaba ser un misterio y les promovía la curiosidad, pues había a los lados, túneles cuasi tapiados que se encontraban en las paredes de toda la nueva vía. Así que un día, una de esas veces que caminaban por ahí, la curiosidad ganó y les dio por acercarse a mirar por la parte de arriba de uno de los arcos que no estaba completamente tapiado con la esperanza de encontrarse un posible ramal de esa nueva calle, pero cuál fue su sorpresa al asomarse y ver que, entre penumbras y polvo, dentro de ahí estaba un cuarto que era una cocina y todo estaba en su sitio: trasteros empotrados en las paredes,  nichos para poner el menaje de cocina, mesas de madera con sus respectivas sillas, todo estaba bien puesto, sí el polvo como testigo del tiempo que había pasado.

Sin embargo, Doña Boni me cuenta de la suerte que tuvo un señor que tenía un terreno cerca del centro. Este terreno estaba entre las ramas y peñas, olvidado por su dueño, pero una tarde, decidió limpiarlo para definitivamente ponerlo en venta y por fin deshacerse de él, pues sólo le había traído problemas con sus vecinos por no haber construido. Comenzó a limpiarlo él mismo y, de pronto, al mover unas ramas secas junto con una piedra, se encontró con una puerta de madera en el piso. La golpeó y sonó hueco. Extrañado por ese raro descubrimiento, paró su trabajo de quitar escombro y decidió abrirla. Sacudió muy bien del polvo, tomó la argolla, jaló y abrió lentamente la portezuela, ve una escalera y al fondo una oscuridad aterradora; sobrecogiéndose de hombros, decide bajar y ver hacia dónde conduce ese camino abierto ahora para sí. De paso a paso baja lentamente la escalera y con la poca luz que queda del ocaso, ve con sorpresa que ahí estaba un cuarto, una sala, se adentra un poco más y ve que hay una recámara, cocina, baño, era una casa empolvada, con los muebles puestos,  lista para habitarse, con las ventanas tapiadas, ventanas que ahora no dejaban pasar la luz, pues estaban enterradas. El señor decidió entonces no vender, construyó unas enormes bardas en el terreno y comenzó a habitar esa casa, sacó algunas de las cosas bajo tierra y decidió quedarse con ellas, no venderlas como antigüedades.

Está claro que sucesos como éstos muestran vestigios de la historia de otros tiempos pasados, pero muy presentes aún para algunos de los habitantes de esta ciudad. Estos descubrimientos dan cuenta del otro Guanajuato que vive bajo nuestros pies, una ciudad fantasma invisible para la mayoría de nosotros. Sabemos ahora que la gente de ese entonces, tapiaba sus casas y pertenencias para no perderlas, huían de las inundaciones que han azotado a nuestra capital, lo que no está claro es el porqué no regresaban o en verdad regresaban ya como espíritus y hasta el día de hoy habitan ahí como espectros cuidando de sus bienes, con la paz que da el estar enterrado y el no ser vistos por los vivos. ¿Quieres descubrirla? Ven, lee y anda Guanajuato.