Ecos de Mi Onda

Yin y Yang en el camino

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Darse con amor, pensaba Mario ¿qué puede ser mejor que esto?

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La decepción es una especie de bancarrota: la bancarrota de un alma que gasta demasiado en esperanza y expectativa.

Eric Hoffer (1898-1983). Escritor y filósofo estadounidense

Guanajuato, 1973.

Platicamos sobre el tiempo, el tiempo pasa, el tiempo vuela, el tiempo corre, perder tiempo, ganar tiempo. A veces me parece que el tiempo es como un túnel, pero no sé si yo voy avanzando en su longitud, que debe corresponder a mi vida, o estoy quieto y es el túnel el que se mueve a través de mí. Pero de cualquier forma, a cada instante algo cambia en cada quien, es decir, nos vamos haciendo viejos, si bien tal vez nos preguntemos ¿y qué es hacerse viejos?. Es complicado, es relativo, pero no me reconozco en esa foto de marinerito bobo que me tomaron a los tres años, junto a mi hermana, que se ve igual de boba como yo.

Así conversamos a veces entre amigos sobre tantas cosas, sobre cada uno de nosotros, nuestras experiencias incipientes de jóvenes ilusos, nuestras realidades respecto a los estudios, o también fantaseando con futuros inciertos.

¿Qué pasa con Mario?– Le preguntaron a Luis, su mejor amigo –No lo sé, está enamorado– contestó con semblante serio. Nos pareció advertir que le duele sentirse ignorado por su mejor amigo. Bueno, sabíamos bien que esto ocurrió prácticamente a partir de iniciado el noviazgo con Claudia. Ya habían pasado las lluvias del verano. En las fiestas de San Juan fuimos a la Presa de la Olla y se veían enamorados, tomados de la mano caminaron felices bajo una intensa lluvia por todo el Paseo de la Presa hasta llegar a la Plaza de la Paz, donde se despidieron con un beso, sólo para cambiarse la ropa empapada y volver a reunirse en el jardín de la Unión –a echar reja– decían absurdamente en serio. Esa tarde, mientras tomábamos café, alguien puso en la sinfonola de la cafetería Una Pálida Sombra. Me gusta mucho esa canción– le dijo Claudia a Mario –¿Cómo se llama?– y al ver el interés por conocer lo que decía, Mario le prometió traducirla. Pasó toda una tarde en la biblioteca, con el Larousse en la mesa tratando de darle sentido a las frases que leía en una página de Notitas Musicales. A Whiter shade of pale– entendió lo de la pálida sombra, pero después tuvo problemas de coherencia desde la misma primera línea:

We skipped the light fandango… ¿saltamos?, ¿omitimos?, ¿fandango de luz? ¿Giramos por el suelo?, ¿sentí una especie de mareo, pero la multitud exigía más?, ¿gritaba tan fuerte que el techo salió volando?, ¿pedimos otro trago y el camarero nos trajo una bandeja?

Se fue a su casa y como a las dos de la mañana terminó con una traducción poco satisfactoria y luego se durmió vestido. En el sueño alguien le susurraba al oído incesantemente –One of sixteen vestal virgins…– mientras veía a Claudia caminar como sonámbula con los brazos extendidos, vistiendo una túnica blanca, casi flotando sobre el suelo. Sí, claro está, como una pálida sombra nocturna iluminada por la luna, paseando entre una arboleda oscura, luego alejándose, haciéndose cada vez más pequeña y perdiéndose en la negrura del paisaje. Al día siguiente, apenado, trató de explicarle la letra que él mismo no entendía, pero Claudia lo atajó al escucharla de nuevo en la sinfonola, diciéndole –¿Sabes qué?, no me importa lo que diga, simplemente me gusta mucho y ¿sabes qué?– le dijo acariciándole el rostro con la mano –Siempre te recordaré con esta canción, toda mi vida.

Sin embargo, unas semanas después los encontramos en el cine Guanajuato, fuimos a ver El Castillo de la Pureza, y Claudia se veía molesta. Mario trataba de aparentar que todo estaba bien, pero era evidente que tenían problemas. ¿Qué nos podía importar? Bueno, Mario era nuestro compañero, lo considerábamos un buen amigo y se nos hizo curioso acostumbrarnos a verlo ahora siempre cargando los útiles de la novia, asintiendo a todo lo que ella decía, alejándose cada vez más de nuestro círculo. Luego apenas si nos saludaba cuando iba con ella, y lo veíamos taciturno y solitario al llegar y salir de clases. El amigo serio, pero platicador y cordial, en tan poco tiempo, estaba realmente cambiando de forma significativa. Por su parte Luis seguía igual que siempre, simpático, alegre y estudioso. Nos acompañaba en casa de Raquel a resolver los problemas de tarea con una participación muy activa. ¡Qué mala onda con Mario!– no faltaba quien tocara el tema, pero discreto, nunca opinaba cuando las conversaciones giraban en torno a Mario y Claudia. Ella es egoísta, narcisista, una malvada y pequeña burguesa– opinaba Chela– De pronto es iracunda y luego sonríe, chi is a creisi güoman. Yo sé que no tiene amigos y trata a Mario como si estuviera a su servicio ¿qué le pasa?– opinaba Beto –Y Mario que no reacciona ¿qué le pasa?– opinaba Lucy Mares.

Por un buen tiempo observamos en el cielo de Guanajuato al cometa Kohoutek. Esto en la época medieval se consideraba como un anuncio de muerte, o advertencia de malos acontecimientos. Los indígenas en la época prehispánica también veían a los cometas, o estrellas humeantes, como el anuncio de guerras y pronósticos de catástrofes fatales, nos trataba de explicar Selene toda docta y parlanchina, tratando de hacerle honores a su nombre sideral. La tragedia fue que en junio, el León perdió la final contra el Cruz Azul, en el juego de desempate en Puebla, con autogol de Davino. A las muchachas este tema no les interesaba para nada, pero para nosotros era fundamental y teníamos que analizar las expectativas del juego. Fue notable la ausencia de Mario cuando vimos por televisión los emocionantes juegos de la final; él era un fanático del futbol y experto en analizar las alineaciones, platicaba con emoción las capacidades de Salomone, Albretch, Chino Estrada, el Kalimán Guzmán, Fernando Bustos, el Gato Marín; pero ahora estaba ocupado por completo en atender los importantísimos asuntos de su doncella.

En Guanajuato nos dábamos cuenta de los acontecimientos internacionales filtrados por el tamiz del Sol de León y del Heraldo, así como de Zabludovsky en la televisión. Interpretarlos nos llevaba sesiones de horas de cafetería y en los pasillos de la universidad. Hablábamos del golpe de estado de Pinochet contra Salvador Allende y de la izquierda democrática pisoteada por los militares chilenos. Nos daba risa que Echeverría se identificara como izquierdista y amigo del camarada presidente Allende. No sabíamos realmente qué opinar sobre el regreso de Perón a la Argentina, ni sobre la guerra del Yom Kipur. Pero nos resultó sorprendente que Nixon retirara sus tropas de Vietnam, si bien era evidente el derrumbe moral del ejército gringo por esa guerra injusta que estaba causando tantas muertes. Los soberbios boinas verdes regresando sin gloria, derrotados y cargados de frustraciones y vicios.

Darse con amor, pensaba Mario ¿qué puede ser mejor que esto? Darse con alegría, sin dudas ni temores y lo expresaba como para convencernos, pero nosotros pensábamos más bien en el preámbulo de un velorio, en el que antes de llegar el cadáver el corrillo cuenta chistes, anécdotas, expresa opiniones sobre si algo hubiera sido de una  forma o de otra en la vida del difunto, quien era una buena persona, o más bien era tonto y se aprovechaban de él– se comenta con solemnidad realista, tratando de no parecer irrespetuosos. Cuatro cirios y en el centro el ataúd de un amor no correspondido, muerto. Pero no para Mario, para él estaba vivo, tal vez dormido. Las ensoñaciones le presentaban un escenario con diferentes circunstancias. Pero Lucy había visto a Claudia besándose por un buen rato con otro en el Cantador.

En su propio argumento Mario era valeroso, inmutable en su ilusión del futuro. Se imaginaba en la calidez del hogar, una casa espaciosa con grandes jardines, rosales, limoneros, nidos de aves cantarinas, en la que los hijos jugaban divertidos, tres para ser exactos, dos niños y una niña tan linda como Claudia. Patrimonio cristiano ganado con el sudor de la frente, para la tierra y para el cielo. Terminados los estudios, trabajar en una planta industrial del ramo de la producción de alimentos, en Celaya o en Querétaro, cerca de donde sabe que le gustaría vivir a Claudia, o tal vez en una planta de fertilizantes, o de fibras sintéticas, o en Pemex. Se ve exitoso, comprende que Claudia tiene el título de licenciatura en contabilidad, pero se siente orgulloso de que ella prefiera atender a los hijos y sobre todo a él, pilar del hogar, cimientos de una familia sólida y devota. Desde que Claudia aceptó ser su novia ha controlado a toda costa los pensamientos eróticos. ¿Qué pasó mi Mario? Está guapa tu novia, de seguros ya le diste sus buenos arrimones, pillín– ¡Pero qué mal gusto de este gran cabrón! ¡Pobre estúpido! ¿Qué puede saber del amor este pobre pendejo?

¡Ah! La ingenuidad en el marco real de las pequeñas y enormes dificultades de la vida. El rayo de luz es ajeno al polvo visible levantado por la escoba que barre la fracción de basura vinculada a los compromisos cotidianos. El cauce del río es ajeno al flujo inevitable de las aguas negras, del absurdo drenaje urbano gravitacional, del humor de las alcantarillas.

Ella es una casta doncella, ingenua, inocente, como el aire de las montañas, como el agua de las lluvias. Sí, es a veces muy intransigente, pero es por los problemas de la escuela, es muy perfeccionista. Pero yo tengo la fuerza para atravesar el desierto y llegar hasta la tierra prometida que mana leche y pan, higos maduros, la fuerza del amor. Mi amor es apasionado, ardiente, pero autocontenido, hasta el momento sublime de nuestra mutua entrega en el sagrado matrimonio. Ya nos amaremos al alba para drenar las sensaciones, el alba prisma que pronto asomará con todos sus colores. Yo tengo la capacidad de cambiar resentimientos por amores, las revanchas por compasiones, los yugos por plenas libertades.

Mario ¡abre los ojos!, puedes en algo estar equivocado.