A lo largo de la historia, los temblores y terremotos, se han relatado como eventos que producen temor, destrucción y muerte. En términos científicos se trata de un sacudimiento brusco causados por desplazamiento de los niveles subterráneos o sub acuáticos de la tierra. El origen del fenómeno se denomina epicentro y el daño en la superficie se relaciona directamente con la fuerza del movimiento y la distancia a la cual logra llegar.
El contacto de placas tectónicas[1] deja invariablemente pérdidas: económicas, humanas y emocionales y los afectados que no mueren huyen presas del temor y la desesperanza. Se han registrado 5 terremotos de más de 9 grados Richter en el mundo: Chile -22 de mayo 1970- Alaska -27 de marzo 1964- Indonesia -26 diciembre 2004- Rusia -4 de noviembre de 1952- Japón -11 marzo 2011- sin embargo en la mente de la humanidad no pueden olvidarse los de san Francisco, ciudad de México y por supuesto los más antiguos –año 1700- en California, Oregón Washington y Columbia británica.
Aun cuando los terremotos de San Francisco[2] y de la capital de México –en 1957 y 1985- fueron menores a los 9 grados, la destrucción provocada fue de gran intensidad, aunque ello produjo -como buena consecuencia- una mayor conciencia y preparación para afrontar la recurrencia de tales eventos. En los escritos bíblicos hay al menos 27 referencias a terremotos. Por igual estos se mencionan como castigos que ocurren por la iniquidad humana, que como profecías e incluso como eventos que permiten testificar acerca de la salvación cristiana, como ocurrió con el carcelero de Filipo durante el encarcelamiento de Pablo y Silas[3]
¿Es casualidad el número 27 de las placas tectónicas y el de versículos bíblicos? Dejar al azar y al imaginario humano diversas explicaciones no es un buen camino ni en la ruta espiritual ni en la científica; aunque no deberíamos ignorar lo señalado en un salmo, -el 46, que forma parte de los 5 libros con los que se integra esta parte del antiguo testamento- al señalar que habría temor y los montes serían removidos, cosa que ocurrió por cierto como consecuencia del temblor de San Francisco a inicios del siglo pasado cuando “las montañas del este se acercaron cuatro pies y medio a las montañas del oeste»[4]. Los expertos en sismología, insisten hasta el cansancio en la imposibilidad de predecir un sismo; sin embargo el tema es tan importante que hay en derredor del mundo escuelas para estudiar dichos fenómenos y diversos aparatos y tecnología que permiten saber como ocurrieron, cual fue la intensidad y algunas de las probabilidades de repeticiones e incluso ciertos factores que pueden propiciar la misma.
Si bien no se ha podido fincar una relación entre el cambio climático y los sismos, es indudable el vínculo entre un huracán alimentado por un océano que cada día sube de temperatura. Hoy por hoy solo en el Atlántico se formaron de manera simultanea tres fenómenos de este tipo y todos de consecuencias trágicas ¿Podrían a la larga estos movimientos en el mar mover algunas de las placas tectónicas que originan los terremotos?
Lo cierto es que tal como relató en su momento el autor del evangelio de Lucas, durante estos fenómenos naturales siempre hay confusión y pestilencias; y aun hoy se busca corrupción en el manejo de la ayuda humanitaria y se mueve a la lástima para con los afectados que antes del evento ya eran pobres y marginados sin que nadie se ocupara de ellos.
El causante de estos eventos terribles ¿es Dios o el diablo? De conformidad con la lógica humana Dios definitivamente debería de estar lleno de ira contra una humanidad que cada día se aparta más de lo planeado, es decir, un planeta en armonía en vez de una tierra llena de basura en el mar, de gases venenosos en el aire y de ambición en el ánimo de los constructores y los políticos que se convierten en sus cómplices. Otros en cambio ya estarán ofreciendo a los demonios todo tipo de ofrendas para aminorar una ira que solo demuestra su poder mayor al humano; yo me quedo con la realidad de que el tiempo que pasamos en el planeta es limitado, que nuestro cuerpo ha de corromperse dentro de la tierra, incinerarse en hornos más modernos que los usados por Hitler y hasta incrementar la contaminación al botar nuestros restos en ríos a los que se les conceden poderes superiores aun cuando en la realidad solo sean caños por los que circula la inmundicia humana, ignorando que nuestro espíritu habrá de presentarse ante el Dios que sustenta nuestra fe. ¿Será por eso que nunca me han producido temor los temblores?
En unos cuantos días recordaremos el temblor de 1985. Ojala en vez de discursos y fiestas se procure actuar para reconstruir lo destruido por este con su caso mil replicas de 2017 y aminorar a manera de prevención lo que hacemos con el planeta.
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[1] En principio son 27 grandes placas litosféricas –que rodean el océano- y se mueven como un bloque rígido afectando el manto superior –astenósfera- y produciendo movimientos de diferente gradualidad.
[2] De hecho San Francisco ha sido afectada por temblores de manera recurrente debido a la gran actividad tectónica y la falla de San Andrés, el de 1906, de hecho destituyó la ciudad y hoy se habla de cerca de tres mil muertos y trecientos mil afectados en sus viviendas.
[3] Hechos 16: 27-34: La biblia Nuevo testamento
[4] En 1908 Herman Schussler, quien exploró la falla de San Andrés que corta a través de la montaña de la cordillera de la costa.