Ecos de Mi Onda

Futbol: Parte de la Vida Misma (I/II)

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Uno se pregunta qué tiene ese juego para introducirse en las venas y hasta para marcar con fuego candente el ADN con los colores y los símbolos del equipo de los amores.

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Hay gente que piensa que el futbol es un asunto de vida o muerte.

A mí no me gusta esa actitud. Puedo asegurarles que es mucho más serio que eso.
Bill Shankly (1913-1981) Entrenador del Liverpool FC.

El futbol forma parte de la vida misma de un enorme porcentaje de la población mundial, claro que mayormente masculina, si bien no es nada despreciable la cantidad de mujeres que continuamente se suman a la pasión futbolera. Uno se pregunta qué tiene ese juego para introducirse en las venas y hasta para marcar con fuego candente el ADN con los colores y los símbolos del equipo de los amores.

Yo nací futbolero y comencé a ir al estadio de La Martinica a ver al equipo León después de la época gloriosa, en la que entró a la historia ganando cuatro campeonatos nacionales, los de 1947-1948, 1948-1949, 1951-1952 y 1955-1956, pintándome de verde desde la raíz escuchando las hazañas de grandes jugadores de la primera etapa, como Arenaza, Rugilo, Bataglia, Montemayor, Marcos Aurelio, Conrado Muñiz, Luis Luna, Dumbo López, a los que siguieron los campeones de los cincuenta, la Tota Carbajal, Óscar Nova, Mulo Gutiérrez, Sergio Bravo, Oswaldo Martinolli, dirigidos por el entrenador español Antonio López Herranz, quien entrenó también a la selección nacional de México en los mundiales de Suiza 1954 y Suecia 1958.

En los sesenta ya pateaba el balón en la calle empedrada de mi casa, como era típico en todas las ciudades de México, colocando dos piedras como portería y repartiendo a los cuates que estuvieran dispuestos a jugar en dos equipos, sin ninguna estrategia de por medio, sólo por el gusto de patear la pelota, elemento indispensable que alguno de los amigos llevaba y que por tanto tenía que ser aceptado como jugador. Era una diversión, pero las cosas se ponían serias cuando crecía el orgullo de ganar y empezaban a mostrarse los muchachos que tenían talento natural para driblar o patear duro, para dar pases o para golpear a los contrarios sin ninguna consideración y sin tarjetas rojas para poder expulsarlos. Los juegos callejeros se llevaban a cabo regularmente por las tardes después de regresar de la escuela, pero principalmente los sábados y en las vacaciones, cuando los chiquillos del vecindario no teníamos clase y era entonces cuando los duelos se ponían realmente interesantes. Regresábamos sudorosos y llenos de tierra o lodo a la casa y las mamás mostraban su disgusto por los pantalones y los zapatos rotos, los raspones y a veces hasta los ojos moreteados.

Fue para el mundial de Chile de 1962, cuando me ilusioné por primera vez con la selección nacional, que estaba integrada por grandes jugadores que lucían su brillantez en el torneo mexicano, pero que en la realidad del torneo mundialista se enfrentarían a equipos poderosos, sencillamente Brasil, que venía de ser campeón en Suecia 1958, España y Checoeslovaquia, un compromiso enorme para un equipo mexicano que por entonces calificaba con facilidad sorprendente en su zona de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe. Escuchando la transmisión directa por radio desde el estadio El Sausalito en Viña del Mar, la desilusión nos embargó cuando Zagallo anotó el primer gol de Brasil al inicio del segundo tiempo y aún más cuando el gran Pelé anotó el segundo tanto en el minuto 73. El juego contra España fue trepidante y todos pensábamos que un empate era lo más justo; sin embargo, de manera increíble Paco Gento, famoso jugador del Real Madrid, tomó la pelota por su banda izquierda y corriendo como loco en el último minuto del juego, centró al área para que después del rechace del Gallo Jáuregui, rematara Joaquín Peiró frente a un Carbajal que no podía creer lo que estaba ocurriendo y golpeaba contra el césped su frustración; el último minuto también tiene sesenta segundos, exclamaba el comentarista deportivo Fernando Marcos. El gran triunfo por tres goles a uno que lograron en el último encuentro ante Checoeslovaquia, equipo que finalmente jugaría contra Brasil la final del campeonato mundial, resultó un consuelo no suficientemente significativo para suavizar el golpe para un muy buen equipo mexicano, de no lograr el pase a la siguiente ronda por primera vez en la historia del futbol mexicano.

En la secundaria y preparatoria me tocó jugar con equipos en torneos mejor organizados por las escuelas, con uniformes, ceremonias de inauguración, guapas madrinas con ramos de flores fragantes, canchas de dimensiones oficiales ¡con porterías!, algunas con césped y otras de pura tierra, pero lloviera, tronara o bajo un sol intenso, lográbamos vivir la intensidad de la serie de juegos que constituían el campeonato, ofreciendo todo el corazón, el esfuerzo y el sudor para conseguir el triunfo. Sólo en una ocasión disfruté la gloria de quedar en segundo lugar con mi equipo, pero la emoción vibrante de conducir el balón, tocar un pase a profundidad, recibir de nuevo la pelota y disparar a gol, esa la sentí muchas veces y aun cuando solo estaban presentes unos cuantos compañeros que seguían fielmente al equipo, celebrábamos los goles como si estuviéramos en un estadio lleno de fanáticos.

En Inglaterra 1966, México hizo un papel realmente gris. En el primer partido México jugó contra Francia empatando después de ir uno a cero con un gol de Enrique Borja y se logró producir el anhelo de pasar a octavos de final, pero en el siguiente partido frente a Inglaterra, equipo anfitrión, los jugadores salieron a la cancha londinense de Wembley con una mentalidad perdedora, tratando de evitar una goleada estrepitosa ante el poderoso equipo inglés, a la postre campeón del mundo, comandado por el extraordinario Bobby Charlton y el inolvidable portero Gordon Banks. Pero el pase estaba latente si le ganaban a Uruguay en el último partido de la primera fase, en el que la Tota Carbajal entró de portero, para convertirse en el primer jugador de futbol en el mundo en participar en cinco copas, y su participación fue muy eficiente pues logró evitar un gol estirando la pierna para apenas detener un disparo uruguayo a quemarropa. El resultado fue un empate sin goles, que no sirvió para concretar el anhelado pase a las rondas eliminatorias. Un ingrediente especial que levantó por mucho la emoción, fue que estos juegos ya los vimos en directo por la televisión mexicana.

Para el mundial de México 70 tuvimos la suerte de disfrutar en Guanajuato la presencia del equipo brasileño completo, que se alojó en el hotel entonces llamado Parador de San Javier, y lo vimos entrenando en la cancha Nieto Piña. La magia de Pelé, Tostao, Rivelino, Gerson, Jairzinho, Carlos Alberto, Clodoaldo y demás, nos extasiaba con el jogo bonito y era patente que Brasil venía por el campeonato. En esta ocasión México pasó a cuartos de final por primera vez en la historia (entonces la copa del mundo se jugaba con cuatro grupos de cuatro equipos cada uno – desde el mundial de España 1982 se juega con ocho grupos) después de un empate frente a Rusia en el juego inaugural, enseguida goleó cuatro a cero a El Salvador y el pase se logró venciendo a Bélgica uno a cero. Sin embargo la burbuja del optimismo explotó cuando jugando en el estadio de la Bombonera en Toluca, México cayó por un apabullante cuatro a uno frente a Italia, gran equipo que llegó a la final tras vencer por cuatro a tres en tiempos extra de un duelo semifinal electrizante ante Alemania. La Italia desfallecida fue apabullada por Brasil, por un contundente cuatro a uno, en una de las demostraciones más espectaculares del rey Pelé.

En el campeonato México 70, una de las sedes fue León y en mi ciudad natal pude observar los cientos de aficionados alemanes que la invadieron, dejando constancia de los buenos bebedores de cerveza que son y de los cantos de aliento en el estadio, Alemania, Alemania, hey, hey Alemania. El grupo cuatro, además de Alemania, lo complementaba Perú, Bulgaria y Marruecos. Tuve la fortuna de asistir al estadio León, ya desde entonces rebautizado por la prensa capitalina como Nou Camp, al juego de Alemania contra Perú, ganado por los primeros por un rotundo tres a uno, con triplete de Gerd Müller que se convertiría en el campeón goleador del campeonato con diez goles. Alemania pasó a la siguiente fase y tuvo que enfrentarse a Inglaterra, vengando la derrota que había sufrido en la final de Inglaterra 66 por un resultado de tres a dos, avanzando a semifinales para enfrentarse contra Italia en el llamado Juego del Siglo por su extraordinario dramatismo.

A todos los futboleros, yo creo que del mundo, nos da luego por pensar que el haber jugado aunque sea en el llano y en ratitos de la adolescencia prehistórica, nos acredita como expertos en el análisis de los juegos, ya sea en el estadio o viéndolos por la tele y gritarle a los futbolistas ¡tírala para allá!, ¡pásala!, ¡dispara no seas…!, así como doctamente indicar las alineaciones óptimas de nuestros equipos preferidos y hasta de los rivales, pasando por encima de los entrenadores, a quienes criticamos acremente por las estrategias que plantean o por los cambios que realizan durante los partidos, y ¡uy! que no pierdan porque no se la acaban, pues tenemos la sabiduría futbolera suficiente para juzgar y sentenciar las fallas y los aciertos. Pero se trata de  una sensación mágica que bien encauzada aterriza realmente en una convivencia amistosa, familiar. Claro que mientras no se trate de compartir con esas entidades ectoplásmicas, individuos con ceguera fanática muy dados a la violencia verbal y a terminar liándose a golpes por lo que puedan considerar en su torpeza como una mínima provocación, dando al traste con los buenos ratos engendrados en las cavidades calientes y sabrosas del futbol.

Se dicen muchas cosas, se manejan múltiples factores, pero no se ha logrado que en los torneos mundialistas México se cuele hasta los primeros planos. Justo es revisar con calma y detalladamente los resultados obtenidos hasta ahora y plantear soluciones. Por lo pronto, en el campeonato de Rusia 2018, México avanzó a octavos de final, pero fue eliminado por Brasil, un equipo fuerte, con estrellas como Neymar, que por sí mismo está tasado en una cantidad que sobrepasa la suma del costo de todo el equipo mexicano, y mostró nuevamente las debilidades que han impedido superar la meta de lo que ha dado por llamarse el quinto partido.

Es la intención presentar la secuencia de este trabajo en un siguiente artículo, reflexionando como colofón las similitudes del futbol con muchos aspectos de la vida misma, inclusive, por supuesto, con el gobierno de un país que debe trabajar como un equipo: directivos, entrenador y cuerpo técnico, jugadores y ¡aficionados!

Ningún jugador es tan bueno como todos juntos.

Alfredo Di Stéfano (1926-2014) enorme jugador del real Madrid.