Los Juanetes del Apocalipsis

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Hugo Juárez

(historias y reflexiones en torno al COVID-19)

Toda la vida la oveja tuvo miedo de los lobos, pero se la comió el pastor.

Proverbio georgiano

Es un lugar común decir que los mexicanos nos reímos hasta de nuestra propia muerte, pero lo cierto es que la risa no nos blinda de la huesuda.

Ahora que ella viaja con nosotros en el camión, en la comida y hasta en la cama, la sonrisa se nos ha convertido en piedra. Cuando no se tiene la seguridad de un mañana, el día a día se vuelve una eternidad.

De todas las muertes presentes de amigos y conocidos la que más me conmovió fue la de aquel que murió de soledad. Sin familia con quien encerrarse, se dio un festín de sí mismo: coronas (sin virus) y coca (tampoco sin cola) fueron su compañía por dos meses.

Qué desesperante puede ser convivir con uno mismo.

La cultura china cambió al mundo con sus invenciones, como el papel y la pólvora, ahora el virus que nació en sus entrañas no sólo ha explotado en todo el mundo envolviendo economías y sociedades, también transformaron al mundo a su imagen y semejanza: confinando a sus ciudadanos a la hegemonía total del Estado.

En China se convive con 200 millones de cámaras de vigilancia equipadas con un sistema de reconocimiento facial que observa y evalúa a sus ciudadanos en todos los espacios públicos.

Por ejemplo, si un ciudadano con calentura viaja en el tren, las cámaras registran su temperatura e inmediatamente envían señales de alarma a los móviles de los demás ocupantes. Si alguien viola la cuarentena un dron lo sigue y le requiere que regrese a su domicilio, previa multa que por supuesto la máquina misma imprime.

Hace rato que estamos en el distópico mundo orwelliano de 1984, en donde el Gran Hermano ya no sólo tiene acceso a nuestros celulares, tarjetas de crédito o a la movilidad social, sino que también controla nuestro cuerpo y pensamientos.

Son los otros los que te pueden enfermar, sólo el Estado salva, es su mensaje.

El mundo estaba descompuesto pero le hacía falta esta reciente pandemia para mostrarse cuán enfermo estaba. Lo que no sabíamos es que nosotros éramos nuestro propio virus.

Las enfermedades zoonóticas (aquellas que se trasmiten de animal a humano) como la peste negra, la gripe española y más recientemente el sida y la enfermedad de las vacas locas, así como las gripes aviares y porcinas, son parte de la crianza industrializada y el hacinamiento animal, listos para ser utilizados, manufacturados, consumidos y desechados.

Nuestra madre tierra, aquella que los antiguos pueblos divinizaron, es un organismo moribundo que pareciera haber encendido su sistema inmunológico contra la avaricia humana.

El cambio climático es la siguiente pandemia.

La moderna cueva platónica a la que fue arrojada la humanidad, está plagada de fake news y deep fakes, ahí conviven virus mutantes, inyecciones de clarasol, abejas asesinas y Mesías que bendicen plagas en contra de sus pueblos. Para sortear estos peligros los actuales esclavos lucen sus grilletes multi-touch, intuitivos e interactivos. La digitalización nos ha robado la realidad.

Cuando salgamos de ahí sólo vamos a recoger pedazos de nosotros mismos, difíciles de volver a encajar.

La tecnología nos ha encerrado en una cultura individualista en donde la selfie es la ruinosa imagen de la humanidad: mucho glamour, poca empatía por el otro. Sin embargo, son las mismas redes sociales el espacio que iguala las razas, la cultura, las clases sociales, la edad y los sexos.

Este momento debe servir para recordarnos que no existe el individuo, sino siempre nosotros

Hugo Juárez