Spotlight

Distópico

Compartir

Fueron días de locura y angustia. Como en la última década del Siglo XX, donde el cine y la televisión nos habían preparado para un ataque a Nueva York, la primera década del Siglo XXI proliferó en series del fin del mundo.

Natalie y yo salimos a nuestra caminata diaria. En la ciudad, las personas nos vemos de lejos. Alguien usa una mascarilla, como un recuerdo tardío de lo que recomendó hace años la Organización Mundial de la Salud. Cambiamos, con recelo automático, de vía.

A lo lejos, un dron lleva un paquete. La inversión en tecnología por parte de Huawei Global fue amplia: la red 5G facilitó la logística desde la producción de medicamentos hasta el seguimiento de las enfermedades, como en los efectos de la vacuna que nos aplicaron, intercambiándola por el acceso a nuestros datos.

Recuerdo cuando nos dimos cuenta que la respuesta del Estado era insuficiente. Al inicio, muchos apelamos a la ciencia para abrir conciencias: nos llamaron locos, nos insultaron. Los últimos años, colectivos se unían para apoyar cualquier causa que fomentara la ignorancia y la anarquía. Les contestamos con odio, nos infectamos de odio. Fueron los primeros en esconderse al pedirles apoyo frente a la pandemia.

A las compañías telefónicas no les bastó el control de nuestra ubicación y el conocimiento de nuestros datos biométricos: analizaron nuestras preferencias y los utilizaron para venderlos al mejor postor, generando una plutocracia disfrazada de democracia. Sin embargo a esta misma plutocracia, la falta de mano de obra le obligó a pagar mejor a los supervivientes, y su necesidad de técnicos incrementó la calidad de la educación desde el Estado.

Las personas comenzamos a reunirnos, al principio, fuera de casa, en las calles, en los caminos. Los amigos de Natalie y yo descubrimos que en ambientes abiertos, existía una menor propagación. Instalamos sanitizantes en nuestros conductos de ventilación. Nos negamos a pagar a aquellas empresas que subieron los precios, y compramos y vendimos localmente entre nosotros mismos.

La semana pasada, expliqué a mis alumnos en un webinar cómo Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Rusia se apoderaron de centro y sudamérica, aprovechando la propia debilidad de los últimos regímenes comunistas en la expansión del virus: la “viruela española” de la Conquista de Tenochtitlan, en el Siglo XXI.

Hoy, Amazon y Huawei controlan el comercio online, y a través de datos biométricos, la banca electrónica: basta con mirar una cámara para pagar las cuentas. Apple se unió a Tesla en la producción de drones y vehículos inteligentes. Google y Facebook controlan la plutocracia y la seguridad: crearon algoritmos que les permiten detectar desde el uso del internet factores criminógenos en búsquedas personales, deteniendo a ciudadanos en el momento -o a veces antes-, de cometer el crimen.

Natalie y yo comenzamos a utilizar, junto con nuestros amigos en México, teléfonos celulares de primera generación. Dejamos a un lado las redes electrónicas y las videollamadas. Rescatamos nuestros discos compactos y nuestros cassettes. Leemos los libros de nuestros padres, y estamos ahorrando para comprar una cabaña a las afueras de St Hubert. Si necesitamos, buscamos información en las enciclopedias que me heredó mi padre.

Usamos solamente nuestro Iphone de la casa al trabajo. Desde allí y de nuestras tabletas, nos mensajeamos de vez en cuando. Buscamos por internet cosas sencillas: una receta de cocina, un artículo del Times.

Un dron se dirige hacia nosotros. Con recelo automático, miramos hacia él.

___________________________________

En Twitter, Hashtag: #COVID-19

Referencias:

Bocaccio, G. El Decamerón. Grupo Editorial Tomo, 2013

Gutiérrez, G. (2015). Mexico-Tenochtitlan: Origin and transformations of the last Mesoamerican imperial city. In N. Yoffee (Ed.), The Cambridge World History (The Cambridge World History, pp. 491-512). Cambridge: Cambridge University Press. doi:10.1017/CHO9781139035606.031

Otras herramientas de consulta: Google Search

__________________________________________

Román Méndez es académico, investigador, administrador y empresario. Abogado penalista y criminólogo con Doctorados Honoris Causa en Derechos Humanos y Cultura de la Paz.

Sígueme: Twitter: @Roman_Mendez

Facebook: @RománMéndezN

Correo: rgmendezn@icloud.com