A 40 años de El hombre elefante*

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El segundo largometraje de David Lynch se convirtió en un fenómeno cultural desde su estreno a pesar de ser uno de sus trabajos más convencionales, se estrenó el 2 de octubre de 1980 en Nueva York

Rafael Paz    

©Gaceta UNAM

Afinales del Siglo XIX en Inglaterra un hombre capturó la imaginación del público, su nombre era Joseph Merrick, aunque era mejor conocido como “El hombre elefante”. Casi un siglo después, un cineasta americano se sintió capturado por su historia y, aunque en ese entonces era poco conocido, desde que conoció a Merrick supo que nadie más podía hacerle justicia en la pantalla grande, su nombre es David Lynch.

La segunda película del cineasta conocido por su afición a los sueños y la meditación trascendental, The Elephant Man, se estrenó el 2 de octubre de 1980 en la ciudad de Nueva York. Llegó unos meses después a México, el 19 de marzo de 1981.

A pesar de su accidentado proceso de producción, el largometraje se convirtió en un fenómeno desde sus primeras funciones. Con un presupuesto estimado de 5 millones de dólares, según el sitio especializado IMDB, recaudó en taquilla más de 26 millones de dólares alrededor del mundo –el equivalente a 82 millones de dólares actuales– y terminó el año con 8 nominaciones al codiciado Oscar, el máximo premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, incluyendo Mejor Director, Mejor Película, Mejor Actor, entre otros.

El hombre elefante está ambientada en la Inglaterra Victoriana, en la que el famoso cirujano Frederick Treves (interpretado por Anthony Hopkins) une su destino con el fenómeno de circo John Merrick (encarnado por John Hurt), quien ha sufrido desde pequeño acoso por las deformidades de su cuerpo, por ello todos asumen que sufre una discapacidad mental. Treves descubrirá, a medida de que trata a su paciente, que Merrick es dueño de una sensibilidad privilegiada, además de tener una personalidad gentil y un profundo sentido de dignidad. Ambos hombres forjan una amistad que transforma de manera permanente sus vidas.

El largometraje está basado en el libro The Elephant Man: A Study in Human Dignity, de Ashley Montagu, y de manera bastante libre en las memorias que Treves escribió sobre su tiempo con Merrick, contenidas en The Elephant Man and Other Reminiscences. El guión original fue escrito por Christopher De Vore y Eric Bergren, quienes compitieron con otros libretos que circulaban en Hollywood sobre el mismo tema.

Lynch recuerda en sus memorias Room to Dream, co-escritas con Kristine Mckenna, que el proyecto llegó a sus manos en uno de los periodos más difíciles de su vida, había dedicado 5 años de su vida a producir Cabeza de borrador (Eraserhead, 1977) y su futuro como cineasta parecía endeble, tenía otra guión entre manos, Ronnie Rocket, pero nadie se atrevía a invertir en las atrevidas ideas plasmadas en sus páginas.

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El fallido proyecto tenía como protagonista a un hombre de tres pies y medio de altura, con un copete rojo, que funcionaba con electricidad de corriente alterna de sesenta ciclos. Ante el fracaso y las limitadas oportunidades de expresar sus ideas más personales, Lynch tuvo que aceptar filmar guiones ajenos. “Ronnie Rocket no estaba sucediendo, así que no fue difícil para mí considerar dirigir algo escrito por otra persona. Estaba casado, no trabajaba y estaba construyendo un cobertizo, haciendo pequeños trabajos y tal vez trabajando en algo de arte si tenía dinero”, recuerda el realizador en sus memorias.

Fue así que su agente durante esos años, Stuart Cornfeld, comenzó a buscar guiones para su representado. Lynche recuerda que se reunió en un restaurante con Cornfeld y éste llevaba cuatro proyectos bajo el brazo, pero al escuchar el nombre El hombre elefante algo en su interior lo atrajo de manera poderosa. Nunca revisó cuáles eran los otros tres, así lo cuenta en Room to Dream: “Era como si lo supiera de algún lugar del pasado profundo. Ese era absolutamente el indicado, y nunca escuché lo que eran los otros tres y no quería saber”.

El dueño de los derechos del guión era de Jonathan Sanger, un amigo de Stuart, quien trabajaba de manera muy cercana con el cineasta Mel Brooks, reconocido en Hollywood por hacer disparatadas comedias como El joven Frankenstein (Young Frankenstein, 1974) o Locuras en el Oeste (Blazing Saddles, 1974). Brooks estaba interesado en echar a andar su propia compañía productora, Brooksfilms, y pensaba que el libreto de El hombre elefante era el adecuado para iniciar la aventura, sin embargo, dudaba del talento de Lynch, un desconocido en ese momento.

En el libro Lynch on Lynch, editado por Chris Rodley, el director recuerda el momento: “‘Jonathan está adentro. Chris y Eric están adentro y, Stuart, tú estás adentro, pero ¿quién es este David Lynch?’ Entonces ellos le hablaron de esta película Eraserhead. Mel había oído hablar de ella porque estaba en la marquesina. Pero nunca la había visto. Así que organizaron una proyección y fue horrible”.

No obstante el temor de Lynch por la impresión que su primer trabajo podría generar en Brooks, el final de la función fue totalmente distinto a lo que esperaba. “Estoy ahí de repente, ya sabes, fuera de algún teatro. Y no recuerdo nada excepto las puertas abriéndose. Jonathan salió y no parecía que estuviera muerto ni nada, solo tenía una de esas expresiones de los jurados de O.J. Simpson. Simplemente no podías leerlo. Y luego las puertas se abrieron y Mel avanzó muy rápido hacia mí con los brazos extendidos, ¡casi corriendo! Y me abraza y dice: ‘¡Eres un loco, te amo! Estas dentro’”, comenta el director de Sueños, misterios y secretos (Mulholland Drive, 2001) en Lynch on Lynch.

Siguió la reescritura del guión, faltaba tensión según la opinión de Brooks. Ante su insistencia se añadieron escenas en que una turba de borrachos ingresa al sanatorio para acosar a Merrick. Y, aunque había amado Eraserhead, Brooks seguía dudando de que Lynch pudiera alcanzar el grado de emoción que necesitaba la historia, al enterarse el director amagó con renunciar, pero Stuart Cornfeld se encargó de suavizar la situación.

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Cuando la película estuvo terminada, más de un crítico destacó las emociones que transmitía la película y cómo éstas se mezclaban perfectamente con el estilo de su realizador. Por ejemplo, al reseñar Terciopelo azul, uno de los trabajos más destacados de Lynch, Leonardo García Tsao escribió para la Revista de la Universidad en 1986 que “si algo redime la sensiblera historia del deforme John Merrick…  son los destellos de un estilista visual que sabe obtener imágenes inquietantes, de ricas texturas.”

El siguiente reto fue encontrar a los actores adecuados para interpretar los papeles protagónicos, Lynch deseaba usar nuevamente a Jack Nance, actor principal de Cabeza de borrador, pero el equipo de producción no lo veía como un actor capaz de convertirse en un imán de taquilla. El director narra en Room to Dream que sólo necesitó ver una vez a John Hurt para saber sin ninguna duda que se convertiría en El hombre elefante, no hubo más audiciones después de ese encuentro.

Para su contraparte, el doctor Treves, Brooks eligió a Anthony Hopkins después de que el actor seleccionado originalmente, Alan Bates, salió del proyecto sin especificar la razón. Hopkins ya para entonces considerado uno de los grandes actores ingleses de su tiempo, desconfió de las habilidades de Lynch durante buena parte de la filmación, poniendo en duda el talento de su director ante la menor oportunidad y solicitando su renuncia en una ocasión.

“Llegué esa mañana, una mujer se me acercó y me dijo: ‘Anthony Hopkins quiere verte’. Así que entré en su habitación al final de este largo pasillo y estoy pálido, no había dormido, y él me grita y dice, entre muchas otras cosas, que no tengo derecho a dirigir esta película. Le dije: ‘Tony, lamento que te sientas así, pero soy el director de esta película y voy a seguir dirigiéndola’ y me fui”, evoca Lynch en Room to Dream y agrega:

“De una manera extraña, Tony Hopkins tenía razón: yo no tenía derecho a dirigir El hombre elefante. Vengo de Missoula, Montana, y este es un drama victoriano con estrellas gigantes, y todo lo que había hecho fue esta pequeña película que diez personas fueron a ver, fue una locura. Pero ahí estaba yo. Esa película fue un bautismo de fuego. No podrías creer las cosas que sucedieron.” El día del altercado Mary Fisk, pareja de Lynch entonces, se encontraba en el hospital debido a un sangrado, días después perdió a los gemelos que esperaba.

No es el único momento de ira cortesía de Hopkins recopilado en Room to Dream, después de un accidentado ensayo, en el que director y actor subieron la voz a niveles exorbitantes ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la velocidad en que Hopkins debía caminar, éste llamó a Mel Brooks para exigir el despido del realizador.

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“Luego, en el almuerzo, llamó a Mel y le dijo: ‘Quiero que despidan a este tipejo’, y Mel lo calmó. Tony es perfecto en la película, es absolutamente genial, pero tenía una actitud hosca la mayor parte del tiempo que estuvimos filmando… Tony estaba enojado con la vida.”

Otra de las decepciones que enfrentó Lynch estaba relacionada al maquillaje de Joseph Merrick que John Hurt debía portar todos los días en el set. El realizador intentó fabricarlo él mismo, como había hecho en su ópera prima, donde mucho de lo filmado había sido creado por Lynch en un pequeño taller. Aquí no corrió con la misma suerte, su creación nunca funcionó del todo y, finalmente, ante la presión de Mel Brooks debió aceptar que Patricia Norris se encargara del maquillaje. Norris terminó por conquistar a Lynch, quien la sumó a su grupo de colaboradores cercanos.

Después del accidentado proceso de filmación y meses de ardua post-producción, especialmente con la mezcla de audio, el equipo de filmación se dispuso a iniciar las actividades de promoción de la película. Lynch se encontraba en París cuando recibió la noticia de que la Academia de Estados Unidos le había otorgado ocho nominaciones al Oscar al proyecto.

“Bueno, ¡obtuvimos ocho nominaciones y no ganamos una!… Pero fue como pasar de cero a sesenta en poco tiempo. No se registró, ya sabes, lo raro que era eso. Y en Estados Unidos todos pensaban que yo era británico. No sabían nada de mí”, detalla el creador de Twin Peaks en Lynch on Lynch, y concluye:

“En los Oscar nadie sabe quién va a ganar, pero todo el mundo sí lo sabe, porque lo puedes sentir. Todo el mundo sabía que Robert Redford iba a ganar para Ordinary People. Así que puedes relajarte y disfrutar de la experiencia. Fue una gran sensación, pero sabía que no tenía nada que ver conmigo. Solo estaba haciendo lo mismo. Te das cuenta de que lo que le sucede a una película está fuera de tu control. Te anima un poco, pero estás buscando bajar al otro lado.”

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*Tomada de Gaceta UNAM. Publicada con fines no lucrativos. Si usted está interesado en estos temas, visite el sitio: https://www.gaceta.unam.mx/a-40-anos-de-el-hombre-elefante/