Todología con Maiself

Uranga recién exhumado

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A ¿A quién se refiere usted con el título: al padre, compositor de “Allá en el Rancho grande”, y de “La negra noche”, o al hijo, el hiperión, filósofo, periodista, asesor y operador mediático de varios presidentes?

B Al hijo, y a propósito de la reciente publicación de un libro “Algo más sobre José Gaos”, con textos de Emilio Uranga, con una esmerada selección y edición de Adolfo Castañón, bajo el sello de El Colegio de México

A ¿Qué importancia tiene un libro más, y sobre alguien que ya pasó de moda, ya que, entiendo que pobló los cincuentas, sesentas y setentas, y casi nadie recuerda?

B Pues nada más y nada menos que volver a ciertos filones históricos de suma importancia en la historia cultural de México: uno, el representado por un extraordinario maestro español transterrado, el filósofo José Gaos, y el otro, por uno de los más grandes, y más malogrados, intelectuales que ha dado nuestro país, y merecedor de la leyenda más negra que consejero presidencial alguno haya tenido en nuestro pasado republicano

A Bueno. Hábleme del libro y, después, del personaje

B El libro, dedicado a lo que Uranga escribió sobre su maestro y que había permanecido inédito hasta hoy, es una serie de sustanciosos textos de su archivo personal, recién ofrecido al trabajo editorial, que le dedica a su maestro y padre espiritual, no exento de accesos parricidas, en los que brilla, fulgurante, el dominio que Uranga tenía sobre temas filosóficos harto intrincados, y que nos lo muestran como el intelectual mexicano que mejor ha surfeado en esos discursos, lo cual no deja de maravillar

A Habría que conseguirlo y leerlo. ¿Y sobre el personaje?

B A ese respecto, permítame volver a orear lo que escribí al respecto en 1991: “Uranga fue un lobo estepario a la vez que un personaje apestado, infectado por sórdidas rabias e infestado por todos los demonios de la cultura occidental. Y para sus contemporáneos, frontales o adyacentes, siempre significó una amenaza que, justa o injusta, lo asoló, pues Uranga se erigía en juez y fiscal de vulnerabilidades con una sagacidad que, como alguna vez Calesero dijo de los toros, buscaba “herir en lo sensible”. Tal era el delirante ímpetu que lo propulsaba y lo hacía una fobia para todos”.

A ¡Aguas con él! Era, entonces, como un pitbull percherón ¿verdad?

B Sí. Era un personaje imponente y siniestro, de una magnitud que deja muy chicos a los villanos intelectuales de hoy. Era un chayotero de angora. Un chayotero menor, Héctor Aguilar Camín, intentó retratarlo en su fallida novela “La guerra de Galio”, conato de rebajamiento de su ídolo de clóset, y de su sombra como asesor salinista, caricatura textual que se asemeja más a él, ya que Uranga era el mismísimo Belcebú, y no un diablo de pastorela como el dueño de Cal y Arena

A ¿Y si no consigo ese libro, ¿cuál otro me recomienda?

B Léase “Ensayos”, en Ediciones La Rana.