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Bad Feminist

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—“Me cubrió la boca con la mano e introdujo su pene. Pensé que había llegado mi última hora. Tenía la sensación de que mi estómago se revolvía «.

Estas no son las palabras de una mujer que forma parte del movimiento #9M. Tampoco son palabras expresadas en alguna de los pizarrones en la Facultad de Medicina de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Estas son palabras de la experiencia de una joven, relatada por la feminista y filósofa francesa Simone de Beauvoir en su clásico Le Deuxième Sexe, del año 1949.

Durante estos meses, ha sido doloroso escuchar las historias de abuso sistemático que han surgido a la luz, como parte del movimiento #9M. Sorprendido, al observar las manifestaciones y los comentarios en redes sociales, me aterra pensar que no conocía la cantidad de hechos en los cuales las mujeres perciben la violencia de género. Desde mis estudios de criminología, sabía que a menudo se culpa a la víctima como parte de una mala praxis, pero nunca lo había observado de una manera tan concreta y sorprendentemente visible.

En este despertar tardío, luego de los feminicidios narrados en diversas semanas desde esta columna, me pregunto: ¿qué pueden hacer los hombres para mostrar solidaridad con las mujeres, para abordar nuestra cultura de masculinidad tóxica y comenzar a examinarnos a nosotros mismos?

The Guardian proponía que para mostrar solidaridad con el movimiento #MeToo, deberíamos comenzar escuchando seriamente a las mujeres. Así que decidí pasar estos días analizando diversas publicaciones feministas en redes sociales, que, por razones inexplicables, nunca había conocido. Estoy seguro de que para mí, existían razones subyacentes embarazosas y poco halagüeñas para esta omisión, producto del común ideal machista en nuestra sociedad latina, combinado con música de Café Tacuba y clásicos de Molotov. También, tal vez fue tan deprimentemente simple como el hecho de que las obras de autores masculinos y latinos con memorias de sus putas tristes siempre habían estado más cerca, que las obras de escritoras feministas.

En mi investigación atisbé el trabajo de la escritora Bell Hooks, quien afirma que por cada vez que se presenta como feminista, la gente le responde que « las feministas son lesbianas que odian a los hombres y quieren hacerle la vida imposible a los hombres ». Sin embargo, cuando ella les pregunta sobre los libros feministas que han leído, se callan.

Necesitamos « crear un movimiento educativo basado en las masas para enseñar a todos sobre el feminismo », escribe Hooks en « Feminism Is for Everybody ». No puedo dejar de pensar que esto es el #9M.

Platico al respecto con personas en Montréal, que se sorprenden de que un latino hombre sea pro -#9M. Siento la sangre como me vibra, poniéndome a la defensiva al reconocer los atavismos culturales de los que he formado parte por cuatro décadas, asegurando que he investigado las causas de algunos crímenes contra la mujer y que soy capaz de reconocer algunos posibles desafortunados efectos secundarios. Expongo también el otro extremo, el caso del músico mexicano Armando Vega Gil, quien se suicidó luego de denuncias anónimas de abuso sexual por el movimiento #MeTooMúsicosMexicanos. Mis interlocutoras abren sus ojos azules con sorpresa.

Investigo más. Roxane Gay, en su libro « Bad Feminist », sostiene que el feminismo es un estándar irracional, como si tanto las feministas como el feminismo fueran impecables. Ella afirma que no conoce muy bien la historia feminista, que ella tiene un armario lleno de zapatos y bolsos, que escucha rap sexista y lee Vogue. Confiesa que está llena de contradicciones, como todas las demás.

« Prefiero ser una mala feminista que ninguna feminista en absoluto », escribe. Al leerle veo una apertura, una invitación para mí y para todos los demás hombres que desean ser solidarios. Creo que si ella puede ser feminista, entonces quizás nosotros también podamos.

Por supuesto, estoy seguro de que seré un feminista mucho peor que ella.

En Twitter, Hashtag: #El9NingunaSeMueve


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