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Gavira

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Me dice que, a veces, sólo a veces, algunos de los que asisten por ahí, se aparecen fugazmente porque son seres que ya no están en este mundo…

Guanajuato es una ciudad de estudiantes llena de júbilo durante toda la semana; el vaivén de su caminar por la ciudad de la Universidad a la biblioteca o a las diferentes sedes o escuelas, los lleva a buscar en dónde comer para poder seguir con su trajín de actividades escolares.

Uno de los lugares típicos para comer de forma económica, es sin duda el Mercado Hidalgo, que tiene una zona de cocinas o fondas llamada Gavira donde la tradición ha hecho mella, pues los que saben, dicen que la comida ahí es sabrosa y a buen precio, lo que hace que turistas, pero sobre todo los estudiantes, vayan a comer ahí, dado que es un lugar céntrico y accesible a todos los bolsillos.

Doña Silvia, una excelente cocinera quien ha trabajado ahí desde muy joven, pues su familia es de un gran linaje de mujeres que cocinan, dice que en Gavira existe una gran variedad de platillos preparados por diversas manos y sazones, por lo que generalmente los comensales siempre salen satisfechos cada noche, pues el horario de atención abarca prácticamente todo el día. También me dice que, a veces, sólo a veces, algunos de los que asisten por ahí, se aparecen fugazmente porque son seres que ya no están en este mundo, eso sí, esos fantasmas que ellas han visto, las ayudan y cuidan, pues jura y perjura que ahí se aparecen los fantasmas de dos personas muy queridas por todas: los espíritus de Don Miguel y de Mateo.

Don Miguel fue uno de los veladores que siempre estuvo al pendiente de ayudar en lo que se pudiera a las chicas que trabajaban ahí, cada jornada estaba listo con su linterna de mano, para hacer su labor nocturna, y una noche, al querer reparar una pared de uno de los sanitarios, subió aprisa a poner unas láminas y de repente se escuchó un ruido estridente: las láminas y el material se le habían caído encima por lo que tuvo una muerte instantánea.  Ese día fatídico que murió don Miguel, Doña Silvia estaba ahí, dice que el sonido fue de las cosas que se caían, que él no emitió sonido alguno. Aún hoy, él sigue vigilando, pues hace poco, ya por la noche cuando estaban limpiando y recogiendo las cocinas, se escucharon los pasos de alguien que subía hacia el baño, pero era imposible, pues dado el horario, ya nadie estaba arriba, lo más impresionante es que voltearon a las escaleras y vieron como el haz luz de una lámpara alumbraba la pared fugazmente… de repente se escuchó el ruido estrepitoso de la caída del material como aquella vez que murió el señor, y la luz cesó abruptamente. Doña Silvia sabe que es Don Miguel, que repite una y otra vez su muerte para avisar que sigue aquí, con ellas, vigilando…

Doña Silvia me narra otro caso, el de un muchacho que trabajó en una de las cocinas durante mucho tiempo llamado Mateo. Él les ayudaba a limpiar las cocinas al final del día pues era un as de la limpieza, además de que limpiaba rápido, dejaba todo en orden y listo para la mañana siguiente. Pues bien, Mateo tuvo a bien, morirse dejando las cocinas abandonadas y solo con las mujeres ayudantas para poder mantener pulcro el lugar. Doña Silvia me cuenta entonces, que una noche, ya tarde como a las diez, una de las muchachas que estaba sola pues ya era la última en las cocinas, ya cansada por el día de largo trabajo, tenía que limpiar rápidamente, y agotada por lo que le esperaba, se le hizo fácil y dijo: “¡Ay, Mateo!, si estuvieras aquí”, no sabiendo que acababa de invocar el espíritu de su amigo. En ese instante un viento frío y fuerte entró a la plaza de Gavira y recorrió la cocina, las barras y en segundos todo estaba limpio y acomodado. La mujer se quedó estupefacta, con los ojos bien abiertos por el terror que sintió al ver que sin querer su invocación había sido efectiva, solo atinó a decir NO y se fue corriendo abandonando el lugar. Me dice Doña Silvia que esa chica ya no regresó a trabajar a Gavira, ella lo supo porque le llamaron y ella contó su historia. Sin lugar a dudas es claro que Mateo sigue ahí, ayudando para que puedan atender a los comensales a su manera, y esperando a que lo llamen otra vez. ¿Quieres conocer Gavira? Ven, lee y anda Guanajuato.