Guanajuato es una ciudad de fantasmas. La vida aquí es mágica. Los relatos son escalofriantes cuando imaginamos junto con la persona que los cuenta en remembranza, porque sientes su miedo, su angustia, su horror…La historia de la ciudad tiene muchas miradas y eso se refleja en los relatos de lo inexplicable, de lo metafísico, de lo extranormal que me han contado.
Son tantas historias, tantas, que en verdad es posible ver cómo la recurrencia en estas narraciones radica en ver las infinitas posibilidades de la muerte que nos acompaña en esta mágica ciudad, en nuestro campo, donde sea, pues solos, lo que se dice solos, no estamos; estamos vivos, pero desde antaño acompañados por alguien o algo, lo que más sorprendente es que esto es y ha sido desde siempre. Muchas personas no creen que esto suceda, mi amiga Doña Mati era una de ellas hasta que le pasó lo que voy a contar.
Me dice que ella siendo más joven, fue testigo de cómo es que los seres ancestrales que conviven en otros planos dimensionales, se presentan cuando los llamas o incluso cuando menos lo esperas, nos cuidan, nos procuran y ayudan desde donde están.
Ella vive en Cuevas y cuenta que una vez iba a salir a comprar cosas a la tienda del pueblo, por ello, entró en su cuarto, buscó su bolso y no encontró nada de dinero ahí donde se suponía que debía de estar. Así que desesperada buscó y buscó hasta dejar el cuarto revuelto. Entonces recordó que su abuela, cuando le sucedían cosas así, invocaba al Indio de la Caridad, que dicen los que saben, es especialista en recuperar las cosas perdidas. En su angustia y desesperación, dijo: «Indio de la Caridad, muéstrame dónde está el dinero, encuéntralo, lo necesito para comprarle comida a mis hijos». Hubo un silencio, esperó y nada, no pasó nada. Resignada a su pérdida, Doña Mati decidió recoger el cuarto, se agachó para levantar la ropa y, de repente, sintió un viento que le helaba la espalda, volteó hacia la puerta y ahí estaba, de pie, un hombre enorme, alto, moreno, no muy viejo, con su penacho en la cabeza, su pectoral y su taparrabo; Doña Mati no salía de su asombro y sin saber qué hacer, suelta la ropa que cae al suelo, mira hacia abajo y ve que el dinero estaba en el piso, voltea de inmediato a ver al Indio y no, ya no estaba, el Indio de la Caridad había desaparecido.
Desde ese día Doña Mati ya no tiene dudas de que los seres de otro mundo nos acompañan, sabe que la sabiduría de los antiguos nos hace lo que somos, desde ese saber ancestral, nos cuidan y ayudan para que el tránsito por esta vida sea más llevadero y no suframos como ellos lo hicieron en el pasado. Ahora mismo esos seres están contigo, rodeándote y estarán por siempre. ¿Se te ha perdido algo?¿quieres llamar al Indio de la Caridad? ven, lee y anda Guanajuato.