Lo menos tóxico que hay es dar sin esperar nada a cambio
Últimamente están de moda las publicaciones donde todo puede ser calificado de tóxico o pernicioso para nosotros: la forma de relacionarnos, la profesión, los hobbies, las etapas de la vida o del año y obvio la implicación aquí es desechar todo lo que tira hacia esa dirección y desde aquí lanzamos la pregunta ¿Hasta dónde es autocuidado y en qué punto es egoísmo o simple miedo a existir? Veamos.

La toxicidad es venenosa, es esa tendencia a convertir aquello inocuo en un peligro, es eso que altera entonces lo que necesitamos o consumimos para hacerlo dañino, planteado así cualquier elemento con estas características tiende a arruinar todo lo que lo rodea y a evitar que disfrutemos de aquello que nos hace felices.
En esta definición si tenemos un trabajo que nos hace vivir enojados o consumidos, una pareja que interfiere en nuestros gustos o costumbres o un hábito que afecta al resto estamos hablando de un nivel Chernóbil en potencial de veneno y tal vez conviene huir o enterrarlo o mínimamente usar un equipo de protección en lo que encontramos la puerta o la pala, pero, ¿Será siempre así?
Parece que entonces la tendencia es huir ante la primera dificultad o señal de alerta y considerar que somos frágiles e intocables, la cuestión de la toxicidad nos vuelve desechables al primer exabrupto y aceptémoslo, somos humanos y no siempre reaccionamos limpiamente ante los demás, pero aun dejando de lado nuestra relación con los demás, que es sumamente importante, si huimos ante cualquier adversidad pegando la etiqueta de tóxico a todo lo que llega a afectarnos estamos atentando contra nuestros sueños, en individual, y contra nuestro futuro en colectivo. Porque aunque puedan venir decentes excepciones, todo en este mundo conlleva dificultades y estas no tendrían que ser un freno si no un estímulo. Pensémoslo así todo camino muy recorrido estará limpio de obstáculos pero es seguro que no nos va a llevar a ningún lugar nuevo.
Para este punto seguramente se están preguntando lo mismo que yo me pregunto cada que veo un chiste o un estudio sobre lo tóxico: ¿Qué herramienta tenemos para saber hasta qué punto es pertinente soltar o seguir apretando la soga con todas nuestras fuerzas, aunque duela un rato? Ubico la respuesta en dos sentidos: el balance y el futuro.
En términos de balance entonces es evaluar, casi de modo numérico aunque en realidad es imposible medir las emociones o la satisfacción, aunque los mercadólogos digan lo contrario, que tanto nos realiza o satisface aquello que en algún momento nos lastima. Si dejamos el ejercicio por un dolor muscular nunca vamos a ver nuestra salud beneficiada ni esos bíceps de acero que tanto soñamos, aunque si vemos que tenemos más lesiones que alegrías tal vez se puede considerar tomar otra dirección u otros tiempos.
El futuro que se relaciona con este balance pero además le abre un panorama, es pensar hacia dónde va todo lo que estamos haciendo y si en verdad es importante seguir en ello. Cuando existe una meta el balance cambia y puede ser medido de acuerdo a qué tan cerca estamos de lo que anhelamos, solo queda tener claro para qué queremos eso y si en realidad vale la pena.
Por último, no todo nos tiene que gustar o redituar en un futuro, también podemos hacer cosas solo por el gusto con la plena conciencia de que nos traerán consecuencias a futuro y sin esperar nada a cambio, eso creo yo es lo menos tóxico que hay.