El Laberinto

Candelaria

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A Michael, sigue creando

En México, como en muchos sitios más, se celebra el segundo día de febrero la festividad de la Candelaria, que es al mismo tiempo una advocación mariana “La virgen de la Candelaria” que después de cumplir los cuarenta días después del parto de un varón, como dicta el viejo testamento, está en condiciones de presentarlo en el templo y hacer un sacrificio para dar las gracias y una festividad relacionada con la iluminación, metafórica y con velas.

En cuestiones de calendario es una festividad estratégica y yo la siento incluso como un (perdonen la redundancia que voy a soltar) nuevo año nuevo, pues enero es, digamos un mes de prueba donde todavía estamos gastados, enfiestados, empachados de tanto comer, organizando y viendo el alcance de los propósitos que hicimos al calor de las uvas y la sidra y en el caso del hemisferio norte también pasando fríos y en tercer mundo, le sumamos  crisis e inflación.

Y en cambio, después de ese mes largo y sin novedades desde el día de reyes y ligada a éste por las curiosas figuras de niños plásticos que encontramos en el interior de la rosca y que se convierten en una promesa para volver a vernos con deliciosos tamales, una ofrenda bastante más guapa y compartida que quemar un animalito hasta las cenizas como en los tiempos bíblicos, y la mejor parte: para exhibir las figuras renovadas del niño Dios,

De niña siempre me llamaron la atención las cartulinas rotuladas en las puertas de algunas casas con la leyenda: “Se reparan niños Dios” que me intrigaban ya que mi mamá no tenía uno, después comencé a relacionar esa actividad con los puestos del mercado llenos de figuras de un niño (mucho mayor a cuarenta días si me preguntan, pero aquí no estamos para precisiones biológicas) que tiene la genial habilidad de poder estar sentado o acostado y cuya manita tiene una pose de bendición, de todos los tamaños y colores, pestañudos, ojiazules o sonrosados, con toda una gama de vestidos, calzado y accesorios para ser ataviados según los deseos del cliente.

Y he ahí lo interesante de las figuras, aparte de reflejar la fecha y lugar donde fueron hechos por su estética o materiales, de que algunos traen el sello de la casa donde fueron hechos en sus planos y sacros traseritos, de que proyectan los deseos de las familias para el año que va empezando, pues lo visten de acuerdo a sus necesidades y presupuestos, tienen una característica que deberíamos imitarles por estas fechas para tratar de pasarlo mejor el resto del año. Resurgen.

Me contaban que a veces para soltar lo que tienen en sus manitas las pierden, pero que siempre tiene remedio, que pueden llegar hechos pedazos y salir como nuevos del taller, que no importa el año o el material del que estén hechos siempre pueden recuperar su lustre original e incluso salir mejorados y que cada ocasión que son reparados y vestidos, siguen llevando nuevas esperanzas o renovando las antiguas a sus dueños. Creo que deberíamos intentar portarnos un poco como en esta peculiar costumbre, soltar lo viejo, reparar lo dañado para poder seguir cumpliendo nuestros propósitos.