Es tan clásico que se encuentra catalogado como el cuento número uno de los Hermanos Grimm, y que tiene su propio tipo dentro de una escala clasificatoria del folclore como el numero 440 o “El rey rana” la trama ha inspirado películas, canciones y hasta cuadros y se utiliza incluso con otros animales desagradables, que finalmente dentro de su incomodidad a la vista y el trato solo esperan una manifestación de amor para convertirse en bellos príncipes o por lo menos dejar de ser tan insoportables como se nos presentaban en un principio.
El relato puede presentar muchas variantes que dependen de la actitud de los dos principales involucrados, a decir el humano y el batracio, sin importar de qué sexo sean por lo que, a modo de limón, los partiremos en partes para exprimirlos mejor.
Podemos verlo como una rana aduladora, que pide el beso prometiendo que será un mejor partido después de éste y el humano crédulo que la besa, aquí pueden suceder tres cosas: que de pronto haya dos personas, que inesperadamente haya dos ranas o que esté una rana burlándose y un humano muerto de asco o descubriendo que finalmente estos anfibios son más sexys de lo que imaginaba. A final de cuentas, el punto es que se acepta una condición anómala esperando que nuestro accionar transforme las condiciones iniciales, decisión arriesgada pues podemos salir transformados nosotros y para mal.
Otro planteamiento nos presenta a un humano desesperado besando animales bajo la creencia de que se volverán miembros de la realeza, similar al anterior, incluso en los posibles desenlaces, aquí juega un papel primordial el atribuirle resultados equivocados a ciertas acciones, como en la brujería, tal vez la mejor forma de encontrar una pareja humana no sea buscando en un pantano, más tomando en cuenta que podemos encontrarnos humanos que se convierten, luego de un tiempo, en bichos viscosos.
Finalmente nos encontramos con la versión original: una princesa caprichosa pierde su pelota de oro en un pozo y una rana se la devuelve a cambio de convivir con ella, comiendo de su plato, bebiendo de su vaso y compartiendo el lecho (mañosa la rana) la princesa se niega y su padre la obliga, pero en la noche lanza al animal duro contra el muro y éste recupera su forma principesca y entonces, en igualdad de condiciones, se entienden. Es la variante que más me agrada, la princesa no espera nada del engendro porque finalmente la pelota era suya y a pesar de las presiones lucha por lo que quiere y solo hasta que es lo que desea, lo toma para si.
Debo aclarar por último que si elegí este relato no es sólo por sus connotaciones románticas, que de por sí sin interesantes, sino porque nos encontramos o buscamos ranas con bastante frecuencia en todas las esferas de nuestra vida y muchas veces además, bajo mucha presión, siempre hay opciones y muchas veces son tan sencillas como seguir tu camino o marcar tus límites.