El espacio de Escipion

De vuelta al laberinto de la covid-19

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Por alguna razón en estos días se me ha vuelto recurrente releer a Octavio Paz, sobre todo cuando escuchamos a que al país se lo está llevando “la chingada”; aunque claro, también hay quienes mantienen el espíritu en alto y el optimismo a todo lo que da: «¡Viva México, hijos de la chingada!».

Dos visiones contrapuestas teniendo como único referente a “la chingada”; visiones tan polarizadas como los estudios de opinión recientes sobre el estado de ánimo de los mexicanos ante la circunstancia actual de la covid-19 y el impacto en todo: vida, seguridad, trabajo, salud y esperanza.

Escribimos el 23 de marzo del año en curso, “¿Y después de la pandemia del coronavirus qué?” refiriéndonos a la lista de temas que el Estado mexicano debería atender ante el inminente golpe multifactorial que desataría: la convivencia cotidiana radicalmente quebrada; el sector salud rebasado por insuficiencias en todo el mundo; la economía familiar en crisis y presionada por la sobrevivencia; el turismo quebrado y con efectos directos a grandes núcleos sociales que dependen del sector servicios.

Asimismo, hablamos de las cadenas de suministro limitadas; las remesas (que pese a todo siguen recibiéndose, no perder de vista que el desempleo entre migrantes hispanos en Estados Unidos se ha cuadruplicado y ello podría colapsarlas); la militarización ascendiente (que en México ha ido ampliándose para las industrias de la construcción, al control de las fronteras y hasta la promoción social y de salud pública); una sociedad civil más activa, crítica y dura, que no esperemos mucho verla en las calles manifestándose; y, finalmente, que la seguridad comenzaría a mostrarnos otro rostro frente a los eventuales vacíos de autoridad y quebranto institucional.

“En este momento, México y el mundo obligan a una responsabilidad ética, colectiva e individual, parafraseando a Pablo Blázquez. Todos estamos obligados a actuar con prontitud y colaboracionismo, pues después del coronavirus nada será igual”, escribimos cuando apenas empezaba la pandemia y lo que ha faltado es precisamente ética a los responsables de conducir la actual circunstancia de saludad pública.

Estos días, las cifras y las expectativas son de cuidado. El PIB cayó en el segundo trimestre 18.7, una caída histórica reconocida por el propio presidente de la República. El subgobernador del Banco de México y persona cercana al proyecto lopezobradorista, Gerardo Esquivel, en un duro diagnóstico sobre la situación económica del país, prevé que al cierre del año 2020 se podría dar una contracción de entre -8.5% y -10.5 por ciento; para el Banco Mundial es más crítico, porque México figuró entre los países que poco o nada de impacto han hecho para mitigar la crisis y la pandemia y el escenario pesimista se mantiene: -12.8 a 14.5% del PIB.

Paz en el famoso ensayo El Laberinto de la Soledad, que además Botellita de Jerez lo hiciera canción, se concluye que la chingada es, pues, «la madre abierta, violada o burlada por la fuerza». Octavio Paz ubica a la Chingada como doña Malinche, y sus hijos, todos los mexicanos, somos el engendro de la violación del chingón conquistador. Si la Malinche «se ha vendido», ha traicionado a su raza, y no la perdonamos, y por eso nos lleva la chingada. Ahora nos estaría llevando por otras circunstancias, pero con el mismo significado, pues ninguno quiere asumir su responsabilidad para poder amainar esta monstruosidad llamada covid-19.

“La normalidad” no llegará el 15 de mayo ni el 01 de junio del año en curso. La normalidad no será la misma, porque el impacto de la pandemia atravesó todo el espectro de nuestra vida cotidiana, sin importar nuestra posición económica, edad, sexo, actividad o nivel educativo, también lo publicamos el 1 de mayo con el título “El D+1 de la postpandemia”.

Ese artículo concluíamos que, para salir adelante, los responsables del poder político deberían trabajar a favor de la unidad, contrario a lo que ha destacado Jorge Zepeda Patterson, de que el presidente opera la división para evitar la unificación de gobernadores y las élites en su contra. La fórmula debería ser distinta, apostar por la unidad si quienes desde el poder político quieren impulsar un New Deal o un modelo tipo holandés, o quizá un modelo México para enseñanza al mundo.

Porfirio Muñoz Ledo llamó esta semana, una vez más a una alianza nacional para hacerle frente a la pandemia. “La aterradora desaceleración de la economía exige una política contra-cíclica contundente que implique el incremento del gasto y perderle el miedo al déficit público, como lo hacen todos los países del mundo”, sentenció.

Otra voz afín a la 4T, Gerardo Esquivel, del Banco de México, en un estudio sobre Los Impactos Económicos de la Pandemia en México, que circuló ampliamente en redes sociales, hace un exhorto a que “aprendamos de la historia, a actuar con inteligencia, a evitar que más gente caiga en situación de pobreza, a ayudar a soldar las tuberías rotas de la economía y a hacerlo antes de que sea demasiado tarde”.

En la coyuntura de estos mensajes aparece caminando la que podría ser la más radical de las iniciativas si el gobierno de la República, los gobernadores, los sectores sociales y económicos pueden programarlo para aterrizarlo después del 2021, evitando con ello contaminar el debate y enturbiar más la estridencia política: una Convención Nacional Hacendaria, que podría dar pie a una Reforma Fiscal Integral, una que sea socialmente responsable y ponga fin a privilegios y desequilibrios del actual pacto federal.

Hoy el debate en el mundo ya no es tanto de salud pública sino del modelo económico a impulsar para salir adelante como humanidad. Difíciles días se vienen para aterrizarlos en políticas públicas que, ante todo, crucen todo el espectro social que está dañado, quebrado y frágil como no pasaba desde las guerras mundiales, sólo que esta vez no hubo bombas ni balazos, sino virus y descontrol social.

Recitando a Octavio Paz en la Vuelta al Laberinto de la Soledad, nos decía que “en ciertos periodos los pueblos se vuelven sobre sí mismos y se interrogan. Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer”.

En conclusión, es tiempo de mucha reflexión sobre el cambio social que debe aterrizarse a la brevedad, en un acuerdo nacional de unidad y diálogo, bajo el reconocimiento a la pluralidad de pensamiento y dejando de lado las imposiciones y mezquindades que en nada ayudan a construir cambios verdaderos y duraderos.