Ecos de Mi Onda

Mi Guanajuato mágico, rumbo y destino (I,II)

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Te quise amar y tu amor no era fuego no era lumbre. Las distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres.

José Alfredo Jiménez

En sus Efemérides Guanajuatenses, el ilustre Lucio Marmolejo nos narra la existencia de una aldea chichimeca, anterior a la conquista, que era conocida con el nombre tarasco de Quanashuato, traducido como lugar montuoso de ranas, y que se aventuró a ubicar en el actual barrio de Pastita. Posteriormente, el vocablo se fue deformando al actual Guanajuato.

Los españoles entraron a la región de lo que hoy es el estado de Guanajuato desde 1526 y para 1530, Nuño de Guzmán ya había conquistado prácticamente el territorio, con el resultado de que los chichimecas abandonaron sus asentamientos, dirigiéndose hacia las serranías para hacer una férrea resistencia a los españoles en el avance de sus expediciones. Quanashuato se convirtió en una zona de sierra espesa despoblada, la cual fue donada en 1546 a D. Rodrigo Vázquez por el primer virrey de la Nueva España, D. Antonio de Mendoza. Hacia 1548 se descubrió de manera circunstancial por unos arrieros la primera veta de plata,a la que llamaron de S. Bernabé y en 1550 se descubrió la rica veta de S. Juande Rayas.

La prosperidad generada por la explotación dela mina de Rayas y de los subsecuentes yacimientos descubiertos, provocó la llegada de trabajadores mineros que fueron construyendo caseríos en la inmediatez de las áreas laborales, que al ir creciendo requerían servicios básicos para el bienestar de la población, acomodando construcciones en el valle y colgándose casa sobre casa en las laderas de las empinadas cañadas. En 1554, siguiendo a las Efemérides del padre Marmolejo, se fundó oficialmente el asentamiento poblacional denominado Real de Santa Fé, de las minas de Guanajuato, una vez que fueron establecidos los cuatro reales o fortines de tropas, para la protección de los ataques de los chichimecas y guachichiles que no dejaban de hostigar a la población. En 1574 se instituyó la alcaldía mayor con el primer ayuntamiento, alcanzando autonomía como centro urbano. Para 1619 el Real de Santa Fé tiene ya una enorme relevancia por la notable producción minera, lo que le vale recibir el título de noble y leal Villa de Santa Fé, Real y minas de Guanajuato, por parte del rey Felipe III, así como su escudo de armas con la estatua de la Fe como figura central. La villa fue creciendo en población y edificaciones religiosas y civiles, tanto en el valle como en las escarpadas laderas de los montes aledaños, al igual que su importancia como centro minero surtidor de plata para el mundo entero.

Cabe mencionar que el 13 de julio de 1573, el rey Felipe II promulgó las Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias, que en su amplio contenido incluía las normas para la fundación y localización de las ciudades, indicando formas de organización y administración y las condiciones de ubicación, clima, fertilidad de suelos, abastecimiento de agua, materiales para construcción, así como de los requisitos esenciales para impulsar el desarrollo económico de la comunidad y su defensa, para detener así un flujo de abandono en el corto tiempo. Para entonces, en México ya existían ciudades que se habían desarrollado sin una base homogénea de morfología urbana, si bien siguiendo modelos renacentistas con elementos de defensa, plaza y mercado, con calles rectas, paralelas y perpendiculares formando cuadras, esquema que incluso mantenía afinidad con los trazos regulares de la urbanización azteca (Martiria Sánchez López, La ciudad en el Nuevo Mundo según las Ordenanzas de 1573).

Las Ordenanzas establecían normas precisas a partir de las dimensiones de una plaza mayor, para las calles principales, con respecto a medidas, monumentalidad y nobleza de edificios y explanadas. Indicaban también la construcción de portales y las características de los espacios de indios, teniendo en consideración el potencial crecimiento urbano, así como advertencias claras sobre la ubicación justa de hospitales, fábricas, comercios y de toda actividad que pudiera ocasionar molestias a los vecinos. Instaba a procurar la fundación de ciudades higiénicas, confortables, espaciosas, con armonía, calidad y belleza arquitectónica, en beneficio de las familias de los pobladores y de los visitantes.

Guanajuato, por la topografía especial de la zona no se ajustaba a un crecimiento y desarrollo urbano de acuerdo a las Ordenanzas de Felipe II. Sin embargo, esto impulsó la disposición de una ciudad colonial con ingredientes especiales que le fueron dando un atractivo mágico en el tiempo, con el vertebrado de caseríos colgando de los montes y el entretejido arterial de callejones que conducían hacia la zona céntrica con sus magníficas construcciones civiles y religiosas, auge de las rentas argentíferas, plata guanajuatense circulando por el mundo, producto del sudor y sangre de mineros nativos, osados, tenaces, muchas veces víctimas de ostensibles injusticias por parte de la clase privilegiada. Sociedad que en su conjunto fue asimismo tejiendo su historia, perfil arquitectónico, tradiciones, valores culturales y forjando el carácter del pueblo guanajuatense.

El 8 de diciembre de 1741, el rey Felipe IV le otorgó a la villa de Santa Fé de Guanajuato el título de muy noble y muy leal ciudad, en atención a sus méritos y servicios, acompañados de las ventajosas conveniencias que ofrecen sus abundantes minas de plata y oro; se ha aumentado considerablemente su vecindario, población, edificios, haciendas, habitadores, siendo muchos los pasajeros que la frecuentan, por su crecido trato y comercio, atraídos de su riqueza y abundancia de frutos; y que es al presente uno de los Reales de Minas más útiles de la Nueva España… El impulso vale para que en 1786, Guanajuato sea reconocida como capital de una de las doce intendencias o provincias en las que se dividió la Nueva España, con una superficie casi igual a la del actual estado de Guanajuato.  

Guanajuato entra en la historia de la independencia nacional de forma directa, días después de que el 16 de septiembre de 1810, el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla diera el grito en Dolores, con la llegada de los insurgentes, quienes vencen a los realistas atrincherados en la alhóndiga de Granaditas y toman la capital de la intendencia el 28 de septiembre. Una vez alcanzada oficialmente la independencia nacional, el Congreso Constituyente de México convocado en 1824 establece el nombre de Estado Libre y Soberano de Guanajuato, manteniendo a la ciudad de Guanajuato como capital. Es fundamental recordar que en 1828 el Colegio de la Purísima Concepción (antecedente de la Universidad de Guanajuato) pasó a ser institución oficial del Estado.

La ciudad mantiene un ritmo de producción minera con alzas y bajas, así como una función participativa en los eventos importantes que iban configurando la historia nacional. Durante la Guerra de Reforma, en enero de 1858, Guanajuato funcionó por alrededor de un mes como capital provisional de la república, en el gobierno itinerante del presidente Benito Juárez. La ciudad vivió la intensidad de la invasión francesa con la visita de Maximiliano y Carlota el 18 de septiembre de 1864. Durante el largo período en el que gobernó el presidente Porfirio Díaz, Guanajuato experimentó un auge minero, generado por inversiones de empresas extranjeras, y durante la Revolución Mexicana el territorio guanajuatense fue testigo de las cruentas batallas de 1915 en el Bajío, entre la División del Norte del Gral. Francisco Villa y el ejército Constitucionalista al mando del Gral. Álvaro Obregón, siendo en la batalla de Santa Ana del Conde en la que Obregón perdió un brazo, si bien los Constitucionalista lograron vencer y prácticamente desbaratar al ejército villista.

Tras la Guerra Cristera, México entró en una etapa de pacificación y equilibrio, entrando posteriormente al llamado desarrollo estabilizador, implementando un modelo económico entre 1940 y 1970, en el que se mantuvo un desarrollo económico de crecimiento permanente, con un control estricto de la inflación, de la paridad con el dólar norteamericano y de la deuda externa, lográndose una estabilidad relativamente integral que daba pausa a pensar en un milagro mexicano. El sueño se desvaneció al pulsarse las deficiencias del modelo en cuestión del incremento de la desigualdad social y en el ejercicio de la democracia en el país, que estallaron la noche del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco.

No obstante, en ese período la ciudad de Guanajuato contempló admirables transformaciones, señalando dos por su nivel de impacto. El cambio encauzado por Don Armando Olivares Carrillo, de Colegio del Estado a Universidad de Guanajuato en 1945, con repercusiones en la ampliación y diversificación de la oferta educativa, la producción editorial, la instauración del Servicio Social Universitario, la creación de la Orquesta Sinfónica, el cine club y radio universidad, subrayando el impulso al Teatro Universitario por Don Enrique Ruelas y Don Eugenio Trueba Olivares, con las representaciones de los entremeses cervantinos que hicieron de la ciudad de Guanajuato un gran teatro al aire libre en sus plazas y el germen indiscutible del Festival Internacional Cervantino, iniciado en 1972.

La otra transformación de Guanajuato derivó del marcado replanteamiento urbano realizado en el período del gobernador del estado, Lic. Juan José Torres Landa y del presidente municipal Ing. Tiburcio Álvarez, especialmente con la construcción de la calle subterránea Miguel Hidalgo y la adecuación de iluminación, vías de circulación y amplios espacios verdes a las entradas de la ciudad, que conjuntamente con toda su riqueza arquitectónica barroca y neoclásica y su estructura minera, le otorgaron un toque mágico de enorme atractivo, que tuvo impacto adicional inmediato en materia de turismo.

Las condiciones de la ciudad de Guanajuato, alcanzadas a través de muchos años, con el esfuerzo patente de grandes personajes que amaban a Guanajuato y anhelaban para la ciudad el nivel de resonancia cultural e histórica que merecía por sus méritos y servicios, se vería reconocida y concretada en 1988 mediante la designación de la Ciudad Histórica de Guanajuato y Minas Adyacentes, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)

Continuará…